¿Qué significa ser de izquierda?
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¿Qué significa ser de izquierda?

Por: Luis Herrera - Roberto Pizarro | 23.08.2024
Un referente ineludible es el presidente Salvador Allende, quien fue un promotor incansable de transformaciones profundas en favor de la igualdad económica y social; pero, al mismo tiempo, un defensor inclaudicable del pluralismo político y las libertades públicas.

En agosto de 1789, en la Asamblea Constituyente que nació de la Revolución Francesa, se propuso un veto que aseguraba al rey el mantenimiento de su poder absoluto. Se situaron a la izquierda del presidente de la Asamblea los diputados que estaban en contra de esa propuesta. Desde entonces se ha asociado tradicionalmente a la izquierda con iniciativas que promueven el cambio político y social, y a la derecha con la conservación del status quo, en contra de los cambios.

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Margaret Thatcher, ex primera ministra conservadora de Gran Bretaña, resumió el extremo de las posturas ideológicas de derecha al señalar que “La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales”.

Esta visión se contradice directamente con la tradición filosófica aristotélica, que subraya que el ser humano es un ser social por naturaleza, incapaz de sobrevivir separado de la sociedad.

Por su parte, la izquierda política tiene como referente la sociedad y busca la solidaridad entre sus miembros. Defiende la igualdad social, la justicia económica y la protección de los derechos humanos. Aboga por una sociedad más equitativa, donde los recursos y oportunidades estén distribuidos de manera más justa.

El tema ambiental tampoco es ajeno a una ideología de izquierda. Por el contrario, tiene un compromiso con una economía sostenible, con transición hacia energías renovables y protegiendo el medio ambiente para las futuras generaciones.

Asimismo, la izquierda protege los derechos de mujeres y minorías, desmantelando barreras de discriminación, y promoviendo políticas públicas que empoderen a los grupos marginados en la toma de decisiones.

Finalmente, ser de izquierda supone tener una perspectiva internacionalista, incluyendo el rechazo a toda forma de imperialismo, colonización, y militarismo. Conlleva igualmente un apoyo a los movimientos de liberación y las luchas por los derechos humanos a nivel global.

Esto es muy importante, porque a lo largo de la historia, el ”izquierdismo” no ha sido un concepto monolítico ya que han existido diferentes corrientes que declaran profesarlo; entre otras, el socialismo utópico, el comunismo, el anarquismo, la socialdemocracia, y el más reciente “progresismo”. Cada una de estas corrientes han tenido sus propias interpretaciones, sobre cómo lograr una sociedad más justa e igualitaria; pero, casi siempre, aplicando solamente partes “seleccionadas” del concepto central.

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Precisamente, en ausencia o abandono de uno o más de los principios fundamentales enunciados más arriba radica el fracaso de estas corrientes, cuando han sido confrontadas con la realidad.

Así, por ejemplo, el dogmático anquilosamiento conservador llevó al modelo soviético a su rotundo e inevitable fracaso. Por otra parte, la presión neoliberal condujo gradualmente a la socialdemocracia europea a olvidar las políticas de bienestar social; y, el mareo mesiánico del poder sepultó las promesas de gobiernos originalmente progresistas, como los del Socialismo del Siglo XXI.

Por supuesto, la derecha y el imperialismo contribuyeron activamente a sus derrotas o deterioros y hoy sacan abundante partido político de ellos. Sin embargo, las “izquierdas” involucradas en estos proyectos políticos no estuvieron exentas de responsabilidad en el pasado, ni lo están en la actualidad.

En tanto, ciertos gobiernos contemporáneos que se autodefinen como “progresistas” en América Latina, al instalar un poder político absoluto e impedir a la sociedad expresarse libremente, han provocado desastres humanitarios de envergadura, lo que ha favorecido la emergencia de la ultraderecha y el discurso imperial.

Por su parte, la creciente incapacidad de la socialdemocracia europea para actualizarse y enfrentar desde una perspectiva independiente los desafíos de las guerras y la inmigración, ha servido de terreno fértil para la expansión de la extrema derecha, el fascismo, y su vasallaje ante EE.UU.

Teniendo presente esas experiencias, es intransable subordinar los intereses privados al interés público, vale decir al conjunto de la sociedad, así como ningún poder absoluto debe prevalecer por encima de la sociedad.

En consecuencia, un gobierno realmente de izquierda no puede renunciar a la democracia, garantizando siempre la separación de los poderes del Estado, así como debe insistir en formas directas de representación ciudadana. A ello debe agregarse la defensa irrestricta de los derechos humanos, junto al rechazo de toda forma de discriminación y, muy especialmente, la promoción ce la igualdad de género como prioridad ineludible.

Paralelamente, un gobierno de izquierda debe sostenerse sobre bases materiales sólidas, privilegiando el desarrollo por sobre el mero crecimiento económico. Esto significa, mantener un orden monetario y fiscal estable, pero, al mismo tiempo, exige impulsar un modelo productivo que diversifique la economía, genere trabajo de calidad, abra espacio a las pymes y despliegue su accionar en los diversos territorios y no sólo en focos extractivistas, para así asegurar la protección del medioambiente.

Finalmente, un gobierno de izquierda debe ser inclaudicable en la protección de los equilibrios sociales, con políticas universales y no sólo con prebendas compensatorias focalizadas en los más pobres.

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En momentos de crisis ideológica y política del socialismo en el mundo, y particularmente en Chile, resulta indispensable reflexionar sobre el futuro de la izquierda. Para ello un referente ineludible es el presidente Salvador Allende, quien fue un promotor incansable de transformaciones profundas en favor de la igualdad económica y social; pero, al mismo tiempo, un defensor inclaudicable del pluralismo político y las libertades públicas.

Crédito de la fotografía: Agencia Uno