El Chile improbable
Lo improbable, es lo poco probable, lo difícil o remoto que suceda, o que ocurra, o que pase. Por ejemplo, actualmente es poco probable que alguien de situación económica media o baja que haya nacido y se haya educado durante toda su vida en una comuna pequeña y mayormente rural en Chile, pueda tener una real oportunidad al momento de pensar estudiar en una buena universidad, o tener en el futuro el pasar que se permitió soñar alguna vez.
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En Chile, es poco probable también, que aquellos que nacen como hijos e hijas de personas que han delinquido, o están privadas de libertad, o sean dependientes de alguna poderosa droga, tengan realmente alguna posibilidad de terminar sus estudios de forma regular. Ni hablar de algún grado técnico o profesional. Siempre y cuando también no terminen muertos en una vida que se les presenta muy corta y con muy pocas posibilidades.
Desafortunadamente también es muy poco probable que si se vive al interior de un hogar donde los dineros alcanzan escasamente a llegar a fin de mes y, para peor, se tiene la mala fortuna de padecer una enfermedad difícil, riesgosa, terminal, rara, cara, o que necesite de un tratamiento adecuado; que aquello se logre revertir, o salir de la lista de espera antes de morir.
Ni hablar, a ese respecto, de todo lo que involucra la salud mental. Hoy, una persona que es pobre y tiene esquizofrenia, se vuelve para el resto de la sociedad un “loco” que es muy probable que su destino sea terminar pidiendo dinero en la calle, o viviendo de crisis en crisis en alguna hospedería de alguna institución benéfica, sí benéfica, porque no hay Estado para ellos.
En Chile, también es muy poco probable que hoy en día una persona sola o con su pareja si no logran acreditar que perciben mensualmente sobre 2 millones de pesos, puedan acceder al financiamiento de la vivienda que desean. Aquellas y aquellos que no les alcanzan esa suma (por poco) también se les vuelve remoto, o muy difícil que puedan acceder a algún tipo de subsidio que no sea vivir en las postrimerías de un asentamiento urbano, o buen chileno; “donde el diablo perdió el poncho”.
Ni hablar de aquellos que no tienen para si quiera cumplir con un arriendo, es muy poco probable, que no terminen viviendo en una toma, sin ninguna urbanización y regulación y en la más absoluta de las inseguridades e insalubridades.
Se vuelve muy improbable creer o sostener que Chile sea un país justo, cuando tiene a su haber una de las economías y riquezas más concentradas del mundo. Ni hablar de un nuevo pacto social que asuma el aberrante diseño estructural y desigual que persiste en leyes que ya cumplieron su tiempo con creces.
Actualmente en Chile es extremadamente improbable encontrarse con una persona de la tercera edad disfrutando de su jubilación. Lo más seguro es que encontremos millones de seres humanos condenados a la miseria, donde más de la mitad de lo paupérrimo que reciben mensualmente, se “esfume” sólo por concepto de remedios. Ni hablar de lo difícil que se vuelve que poderosos grupos económicos con intereses nacionales e internacionales quieran ceder lo mínimo en función de generar mayor dignidad en función de la seguridad social.
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Teniendo claro en la realidad innegable que camina todos los días a pié cuadras y cuadras, que almuerza apurada, que se traslada de un lugar a otro en condiciones inadecuadas, que corta el teléfono 5 a 10 veces por día para no saber en cuánto van sus deudas, que pareciera ser que cuando llega a su casa después de todo el esfuerzo realizado siente que no le alcanza, todas ellas y ellos sienten y viven con el pensamiento que es algo muy poco probable que cambie en el corto o mediano plazo.
Se debe tener cuidado porque queda la sensación que es muy poco probable que la respuesta provenga de la institucionalidad y política vigente. Ello porque en Chile es altamente improbable que alguien crea que aquellas y aquellos mandatados y elegidos para hacer frente a las tempestades, estén a la altura.
Hay que poner mucho ojo en la realidad de los improbables que nadie quiere asumir que es así, porque hace 4 años atrás parecía muy improbable que las personas estallaran –no como la falaz insinuación que era una horda de seres descerebrados amantes de la violencia– por ser tan vilmente invisibilizados.
He ahí el error, porque justamente la manera de reaccionar que tienen todos los vivientes del Chile improbable, se vuelve absolutamente improbable. Lo cierto es que todo ello sigue igual de invisible y, para peor, de manera aumentada.
Finalmente, hay que tener coraje para gobernar. No se puede exhibir por todos los medios una determinada convicción, y al cabo de cualquier cruce de palabras o presiones, ceder y perder la capacidad de proponer, o más simple, de liderar. Se debe proponer, porque aún queda espacio para hacerlo y empujar las revoluciones que sí importan, como las culturales o las educacionales.
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Vale la pena salir a la calle, caminar un rato y ver que hay un Chile improbable que necesita con premura otra calidad de vida.