Soy peatón

Hace muchos años me pillaron en la ruta con la licencia de conducir vencida y un paco me perdonó la vida. En ese momento no tenía auto (iba manejando una camioneta ajena) ni plata para sacar licencia nueva. Dejé de manejar. Con el tiempo me dio pereza volver a hacerlo, así que camino.

Soy viejo

Camino bastante, y aunque tengo mis años no he perdido la velocidad.  Un viejo caminando tiene la ventaja de no llamar la atención. Camino sin preocuparme demasiado (salvo al cruzar la calle, claro).

Pero no siempre fue así

Cuando empecé a ir a la escuela era el más chico del curso y fui el más petizo toda la básica. Tenía su gracia ser chico, pero andar caminando entre extraños no siempre era una experiencia tranquila. Un enano andando solo por la calle llamaba la atención. De vez en cuando tenía la impresión de que cualquiera podía venir a sacarme la cresta sólo por darse el gusto de hacerlo.

Supongo que nos debe haber pasado a todos en algún momento: andar solos por lugares en que no nos sentíamos seguros, sólo por ser niños, sólo por ser pequeños, sólo por la posibilidad de que nos “pasara algo”.

¿Recuerdan ese miedo?

Por algún azar, esta semana me acordé de esos miedos y me pregunté: ¿se parecerá a esto lo que siente una mujer que sale a la calle con temor a una agresión? ¿Es posible que ese temor que sufríamos de niños los hombres lo estén sufriendo tantas mujeres adultas, todos los días, solo por ser mujeres?

Yo fui afortunado: mi temor infantil a ser agredido no fue consecuencia de una agresión real, pero las mujeres que hoy se están manifestando con el #YoTambién nos están diciendo que sus temores no son imaginarios como eran los míos (y no se pasaron al dejar la infancia).

Nos invito, machos, a hacer memoria. A recordar el miedo que un día sentimos,  porque parece que ahora somos nosotros los que estamos provocando  miedo

¡Y no es eso lo que queremos!

Busquemos la forma de que se note

#YoTambien