Trump y América Latina
Días previos a la actual asunción de Trump como presidente, corrió la noticia de que se reunió con “expertos sobre América Latina” y que en esa ocasión se habló sobre Centroamérica y Venezuela.
I. ¿Expertos en América Latina o empresarios oportunistas?
Antes de profundizar en el contenido de la reunión, vale la pena hacer algún comentario sobre los “expertos” que hablaron con Trump, que más que expertos en América Latina son empresarios que destacan por su pragmatismo, sumado a trayectorias de dudosa legitimidad y legalidad.
Uno de ellos, es Julio Lagorría, embajador de Guatemala en Estados Unidos. Es un empresario dedicado a la asesoría política a través de su empresa “Interimage Latinoamérica” y se lo conoce por haber estado involucrado en una estafa al Estado guatemalteco junto con el grupo empresarial Magdalena de la familia Leal Pivaral. Se destacó en los últimos años por su lobby a favor de la Alianza para la Prosperidad en el Congreso estadounidense, Alianza firmada por los países del Triángulo Norte de Centroamérica para el “desarrollo” y la seguridad, organizada y supervisada por Estados Unidos. Lagorría es miembro del Inter American Dialogue, think-tank que ha destacado por su prédica y practica en contra de los gobiernos progresistas de América Latina, en particular el de Venezuela. Este organismo rechazó la candidatura de Trump, pero ahora que es presidente, vemos que sus integrantes no tienen demasiado reparo en negociar con el magnate.
El otro “experto”, es Freddy Balcera, un cubano-americano, consultor demócrata que asesoró a Obama en asuntos hispanos, pero que a la vez, trabajó a nivel empresarial con Trump. Durante las últimas elecciones, Balsera fue miembro de un Comité de Acción Política (Correct the Record) para reunir fondos para Hillary Clinton e incluso operó como orador sustituto en dicha campaña. Pero su “doble juego” era tan evidente que miembros del partido Demócrata en Miami solicitaron que Hillary castigara a Balsera por haber apoyado a un congresista Republicano, Carlos Curbelo que trabajaba con Trump, además de haber trabajado él mismo para Trump en el pasado[2].
II. La reunión: los 20 minutos para América Latina
Es importante señalar que la reunión con Trump fue de solo 20 minutos. Ni media hora para América latina. Lo único que se ha publicado sobre la reunión es que, aparentemente, Trump estaría preocupado por los presos políticos (que en realidad son políticos presos) en Venezuela y por la migración centroamericana; temas que la administración Obama asumió como “problemas de seguridad nacional”: batió record en deportación de migrantes ilegales y renovó el decreto que define a Venezuela como una amenaza a la seguridad de Estados Unidos. Desde esta perspectiva, las amenazas de Trump se comprenden como la profundización de lo ya iniciado por su antecesor.
III. Lo que (parece) no se habló, pero que sí importa a Trump
Parece que no se habló sobre México, país que sí quedó “al borde del caos” luego del triunfo de Trump, atrapado entre la devaluación del peso mexicano, la inflación y los gasolinazos. En efecto, el presidente Peña Nieto ha realizado cambios en el equipo de gobierno: colocó al ex ministro de Hacienda Videgaray (que organizó una reunión con Trump en plena campaña) como Ministro de Relaciones Exteriores y colocó a Gerónimo Gutiérrez Fernández, funcionario del Banco de Desarrollo de América del Norte en el marco del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) para “dar batalla” ante las posibles medidas proteccionistas de Trump. Conociendo la trayectoria de los gobiernos del Partido de la Revolución Institucional (PRI, actualmente en el gobierno) y del Partido Acción Nacional (posible sucesor), sabemos que la “batalla” consistirá en una negociación que disminuya el impacto en los empresarios (las mayorías mexicanas hace décadas que están fuera de la agenda).
Mientras tanto, la revista Forbes titula que una de las filiales de la estadounidense General Motors desafía a Trump en México: “la directora de General Motors rechazó considerar transferir su producción de autos pequeños de México a Estados Unidos” además de advertir que “es muy pronto para especular acerca del impacto potencial del posible impuesto fronterizo mencionado por Trump. Digamos que de lo dicho por Trump a los hechos, habrá mucho trecho y no solo con el gobierno Mexicano (eso es lo de menos) sino con las transnacionales estadounidenses.
El otro país en cuestión es Cuba. Justo unos días antes de dejar su mandato, Obama anuló la ley pies mojados-pies secos, quitando los privilegios otorgados a los cubanos que llegaban a EEUU, que ahora serán tratados como el resto de los migrantes. Así, cumple con una de las peticiones del gobierno cubano. Esto, en el marco de la amenaza de Trump de revertir los avances en este acercamiento a Cuba. Durante la campaña, Trump advirtió que no admitiría el “abuso de los derechos humanos” en la Isla. Sin embargo, queda un lugar a la duda considerando que Trump es antes que nada y después de todo, un empresario. Y un empresario dedicado especialmente al sector turismo, uno de los sectores que más presionó para que se reestablezcan las relaciones con Cuba.
Esto es por el momento lo que se sabe acerca de las preocupaciones de Trump sobre América Latina. Por ahora, todo parece indicar que la atención se dirige principalmente hacia el “nuevo oriente geopolítico”. Rusia y China, cada una a su manera, ocupan la mayor parte de la agenda exterior del próximo gobierno de Trump. Sin embargo, y como siempre desde la Doctrina Monroe, América Latina continuará en el foco de la agenda (oficial o extraoficial) de este país del Norte, con México y Cuba como objetivos inmediatos. Aún falta por ver si Trump continuará con estrategia de Obama de golpes de Estado “blandos” (Honduras, Paraguay y Brasil) o si se inclinará (en un hecho histórico) a respetar la soberanía en la región.