'La mejor Alemania' y el retorno al lado incorrecto de la historia
El discurso de la política alemana y del poder mediático es empecinadamente negacionista respecto al genocidio en Gaza. Evidencia de ello es una manto de silencio promulgado y sostenido por los principales medios del país y el amplio espectro de la política.
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El resultado es que Alemania sigue viviendo en una especie de mundo paralelo respecto a lo que ocurre en Gaza, mientras que la libertad de opinión y libre pensamiento comienza a ser mutilado en este país (ver aquí). Pensar de manera diferente se ha vuelto peligroso.
Los días 12-14 de Abril se iba a realizar el congreso Palestina en Berlin (ver aquí) que tenía como lema “Nosotros acusamos”, y que tenia como principal objetivo visibilizar y criticar la complicidad del gobierno alemán con el genocidio en Gaza. El congreso alcanzó a durar poco más de una hora, ya que fue cancelado por la policía alemana de manera completamente arbitraria, aduciendo que se estaban violando las normas al proferir ideas “antisemitas” y la “glorificación del terrorismo”.
Esto de la cancelación se veía venir. Ya la prensa oficial, desde que este congreso se anunciaba, exponía portadas como “Congreso de odio en Berlín” y “Antisemitas del mundo se reunirán libremente en Berlín” (ver aquí). Esta retórica retorcida se ha vuelto la forma normal de difamar a críticos al gobierno de Israel (ver aquí). Con este tipo de hechos se entiende que Alemania haya retrocedido en el ranking de libertad de opinión (ver aquí).
Los organizadores del congreso han debido enfrentar muchas represalias: allanamientos, difamación, congelación de fondos (ver aquí). Además, el médico palestino Salman Abu Sitta invitado a dar testimonio de su experiencia en Gaza se le negó la entrada al país.
También fueron arrestados activistas por llevar lienzos que decían “Judíos contra el genocidio” (ver aquí). Y es que, mas allá de las represalias, pareciera que el gobierno alemán ha puesto especial énfasis en reprimir a las propias voces judías que se levantan contra el genocidio. ¿Acaso son estas medidas defendibles en una “democracia” que dice defender la vida judía? El poder mediático no solo callaba sobre esta represión, también ponía de lo suyo al difamar a los organizadores.
La complicidad de Alemania ha significado el apoyo militar, diplomático e ideológico al gobierno de Netanyahu. Esto ha llevado al gobierno de Nicaragua a acusar a Alemania ante la Corte Internacional de Justicia (ver aquí). Pero, como es de esperar, los políticos alemanes han desdeñado estas acusaciones con la mejor muestra de arrogancia neo-colonial, exhibiendo la autosuficiencia de esta nueva ideología alemana supremacista que se piensa en “el lugar correcto de la historia”.. ¿Qué le va enseñar una dictadura como Nicaragua a una democracia como Alemania?
El uso por parte del Estado alemán de la llamada “culpa histórica”, en gran medida ha significado la defensa incondicional a la política de Israel, aduciendo que las acusaciones acerca de la criminal ocupación colonial y estado de apartheid aplicados a los palestinos son “infundadas”, a pesar de estar basadas en reportes y datos fidedignos. Pero este negacionismo, amplificado por el poder mediático, incluso va más allá de considerar que los que profesan estas acusaciones son simplemente “antisemitas”, movidos por algún rencor desconocido sobre este país tan ejemplar. Entonces,¿cómo explicamos este velo de realidad autoimpuesto?
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Como decía al inicio, Alemania vive su propia realidad intocable desde el exterior. Somos testigos de una gimnasia mental cada vez mas forzada que permite justificar el apoyo a un genocidio en curso. El historiador Patrick Wolfe decía que un genocidio no es un evento, sino un proceso. Un proceso que estamos viendo a diario (ver aquí).
Un proceso que la política y los medios alemanes no solo han decidido no ver, y negar, sino que también sancionar, persiguiendo a quienes decimos que ESO efectivamente está pasando, siendo permitido, y apoyado, por poderes que tienen nombre y responsabilidad.
