Una 'Fronda Aristocrática' que seduce, persuade y abandona
En el año 1936 don Alberto Edwards Vives publicó una obra que, hasta nuestros días, explica parte de la aguda y profunda historia política chilena. Dicho abogado y diputado de corte nacionalista y conservador, que en los años 20' parecía atraído a las ideologías de Italia y España, aseveró en ‘La fronda aristocrática en Chile’ que la gestación de la identidad nacional chilena y la construcción del Estado del territorio nacional habían sido producto de las denominadas elites.
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Una realidad que -en su esencia, poder e influencia- parece no cambiar mucho en la actualidad. Incluso si observamos la degradante realidad política que, a momentos, parece estar fosilizada tras aquellos lazos de influencia económica y política.
La sociedad del siglo XIX chileno no fue construida por todas y todos, lo cual resulta bastante verosímil bajo un prisma constitucional de la época, además, tuvo vicios de autoritarismo y una incidencia significativa por parte de la fronda aristocrática del siglo en cuestión, por ejemplo, Diego Portales fue caudillo por excelencia en lo que respecta a las primeras décadas del siglo XIX, junto con los grupos de poder, riqueza y pensamiento ilustrado.
El sitio web oficial Memoria Chilena refiere de manera panorámica el trabajo “La Fronda Aristocrática” de Alberto Edwards, señalando lo siguiente: “En La Fronda Aristocrática, Edwards interpreta la historia política chilena del siglo XIX como una permanente pugna entre un estado autoritario y despersonalizado frente a una aristocracia que busca evitar el fortalecimiento de un estado central capaz de amagar sus intereses, pero que en ciertos momentos debe entregarse a éste para asegurar la estabilidad de las instituciones, el orden público y el respeto a las prerrogativas de la iglesia […] Sitúa en el pasado colonial el origen de este poder impersonal y el respeto casi inconsciente que por él tiene la población. Las convulsiones políticas que siguieron a la independencia amenazaron los intereses de la aristocracia, que para restaurar el orden aceptó la concentración de poderes en el gobierno y en un líder: Diego Portales. Para Edwards, Portales fue la figura que logró dar forma a este estado autoritario, impersonal y virtuoso, que generó un orden institucional estable, el progreso de toda la nación y el respeto por los intereses de la aristocracia. Cuando estos factores entraron en contradicción, la aristocracia le retiró su apoyo al estado autoritario y actuó políticamente para debilitarlo”.
El fin último no es mutilar a la aristocracia chilena, sino más bien hacerla consciente de ese imán que posee, donde izquierdas, derechas y centro, a momentos, se ven total o parcialmente inmersas en sus intereses, claro, producto de la codicia y poder de los bandos medios. Esta es una realidad donde no existe discriminación política, ideológica o religiosa, ya que la fronda aristocrática aún mantiene viva la bandera del poder, esa que seduce, persuade y abandona.
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Probablemente, una realidad que experimenta el exdirector de la Policía de Investigaciones (PDI), Sergio Muñoz, reflejo de alguien aspiracional, “ingenuo” y con una alta sobrevaloración respecto de sus lazos y puentes de protección. Una ironía para todos los que semanalmente contemplamos la contingencia país. Por otra parte, tanto es el poder que alberga la aristocracia, que el efecto dominó no tarda en aparecer. Sin duda, personificado en situaciones, personas, documentos y tráficos de influencia. Un poder que se hospeda a la sombra de la discusión pública.
Tal vez, tras el reciente caso “filtración de información reservada” por parte del exdirector de la PDI, Sergio Muñoz, se visibiliza una y otra vez como aquellos “títeres humanos”, esos que se ilusionan con el poder y que luego de ser protegidos por una parte de la aristocracia con el fin de reservar información, cuidar intereses, o bien, pavimentar “nuevos trabajos”, son abandonados por el poder, ese que un día los colocó, cuidó y cimentó.
Durante la audiencia de formalización, el fiscal Francisco Lanas, de la Fiscalía Metropolitana Oriente, indicó que Muñoz transmitió información a Hermosilla sobre investigaciones como el caso Minera Dominga y Enjoy, además de las indagaciones contra el exintendente Felipe Guevara, el exalcalde de Vitacura Raúl Torrealba y su antecesor Héctor Espinosa.
Me pregunto, ¿Quién es el poder detrás de todo esto? ¿Tras la llegada del nuevo director de la PDI, don Eduardo Cerna Lozano, se podrá cercenar lo sucedido? ¿Qué piensa la ciudadanía respecto de la incidencia de poder que mantienen ciertos agentes públicos?
Esos valores de servicio, ética, libertad y autonomía que enarbolaban los griegos, parecen estar muy lejos del imaginario político en la actualidad, donde la aristocracia y grupos de poder, tienden a “capturar” los nichos donde se concentran las tomas de decisiones a puertas cerradas.
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La oligarquización de la política, centralización del poder y autoritarismo, son solo algunas de las cosas que tienden a deslegitimar el sistema político en su conjunto, no obstante, esas cuestiones son “naturalizadas” y entendidas como “virtudes políticas” precisamente por la dimensión política oligarquizada, una bazofia de mentira, degradación sistemática e incidencia por mantener el tan anhelado poder. Ahí es donde aparece la fronda aristocrática chilena, una que seduce, persuade y abandona.