El control de Identidad es otro signo de una democradura

El control de Identidad es otro signo de una democradura

Por: Dr. Tito Tricot | 11.04.2016
¿Por qué osan los políticos perforarle el pulmón por donde intenta respirar apenas la Democracia en esta sempiterna transición cuando en cada esquina le intentan arrebatar el derecho a aquella relación eterna y orgásmica con la Libertad, como los amantes de verdad. Es que cada noche acecha la sospecha de que la desean forzar a una conjura incestuosa con una dictadura que algunos creían fenecida y olvidada. Y claro, porque el control de identidad es otra simiente de la procreación de una democradura en Chile.

Si la Democracia derrama lágrimas de hielo es porque murió de pena o de golpe de Estado. Si la Democracia se derrite en el marasmo del desierto más desesperado de todos los desiertos es porque desapareció la Libertad. Es que ambas –Democracia y Libertad– deberían convivir, acaso tener una relación eterna y orgásmica, como los amantes de verdad.

Aquello que denominamos Democracia debería desplazarse virtuosamente por las cuerdas del violín de la política, pero claro la política real poco tiene de virginal, entonces surgen las dudas, se ocluyen las compuertas de la participación, el ejercicio de la soberanía, la formulación de las interrogantes. La Democracia se torna cada vez menos democrática. Chile, por cierto, constituye un caso paradigmático en este respecto, no solamente en la actualidad, sino que también  en perspectiva histórica. Porque siempre nos dijeron que este país del fin del mundo era el paraíso institucional, que la dictadura era solamente un paréntesis en nuestra historia republicana. Sin embargo, cuando los arqueólogos del futuro desentierren los papiros de los bosques, cordilleras y ríos de Chile, hallarán desaparecidos, torturados, asesinados, masacres de obreros, campesinos, estudiantes y mapuche a través de toda nuestra historia. Es decir, el paréntesis histórico del cual nos hablan parece no ser un interregno, quizás una condición más bien  permanente de nuestra cultura política.

Como la espeluznante cultura de los controles de identidad, que durante la dictadura se llamaron detenciones por sospecha, aunque pudieran haberse nombrado de cualquier manera, porque en ese aciago periodo no se requerían signos para detener y matar. En aquella época se buscaba desplegar el terror para instalar el control social, ese era el fin último de la dictadura: el disciplinamiento absoluto de la sociedad a través del miedo. La dictadura te detenía para identificarte, amedrentarte, desmovilizarte, desorganizarte, castigarte. El control preventivo tenía como objetivo el control definitivo del individuo y del colectivo.

Ahora, para que la Democracia no vierta lágrimas de hielo y morir de  pena o golpe de Estado, le asiste el derecho a preguntarse si no es lo mismo lo que persigue la clase política en el poder: ¿Buscan el gobierno, el congreso, los partidos políticos de la Nueva Mayoría y de la Derecha el control social total mediante la imposición del miedo?

¿Por  qué osan los políticos perforarle el pulmón por donde intenta respirar apenas la Democracia en esta sempiterna transición cuando en cada esquina le intentan arrebatar el derecho a aquella relación eterna y orgásmica con la Libertad,  como los amantes de verdad. Es que cada noche acecha la sospecha de que la desean forzar a una conjura incestuosa con una dictadura que algunos creían fenecida y olvidada. Y claro, porque el control de identidad es otra simiente de la procreación  de una democradura en Chile. La democradura es el vástago de una transición pactada, de una transacción cupular de la cual fue excluida el pueblo chileno, del mismo modo que ahora fue desplazado del debate acerca del control de identidad y su verdadera dimensión social y política.

Con la excusa de luchar contra la delincuencia, que sin duda constituye un problema, el gobierno ha impulsado una agenda de políticas públicas de seguridad ciudadana que han fragilizado la democracia, en otras palabras, se ha transformado en inseguridad ciudadana, puesto que se están vulnerando crecientemente derechos fundamentales. El Protocolo asociado al Control Preventivo de Identidad autoriza a Carabineros y a la Policía de Investigaciones a retener a cualquier persona donde se encontrare para solicitarle su identificación. El funcionario debe otorgarle las facilidades para encontrar un medio de identificación –carné, pasaporte o licencia de conducir. Además, el policía deberá mostrar su placa e identificarse también. En caso que la persona retenida no pueda demostrar su identidad, será conducida a la unidad policial más cercana donde permanecerá por un periodo de hasta  4 horas en caso de ser mayor de 18 años, y de hasta 1 hora en caso de ser menor de edad, es decir mayor de 14 y menor de 18 años.

El problema es que queda a criterio de la policía el determinar a quién o quiénes deberá  “controlarse preventivamente”. Porque si se trata de prevenir un delito, que es lo que supuestamente busca la Ley ¿Cómo puede un funcionario policial, de manera subjetiva, sin caer en conductas arbitrarias y discriminatorias, dibujar en el presente lo que sucederá en el futuro? El policía se convertirá en una especie de dios con uniforme y armado que decidirá el carácter de sospechoso de jóvenes, adultos y niños. Es que, y aquí lo más preocupante, el funcionario posee la facultad omnímoda de decretar qué ciudadano –no el delincuente que tiene orden de detención pendiente–  debe ser “controlado” pues podría estar a punto de cometer un delito, o ha cometido un crimen o simplemente adolece de cierta opacidad. Durante la dictadura se le detenía por sospecha, ahora bajo esta democradura se le retiene por control preventivo de identidad, lo cual no es lo mismo pero es peligrosamente igual.

Como  la censura y la persecución a los medios de comunicación antidictatoriales. Hoy se intenta hacer lo mismo impidiendo informar sobre investigaciones judiciales en curso. Se sancionarán las filtraciones que se produzcan en el marco de dichos procesos, seriamente cercenando el derecho a la libre expresión. La criminalización del derecho a la información es equivalente a la criminalización del disenso y la crítica, que debiesen ser consustanciales a todo régimen democrático.

Especialmente grave serán los casos, como también se pretende, cualquier filtración desde procesos relacionados con la aplicación de la Ley anti-terrorista. Esta Ley, como es bien sabido, se utilizó en dictadura contra los opositores a ésta, y desde hace tres lustros se usa mayoritariamente contra el pueblo mapuche. Una miríada de causas contra comuneros mapuche acusados de delitos terroristas han concluido sin condenas por la debilidad de las pruebas presentadas por la Fiscalía. La vulneración de derechos de los mapuche detenidos por acciones de protesta social han sido recurrentes, y sin las denuncias realizadas por algunos  medios de comunicación, especialmente de redes sociales, nada se hubiese sabido. La nueva Ley imposibilitaría y sancionaría penalmente, tanto a la fuente como al que publique la información.

Es el control de la palabra para garantizar el control social en un país donde la Democracia parece haberse transformado ella misma en tan solo una palabra. El Control Preventivo de Identidad es el condón de la Democracia: no la deja ser, no la deja nacer, es el preludio de una Democradura.