La situación en Alemania hoy es muy similar a la historia de la película “Don't look up!” (2021), que narra cómo unos científicos descubren que un cometa se dirige a la tierra en tiempos de la postverdad. Pero en este caso, en vez de una amenaza “natural” tenemos un proceso de destrucción completamente “humana”.
Mientras vemos el horror a diario, en los medios alemanes este se discute, debate, y se pone en entre dicho. “Es que Hamás…”, “es que los escudos humanos”, “es que Israel tiene el derecho de defenderse”. Todo ello remite a un tipo de negación en su forma más vergonzosa. Es como si nos dijeran a diario: “¡No hay tal cosa como un 'genocidio' ocurriendo en Palestina!”. Lamentablemente los palestinos en Europa saben que este intento de silenciamiento no es algo nuevo.
La política del silencio aplicada al genocidio de hoy se debe enmarcar en la llamada “Razón de Estado” que ha significado la instrumentalización de la memoria histórica de los crímenes cometidos por los Nazis. Para algunos sectores sionistas más radicales -como los llamados anti-deutsch (anti-alemanes)- los árabes son los nuevos Nazis, por lo tanto, toda crueldad hacia los palestinos termina siendo justificada.
En lo concreto, esto significa que la tan valorada memoria histórica alemana ha fracasado. Esto porque la propia culpa se proyecta ya no en los alemanes, sino en los árabes o palestinos, que ahora deben expiarla.
De hecho, el lema que hoy ha vuelto a exhibirse “Nunca más es hoy” se utiliza para simbolizar el apoyo irrestricto a Israel, como si representara al “pueblo judío” en su totalidad (cosa falsa), negando así los crímenes históricos de Israel contra el pueblo palestino. Un caso de memoria selectiva, y esta actitud de defender lo indefendible, ha calado hondo en tantos alemanes dispuestos a banalizar el mal una vez más.
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Estas proyecciones ideologizadas de la propia culpa (y el deseo) requieren un escrutinio mas profundo. En vez de banderas alemanas el nacionalismo germánico proyectado hacia un Otro -en este caso Israel, la eterna victima- no duda en presentar justamente a ese país como “la mejor Alemania”. En otras palabras, el nacionalismo alemán se vive a través de un apoyo dogmático y casi fanático a un gobierno abiertamente etno-nacionalista. De veras me pregunto, ¿cuál es la lección que Alemania ha sacado de su culpa histórica?
La prohibición del congreso Palestina en Berlín es signo del uso de la mentira y de la sinvergüenza de los medios y la política germana. Somos testigos a diario de como el Estado de Bienestar comienza a trasnformarse en un estado policial, de la mano con una economía de guerra justificada por la “amenaza Rusa”.
Un creciente autoritarismo que busca defender la democracia contra aquellos elementos incómodos y hostiles, aquel enemigo interno, como quien denuncia el genocidio en Gaza. Un tipo de autoritarismo claramente supremacista que, ahora de la mano con un sionismo desatado, nacionalista y fascista, a encontrado su momentum.
Y esto también es una lección para la izquierda chilena, que tiende a coquetear con la idea de un estado de bienestar tipo alemán: Todo esto es una advertencia de lo fácil que es caer en el autoritarismo desde la “Razón de Estado”.
La serie de acusaciones de antisemitismo, por ridículas que sean, siguen siendo lanzadas sin pudor en los medios alemanes. Pero estos ataques constantes esconden algo que le incomoda al poder: que no hay argumento para defender las atrocidades y crímenes de guerra del gobierno de Netanyahu.
No las hay ni en los supuestos “escudos humanos”, ni en los “daños colaterales”, ni en el “argumento de la defensa”. Y como no hay argumento más allá de la ya trillada propaganda y sarta de mentiras del ejercito Israelí que los medios alemanes se empecinan a repetir, la única forma empleada por la política y el poder mediático de contrarrestar la verdad del genocidio, es distorsionarla, privarla de contenido o reprimirla.
Admitámoslo: ¡El rey está desnudo!
Y cuando la historia juzgue a estos criminales y a sus cómplices, Alemania una vez más habrá estado del lado equivocado de la historia.