Miguel Bustamante, Convergencia Social:

Miguel Bustamante, Convergencia Social: "No podemos solo ser una hinchada del Gobierno"

Por: Camilo Espinoza | 17.10.2022
El próximo 22 y 23 de octubre, habrán elecciones internas en Convergencia Social, el partido del Presidente Gabriel Boric. En El Desconcierto hablamos con Miguel Bustamante, excandidato a alcalde de San Ramón y aspirante a encabezar la colectividad por la lista "Convergencia con Todes".

Miguel Bustamante Araneda (37) es tecnólogo médico y dirigente sindical del Hospital San Borja Arriarán. En 2021, fue el abanderado del Frente Amplio para competir por la alcaldía de San Ramón.

En esa comuna, es uno de los denunciantes del caso judicial contra Miguel Ángel Aguilera, exalcalde formalizado por los delitos de enriquecimiento ilícito, cohecho y lavado de activos.

Actualmente, Bustamante encabeza la lista "Convergencia para Todes", que agrupa a los integrantes de la tendencia Trazo Socialista dentro del partido. Las elecciones internas de Convergencia Social —que se realizarán el próximo 22 y 23 de octubre— permitirán definir una nueva directiva tras casi un año sin una conducción visible.

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- Casi un año lleva Convergencia Social descabezado. Aún así, el partido estuvo en campaña, ganó la presidencial y asumió el Gobierno. ¿Se puede gobernar con un partido sin dirigencia?

Es que no ha estado más de un año descabezado. Es injusto decir eso. Efectivamente, en septiembre el Comité Central resolvió que Alondra (Carrillo) se dedicara a su campaña. Y ahí la vicepresidenta Francisca Perales asumió del rol de presidencia, como lo establecen los estatutos, y ella sí tuvo conducción política.

Ahora bien, desde marzo, cuando se van tres direcciones nacionales al Gobierno, ahí sí hay una crisis de conducción porque quedan solo tres compañeros y compañeras de la dirección original nacional sosteniendo esto.

- Y esa crisis de conducción, ¿en qué se reflejó?

Se reflejó principalmente en la dificultad de construir posiciones políticas. El partido ha estado durante este año principalmente reaccionando a la coyuntura. No ha tenido la capacidad de construir escenarios.

Por otro lado, en términos orgánicos, implicó una dificultad muy grande de procesar toda la militancia nueva que firmó para apoyar a Gabriel (Boric) o que, a raíz de su elección, se convenció de entrar a militar.

- Considerando ese escenario, ¿Cuáles son las diferencias principales que hay entre tu lista y la de Diego Ibáñez?

Primero, la lista contraria no ha sacado un programa o una lectura conjunta del escenario político. Cada tendencia entrega insumos por su lado, pero no vemos una propuesta sistemática, solamente es un pegoteo.

Nosotros pensamos que eso es una debilidad porque, si uno proyecta cómo se van a comportar esas tendencias dentro del debate del Comité Central y dentro de definiciones estratégicas, probablemente tengan diferencias y posiciones distintas, lo cual es totalmente legítimo, pero no han hecho el ejercicio de acordar tres, cuatro o cinco puntos esenciales para proponerle al partido.

Nosotros, como lista, conformándonos no solo con la tendencia Trazo Socialista, sino también con militancia no loteada, hicimos el ejercicio de pensar los objetivos estratégicos del partido y eso configuró que la visión que tenemos esté proyectada de aquí a 10 años.

- ¿En qué consiste esa visión?

Tiene tres pilares. Una democracia radical a la interna del partido, que implica someter a la mayor deliberación posible las decisiones políticas. No quiere decir que las decisiones contingentes las debamos someter siempre a la discusión de todos los espacios, pero sí las definiciones estratégicas del partido para el período. Y eso tiene una bajada concreta: un congreso nacional del partido, con la perspectiva de hacer congresos regulares.

Otro pilar es el arraigo popular. Creemos que Convergencia Social debe ser un partido popular. Eso surge como una crítica que hacemos hoy día a la izquierda en general, y al Frente Amplio en particular, que ha enfocado su trabajo en la institucionalidad. Pero el polo de inserción territorial está atrofiado.

- ¿Y el tercer pilar?

La formación política. Hoy día Convergencia Social no tiene un plan de formación política. Hay que levantarlo sí o sí, no tan solo por el mero hecho formal de tenerlo, sino que es el sustrato sobre el cual se articulan los otros principios y desafíos que tenemos.

