Octubre, tan cerca de todo
Se termina octubre y vale la pena echarle una mirada a este mes que tiene tantos significados e implicancias. Dentro de aquellos, destaca como la derecha logró instalar en el imaginario que octubre fue una gran fiesta de la delincuencia, un absurdo reduccionismo.
Aunque, eso sí, es verdad que en la calles, entre los agredidos por el modelo neoliberal que exigían respuestas y soluciones concretas -luego de treinta años de espera- hubo presencia, y trabajó, la delincuencia.
Pero ese lumpen en las calles entra en contradicción directa con las apuradas reivindicaciones de los más necesitados, son un estorbo. La clase no los necesita, y no se puede alabar el lastre en momentos difíciles, donde se pone en juego el rumbo de un país.
Tampoco ayuda ese radicalismo enfermizo, que vaga sin propuestas, que no alcanza a redactar un manifiesto, y que no es capaz de ganar tampoco su pan diario. Es la clase la determinante, sus alianzas históricas, su memoria con sus pocas victorias, la insoslayable tarea de acumular la fuerza para alterar las injusticias.
En tanto, la derecha inventa historias, y entre el oficialismo hay creyentes. Publican encuestas para instalar la idea de que cualquier alteración a la vida ciudadana le hace mal a Chile. Que los inversionistas se irán a otros países. Eso es leyenda, viene desde el tiempo Frei y de la Alianza para el Progreso, allá por los años sesenta.
Hasta el 18-O, salvo algunos acontecimientos significativos previos, como la ocupación de las calles por estudiantes secundarios o intentos de huelgas de unos sindicatos, todo era normal. El sistema democrático diseñado en 1990 era capaz de soportar a los enojados de siempre. Esos resentidos sociales, como los clasifica la derecha desde sus torres empresariales.
Octubre, entre tantos asuntos, dejó al descubierto que en el país no hubo transición política. Que se pasaron por alto y aceptaron toda la institucionalidad heredada por la dictadura donde el lucro era una expresión de lo correcto. A la concertación le gustaba el sistema binominal, cercenaba a la prensa independiente.
Un país administrado por lacayos de las grandes empresas como las AFP/ISAPRES a los que se les debe adjuntar los grandes grupos económicos, esas cajas pagadoras por los favores redactados en el parlamento se mantienen incólume. Y como olvidar el financiamiento ilegal de la política.
Octubre es lo más justo que le ha sucedido al país. Pero la respuesta del gobierno piñerista fue una represión brutal y asesina. El apaleo y maltrato era política de Estado, mientras el difunto comía pizza y cantaba el cumpleaños feliz.
Esos de la clase política en sus casas, asustados mientras la mujer del presidente abandonada por la cordura, veía desaparecer sus privilegios al llamado de: junten agua que vienen los pobres a quitarnos todo.
En esos días el segmento más rico, el más acomodado, el que más ha utilizado el modelo para su beneficio, buscaba alguna tabla de salvación. Pasaron de ser explotadores al “lo que sea su cariño”. Y encontraron a diputados y senadores dispuestos a cualquier asunto mientras en sus distritos se hablaba de educación, salud y pensiones dignas.
¿Que pasó entonces?
Las calles y los hospitales dejaban constancia de la represión, la calma era la urgencia, se necesita el orden y para ese conjuro llegaron casi todos. El modelo había llamado a sus peones.
Y nuevamente la traición, esta vez más cercana.
Allí, sacado de una caja sin misterios, estaban los acuerdos de esos cuantos donde la letra chica decía que el país necesitaba cambios, y miraron que una Nueva Constitución calmaría a los descontentos de todo lo conocido.
Nadie pensó en esas horas crear alguna instancia que investigará el asfalto manchado con sangre, los que vieron por última vez las estrellas, los que viven como vegetales por las consecuencias de los tantos y tantos golpes recibidos por carabineros, comandados por el general Yáñez.
Y después la pandemia, donde hubo que salvarse a como diera lugar. Esos largos tiempos de encierro mientras el piñerismo convertía en mercado y ganancia sin control el seguir viviendo, donde ahora se conocen los oscuros negocios entre la universidad San Sebastián y algunos ministerios. La derecha siempre la misma.
Nada se ha ganado.
Los pensionados siguen aferrados a que posiblemente sus pensiones -en algún momento- sean asuntos de Estado, y la derecha colocando sus condiciones mientras un ejecutivo tímido no tiene el valor por romper lanzas en defensa de los más desposeídos, que son una realidad. Negarse a vivir sin derechos no es una cuestión menor. Eso no da honor. No deja herencia.
O se mira todo desde el punto de vista de la clase, o te instalas en los altares de la derecha, que de tarde en tarde te lanza sus aplausos para que duermas tranquilo mientras la corrupción, ese mundo habitado por pelafustanes, se da sus gustos sin ir al confesionario.
Octubre le pertenece a los apurados, a los que el modelo imperante los condena a vivir a media tripa. A los profesores impagos de su deuda histórica.
Octubre sin duda fue una buena clase de propuestas que están inconclusas. Y hasta el día de hoy, ineludiblemente ya, su paso deja vigente que es desde la calle y la plaza pública donde nacerán los proyectos más serios, los que hacen temblar al status quo y la clase dominante.
Y aunque la inquisitiva derecha y conversos te rodeen, se debe sostener que octubre aún se mueve.