Ciencias Sociales: Navegando hacia futuros posibles
Con el inicio de un nuevo año académico enfrentamos nuevamente la tentación de aislarnos en la comodidad de nuestros campus, sumergirnos en la elaboración de artículos o concentrarnos exclusivamente en tareas estudiantiles. Este aislamiento académico es un obstáculo que tanto profesores como estudiantes debemos superar, manteniendo siempre viva la conexión con las preguntas fundamentales y el mundo más allá de nuestras aulas.
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En el campo de la sociología y las ciencias sociales, una pregunta clave ha sido si el desarrollo social sigue alguna dirección determinada. Inspirados por Jean-Jacques Rousseau, algunos argumentan que la humanidad disfrutó de un pasado igualitario y pacífico que decayó con el inicio de la agricultura, la acumulación de excedentes y la revolución industrial. Contrariamente, basándose en Thomas Hobbes, otros sostienen que la humanidad primitiva vivía en un estado de barbarie y conflicto, hasta que el surgimiento del Estado-nación trajo consigo la civilización.
La primera perspectiva puede llevarnos a idealizar un pasado inexistente y a una actitud de resignación, sugiriendo que poco se puede hacer más allá de retirarse de la sociedad o buscar una revolución. La segunda perspectiva, por otro lado, choca con la realidad de masacres recientes y la crisis climática, que amenaza nuestra supervivencia. Se hace evidente entonces que ni las comunidades antiguas eran perfectas ni las sociedades modernas representan el pináculo de la civilización.
Prefiero adoptar la visión de David Graeber y David Wengrow en el libro El amanecer de todo, donde se ve a la humanidad como un experimento constante y abierto de coexistencia en diversas formas.
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Lo distintivamente humano es nuestra capacidad de crear culturas y mundos propios, manteniendo siempre un horizonte de posibilidades abierto. Por tanto, es un error intentar restaurar un pasado idealizado o resignarse a vivir en un mundo predeterminado.
La reflexividad y la creatividad humana deben ser movilizadas constantemente. Tenemos la capacidad de elegir cómo actuar en cada momento, influyendo así en nuestro futuro. A pesar de las influencias de estructuras sociales y culturales, como señala Margaret Archer, tenemos el poder de elegir y modelar nuestro futuro.
Los conflictos actuales, como los observados en Ucrania y Gaza, no son inevitables ni reflejan una violencia intrínseca a la humanidad. Son el resultado de decisiones específicas, y otras decisiones son posibles. La oportunidad de cambio se juega en múltiples niveles, también en el aquí y ahora, en "nuestro pequeño mundo", como lo llama la filósofa y socióloga Ágnes Heller.
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Es tarea de la sociología y las ciencias sociales demostrar que hay caminos alternativos y que la historia está abierta a diferentes desenlaces. Las teorías, metodologías, publicaciones y espacios educativos que construimos deben estar fundamentados en la convicción de que nuestro trabajo puede contribuir a mejorar nuestras relaciones y decisiones, alejándonos de la catástrofe y el sufrimiento.