Hay mucho de qué hablar sobre la ceremonia de ascensión del Presidente Nº 47 del país más poderoso del mundo, Estados Unidos, más conocida como la inauguración de Donald J. Trump. Por ejemplo, podríamos mencionar algunos desajustes en el protocolo, el ‘dress code’ de demócratas y republicanos, el fervor de la ‘Trump’s army’, o el claro y provocador discurso de Trump, quien en su período anterior fue llamado ‘the destroyer’.

Esta denominación se usó por los medios de comunicación para destacar su capacidad de reconfigurar -o más bien alterar-, la geopolítica mundial con su atrevida diplomacia del discurso (‘speech diplomacy’).

De acuerdo a la activista estadounidense de izquierda, Sara Flounders, con el gobierno de Trump hay que esperar lo inesperado. Por su parte, el profesor asociado de la Universidad de Villanova habla de una época de ‘neo-fascismo’ donde se instala un gobierno de capitalismo anárquico, que nos recuerda el libertarismo de Javier Milei. Una autocracia abierta (Anne Applebaum, 2024), que se presenta como una ‘democracia burguesa’ que funciona como una policía estatal, es decir, un lobo en piel de oveja vistiendo como un estado de libertades individuales.

También se hace referencia a un poder imperialista que quiere el Canal de Panamá, Groenlandia y territorios de México y Canadá. Finalmente, un ’capitalismo tardío’ (Fredric Jameson, 1992) con una tecno-oligarquía que entra a tener no sólo el poder del país del norte, sino que pretende un poder mundial; en palabras del periodista Daniel Matamala, “estos empresarios ponen sus plataformas al servicio de agendas políticas y desinformación en beneficio de la extrema derecha global” (La Tercera, 19/01/2025).

En este escenario las variables de análisis y predicción del gobierno del republicano son complejas, y sus efectos en una potencia pequeña, ‘intermedia’ en palabras de Boris Yopo Herrera, como Chile son aún más complicadas. El gobierno de Trump obligará a los países si o si a tomar posiciones en comercio internacional, y se hará carne la premisa de ‘si no estás con Estados Unidos, éstas en contra de él’.

A diferencia de México (80%), nuestro país tiene sólo una dependencia económica de un 46% con el país norteamericano (BBC News, 03/01/2025), mientras que tiene una importante dependencia comercial con China, que es el principal destino de sus exportaciones, especialmente de cobre. Sin embargo, el país asiático presenta una importante desaceleración, lo que impactará de lleno al país, y nos obligará a mirar con afecto otras alianzas, aunque éstas no encarnen el ideario ideológico del gobierno de turno.

No son tiempos ya de ‘no alineamiento activo’ (Carlos Fortin y otros, 2021), pues más temprano que tarde, tendremos que elegir entre el país del norte o China. La estrategia multilateral en nuestra política exterior debe ser estudiada, pues el poder discursivo y realizativo de Trump y su tecno-autocracia teñirá necesariamente las agendas electorales de este año.

Sin ir más lejos, los discursos emanados en el debate presidencial de Ecuador giraron en torno a la estrategia ‘mano dura’ en todos los sentidos. La nueva era de oro de Trump empujará a que las políticas domésticas en Chile sean cada vez más anti-migratorias, anti agendas ‘woke’, con una jibarización importante del Estado y del gasto público, y la vuelta de oligopolios sirviéndose al Estado como un botín (Mario Waissbluth, Voces La Tercera, 26/07/2016; Carlos Tromben, Interferencia, 09/10/2021).

El dicho mexicano de “pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” aplicará para la nación chilena como “pobre Chile, tan terra australis , pero tan próxima al ‘Tío Sam’ y su maquinaria de caudillismo y oligarcas”.