¿El legado democrático de Sebastián Piñera en Chile?
La trágica muerte de Sebastián Piñera, ahogado en el Lago Ranco luego de manejar su helicóptero personal el pasado 6 de febrero, abrió la discusión sobre el carácter democrático o no del ex mandatario en el país a lo largo de su trayectoria política durante toda su vida, la cual estuvo marcada por no pasar desapercibida hasta el final.
Por lo mismo, han salido distintas voces y sectores, ya sea a defender o cuestionar su legado, mencionando sus luces y sombras, de las cuales lo que las une es el inmenso protagonismo que tuvo Piñera a nivel político y económico en los últimos 30 años en Chile, siendo dos veces presidente y una de las personas más ricas del país.
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Dicho esto, la figura de Piñera es bien particular si se le compara con otras figuras políticas y empresariales, ya que llevó al extremo el pragmatismo y el oportunismo para alcanzar sus metas, sin caer en grandes fanatismos ideológicos ni en posiciones fijas, pero también no teniendo principios claros y un marco ético consistente, lo que lo terminó involucrando en muchas acciones al borde de la ilegalidad.
De ahí que toda su vida haya sido un jugador y un especulador, no solo para expandir su fortuna, sino también para relacionarse con los demás, lo que se reflejó en una biografía que transitó por su vinculación instrumental e individualista con la política y con algunas causas, sin mayor convicción, con tal de intentar mostrarse protagonista frente a la sociedad.
En consecuencia, no debiera sorprendernos sus inconsistencias, ya que a pesar de que siempre se haya presentado como una persona de centro derecha que estuvo siempre contra la dictadura, en el momento en que Augusto Pinochet fuera detenido en Londres (ver video aquí), fue de los primeros en salir en su defensa, como el peor de los pinochetistas, con tal de dejar contento a su sector político y beneficiarse de ello ganando notoriedad.
Lo mismo cuando se presentaba como un gran servidor público, a pesar de tener un verdadero prontuario de irregularidades y conflictos de interés con el mundo de los negocios, como bien se expone en detalle en esta columna del periodista Daniel Matamala (ver aquí), en donde se destaca el escándalo financiero en el Banco de Talca, los pandora papers, su compra de acciones de la empresa LAN con información privilegiada, la creación de empresas zombis para evadir impuestos, el caso Chispas, el caso Exalmar.
No es casualidad, por tanto, que no fuera capaz de entender el sentido de las movilizaciones estudiantiles de los años 2011 y 2012, y usara la expresión de que la educación era un bien de consumo en medio de las protestas (ver video aquí), mostrando una indolencia y una desconexión completa con la sociedad que estaba viviendo, como si Chile no fuera un país con un enorme malestar por sentirse abusado y por su endeudamiento, dentro de un sistema brutalmente desigual y segregado.
Su visión neoliberal y tecnocrática del mundo, pero siempre a su manera, lo llevaron a venderse a sí mismo como un impulsor del crecimiento económico, del emprendimiento y un experto en gestión, lo que le servía para esconder su infinita ambición y su obsesión por figurar y tener reconocimiento a toda costa, lo que constantemente lo hacía cometer torpezas en actividades de todo tipo, lo que le llevó el título de Piñericosas (ver aquí)
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Con esto no digo que no haya tenido ciertos aciertos durante su gestión como gobierno, como lo fue la reconstrucción después del terremoto del 2010, el rescate de los mineros ese mismo año o el manejo de la pandemia en términos sanitarios, pero para ser presidente se necesita también saber escuchar, articularse con otros que piensan distinto y conectarse con la sociedad, no solo responder rápido ante catástrofes.
Se podrá decir además que nunca fue un fanático conservador, ya que durante sus gobiernos no se opuso a leyes importantes para el movimiento LGBTIQ+ por ejemplo, como lo fue la ley de acuerdo de unión civil, la ley de identidad de género y la ley de matrimonio igualitario, pero esa apertura se fue a cualquier lado en el momento que se posicionó contra la constitución escrita por la Convención Constitucional el año 2022, la cual precisamente era un texto que incorporaba a distintos sectores excluidos históricamente, pero se sumó rápidamente al coro de los grupos más reaccionarios del país.
Pero lo más grave de todo, que marca un antes y un después en su vida política de mala manera, fue su reacción criminal frente a la revuelta social del año 2019, en donde en vez de escuchar las demandas de la ciudadanía, le declaró la guerra a un pueblo movilizado (ver video aquí), y fue el principal responsable de las violaciones generalizadas de los derechos humanos, generando muertes, mutilaciones masivas de ojos y miles de detenidos, como bien han evidenciado distintos organismos.
Sus defensores dirán que fue el presidente que apoyó el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, luego de aquel 15 de noviembre del 2019, en donde el congreso inició un proceso constituyente institucional inédito, pero el daño y el terror generado por las fuerzas del estado ya había sido causado por Piñera, por lo que fue un salvavida para el ex mandatario, usando esta salida constituyente de manera oportunista para intentar limpiar su imagen que estaba en el suelo y aumentar un apoyo ciudadano que iba en picada contra él, el cual llegó al 6% de aprobación (ver aquí).
Asimismo, algunos ingenuamente creímos en la posibilidad de que Piñera liderara una derecha liberal y democrática, luego que en la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado en el año 2013, cerró el Penal Cordillera, en donde estaban violadores de los derechos humanos llenos de privilegios, así también cuando señaló la idea de cómplices pasivos, con respecto a los civiles que fueron cómplices de la dictadura (ver aquí).
Sin embargo, en los 50 años del golpe de Estado, el pasado 2023, a pesar de haber firmado una carta llamada “Compromiso: Por la Democracia, siempre", no quiso asistir al acto conmemorativo en el Palacio de La Moneda, aludiendo a un clima de confrontación en ese momento (ver video aquí), no estando así a la altura del momento histórico del país, el cual necesitaba que todos los ex mandatarios en ese día estuvieran presentes, más allá de sus diferencias.
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Ante todo lo señalado anteriormente, Sebastián Piñera no tiene forma de tener un legado democrático, como algunos plantean, sino más bien un actuar político centrado en sí mismo, que hasta el último minuto de su vida creyó que podía controlarlo todo a su manera, sin importarle las circunstancias, las consecuencias y los mensajes que le daba su entorno, que fiel a su estilo, jamás los consideró.