La utilidad de lo inútil: ha muerto el humanista Nuccio Ordine
Me entero recientemente –¡ah, la vorágine de las clases universitarias a fines de semestre, junto con tantas otras ocupaciones personales de la semana y las visitas a acompañar y regalonear a mi pequeña nieta!– del fallecimiento del pensador y académico italiano Nuccio Ordine el pasado sábado 10 de junio.
Había obtenido, hace poco más de un mes, el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2023, pero no alcanzó a recogerlo. El jurado lo distinguió “por su defensa de las humanidades y su compromiso con la educación y los valores enraizados en el pensamiento europeo más universal”, reconociéndolo también por establecer “un diálogo con la sociedad contemporánea para transmitir, en especial a los más jóvenes, que la importancia del saber se encuentra en el proceso mismo del aprendizaje”.
Entre las obras de este humanista, destaco aquí su manifiesto La utilidad de lo inútil (2014), en el que arremete contra lo que podemos llamar “la visión servicial de las cosas”: en nuestra sociedad del rendimiento pareciera que las cosas que valen son las que muestran una inmediata utilidad.
¿Sirve o no sirve esto ahora? es la pregunta del momento ante nuestras ideas, discursos, proyectos y acciones. Impera por todas partes el valor de la eficacia, entendida esta como lo que demanda el mercado. ¡Todo tiene que servir ya! Todo tiene que ser útil a corto plazo… o no vale nada.
Esta visión servicial se ha extendido también al ámbito educativo. Los estudios tienen que ser rentables laboralmente o se convierten en pérdidas de tiempo injustificables. La curiosidad intelectual o el afán de conocer no bastan para legitimar los años y los gastos invertidos en cualquier esfuerzo académico. Las carreras universitarias provechosas son las que atienden a las exigencias de las empresas. La educación humanista –o sea, no directamente instrumental– parece ya no servir.
Ordine llama a esta visión servicial “la lógica del beneficio” y nos asevera que está corroyendo por su base las instituciones (escuelas, universidades, centros de investigación, laboratorios, museos, bibliotecas, archivos) y las disciplinas (humanísticas y científicas), cuyo valor corresponde al saber en sí ajeno a finalidades utilitarias e independiente de la capacidad de producir ganancias inmediatas o beneficios prácticos a corto plazo.
En La utilidad de lo inútil, Ordine señala que lo que trae beneficios para el espíritu se califica actualmente como inútil porque no trae provechos económicos inmediatos. Por ejemplo, el interés por saber e indagar sin objetivo inmediato práctico, sino en vista de adquirir conocimientos para perfeccionarnos como personas. Escribe: “Existen saberes que son fines por sí mismos y que –precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial– pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad”. A su juicio, esto aparentemente inútil tiene en verdad la enorme utilidad de ayudarnos a ser mejores seres humanos.
En el contexto del paradigma economicista dominante –que privilegia tan solo la producción y el consumo, despreciando todo lo que no sirve a la lógica utilitarista del mercado– la educación parece olvidar su propósito de “cultivar la humanidad” (la noción es de Martha Nussbaum, filósofa norteamericana) y se dirige más bien a la formación de sujetos laborales aptos. Este es, sin duda, uno de los motivos (y no el menor) que guían los intentos, cada cierto tiempo en nuestro país, por quitar las asignaturas de Filosofía y de Historia del currículo escolar de enseñanza media.
Sostiene Ordine que la utilidad de los saberes “inútiles” se contrapone radicalmente a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, elimina de manera creciente “la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana”. Invitando a pensar en torno al hecho de que hoy, precisamente en momentos de crisis, tenemos más necesidad que nunca de aquellos conocimientos inútiles que nutren el espíritu, que invitan al amor por el bien común, al respeto del otro, a la solidaridad, a la paz y, sobre todo, a luchar contra la corrupción del dinero y el poder, nuestro autor convoca en su manifiesto a un vasto conjunto de filósofos y escritores de los que cita textos e ideas.
Leer este libro de Ordine –que nos dejó tempranamente, a sus 64 años de edad– ayuda a tomar real conciencia de que el cultivo y la enseñanza de la filosofía, la literatura, la ciencia, los saberes clásicos y las disciplinas artísticas constituyen –como él asegura– “el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un vigoroso desarrollo”.