Narcotráfico, mujeres y cuidados
En las últimas semanas hemos visto un aumento en los operativos contra el narcotráfico dejando al descubierto solo algunas puntas de iceberg de lo que implica este andamiaje criminal, que va aproximándose a la realidad de algunos otros Estados vecinos de nuestra región.
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Es probable que en la base de esos iceberg haya muchas mujeres, lo que podría mantener la tendencia al alza de las mujeres imputadas y condenadas por la Ley de drogas.
El porcentaje de mujeres en prisión aumentó en un 56% entre el 2020 y el 2022, cuando se registraron 3.308 mujeres privadas de libertad, lo que hace de Chile el segundo país con la más alta proporción de mujeres presas de América Latina.
A su vez, 66,6% de las mujeres imputadas y 47,4% de las condenadas es por Ley de drogas. Si el narcotráfico va en aumento y las mujeres privadas de libertad también han aumentado, con una mayor proporción de ellas en dicha condición por Ley de drogas, hay una evidente relación que despierta algunas preguntas.
La tasa de ocupación informal es más alta en las mujeres, esto muchas veces debido a que es más compatible con el desempeño de roles domésticos. Si a esto agregamos que muchas veces las trayectorias formales de educación de las mujeres se ven interrumpidas por las obligaciones de atender lo doméstico y los cuidados, resulta en varias relaciones cruzadas entre mujeres, pobreza, embarazo adolescente, deserción escolar, desocupación y empleos informales.
Lo anterior arroja explicaciones sobre la posible compatibilidad entre el trabajo doméstico y de cuidados y las actividades delictuales, en especial en relación a las drogas, debido a que producen dinero en grandes cantidades y a gran velocidad.
Las mujeres somos las cuidadoras de la sociedad. En dinámicas sociales altamente individualistas y tendientes a la preservación de los mundos privados las mujeres, además, usualmente cuidamos solas y sin redes comunitarias, ni Estado.
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La suerte de las niñeces se encuentra en el seno de sus familias, especialmente de sus madres. Es esta preponderancia de las familias como unidad básica en las sociedades contemporáneas capitalistas la que explica una cierta estabilidad del porvenir de las personas y la escasa movilidad social. Y las mujeres estamos al centro, pues sostenemos lo reproductivo, lo doméstico y los cuidados de la población.
Aproximadamente el 89% de las mujeres presas son madres, lo que aporta sustento a la compatibilidad de roles domésticos con la actividad delictual, pero más que eso, arroja lo preocupante que es la situación para la sociedad en su conjunto.
La posibilidad de reproducción de pobreza y trayectorias de vida propensas a la actividad delictual queda al descubierto si reconocemos también que hay estudios concluyentes en torno a que las actividades generales con drogas se ligan a condiciones sociales vulnerables, a su vez que existe evidencia de que las personas presas cargan con historiales que van desde el haber sufrido maltrato en la infancia, haber crecido en custodia estatal e incluso haber vivido en la calle. Es fácil ver que las condiciones de vida vulnerables son un factor de riesgo del comportamiento infractor que puede desarrollarse en la adolescencia y a lo largo de toda la vida.
Dada la dinámica social y familiar que conocemos, las mujeres presas y, sobre todo, las mujeres madres presas implican procesos de cuidados y domésticos rotos, donde fácilmente se acentúan las condiciones de vulnerabilidad, abandono y carencias que pueden reproducir círculos no solo de pobreza, sino también delictuales.
Esta es solo una arista de la complejidad que significa el narcotráfico, y devela una serie de focos que se deben atender con miras a erradicarlo. Así como la pobreza es multidimensional, el narcotráfico también lo es y, por ende, sus soluciones también lo son.
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Por lo pronto, la prevención corre por múltiples carriles paralelos en que hace falta: reducir los embarazos adolescentes, evitar la interrupción de las trayectorias educativas, la creación de empleos formales (con foco en las mujeres), los cuidados comunitarios, la erradicación de roles de género, un Estado presente en el cuidado digno de las niñeces, entre muchas, muchas, otras cosas que van increíblemente más lejos que las respuestas simples que versan de militares y cárceles. Y, por supuesto, hay en esto también una componente de género.