- ¿Cómo ha sido la relación entre Convergencia Social y el Gobierno?

El principal problema que hemos enfrentado es no tener un canal de diálogo fluido con el Gobierno, que esté aceitado. Eso ha dificultado que podamos ser incidentes. Tampoco tenemos mucha claridad sobre cuáles son los diseños en cuestiones importantes, como la reforma a Carabineros.

Como Comité Central hemos pedido que se nos informe, entendiendo que son elementos que se conversan en reuniones de comité político en La Moneda, donde van tanto Diego Ibáñez como Ximena Peralta. Pero esos reportes no han llegado.

En esta elección, esa es una de las cuestiones que está en juego. Tenemos que mejorar esos canales de diálogo, porque no podemos ser una hinchada del Gobierno solamente. Tenemos que apoyar al Gobierno, pero ese apoyo implica también que el partido le otorgue elementos para que la implementación del programa tenga un mayor grado del espíritu transformador que tenía originalmente.

- Se ha ido deslizando la idea de convertir al Frente Amplio en un partido único para enfrentar las municipales. ¿Cuál es tu lectura al respecto? ¿Es viable?

Primero, hay que hacer una lectura de cada fuerza. De repente, entre los partidos del Frente Amplio no nos vemos tan diferentes, pero en términos de desarrollo orgánico, estamos en momentos distintos. Comunes enfrentó una crisis grande con lo de Karina Oliva y hoy día su dirección nacional está implementando un plan para fortalecer al partido. Por otro lado, Revolución Democrática tiene bastantes años de desarrollo, pero en términos electorales retrocedió. Y Convergencia Social es el partido más nuevo, hemos tenido un crecimiento de militancia vertiginoso y debemos generar las condiciones orgánicas para sostener ese crecimiento.

Entonces, me parece que hablar de partido único no es adecuado. Si es una discusión que efectivamente la militancia quiere dar, hay que preparar ese camino. No puede ser simplemente decretarlo.

- ¿No sería para las municipales?

Hoy día no están las condiciones para impulsarlo. Aún así, estamos abiertos a tener esa conversación, pero sería más a largo plazo. Es imposible dar una discusión de esa envergadura de aquí a un año. Pero en algún momento, quizá sea necesario dar esa discusión.

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El Gobierno: Errores y aciertos

- El Gobierno está cumpliendo siete meses desde que asumió. Si tuvieras que hacer una evaluación en dos o tres conceptos ¿Cuáles serían?

Primero, hay una firme voluntad de sacar el programa y modularlo a un escenario adverso, haciéndose cargo de diversos temas que son de una sensibilidad importante de la población y abordarlo desde una perspectiva multidimensional. Ha tenido que verse obligado a implementar el estado de emergencia en Wallmapu, habiendo sido contrario a la perpetuación de esa medida. Por la composición del parlamento, necesariamente tuvo que abrirse a dialogar con sectores de la derecha y de Socialismo Democrático.

El Gobierno ha estado construyendo el escenario para lograr la construcción de mayorías políticas que le permitan implementar tres o cuatro reformas importantes en un contexto adverso. Ese es el concepto que lo puede resumir.

- En ese sentido, ¿Cuál es el mayor logro que ha tenido el Gobierno?

Creo que ha habido un esfuerzo importante por abrir espacios necesarios para construir mayorías en el parlamento y profundizar este encuentro con el Socialismo Democrático. Existen diferencias con ellos, que se pueden ver en diversas cuestiones, como se vio en la votación del TPP-11. Esa unidad no se puede construir de la noche a la mañana, y el Gobierno ha hecho una labor importante en allanar ese camino.

Otro logro es darle confianza a la ciudadanía de que el espíritu de este gobierno es republicano, que no llegó con la retroexcavadora.

Y en último término también el trabajo que ha hecho la compañera Antonia Orellana, poniendo las reivindicaciones de igualdad de género en el debate público. Ese es un sello muy diferenciador respecto de todos los gobiernos anteriores.

- ¿Y cuál fue el mayor error del Gobierno en estos siete meses?

Es difícil hablar en contra del Gobierno, pero yo creo que ha tenido una dificultad en la medida que trata de abrir estos espacios con Socialismo Democrático, ya que no ha sabido congeniarlo bien con los elementos fundamentales del proyecto político que presentamos para la elección.

Y eso ha implicado que parte importante de la base de respaldo social que tuvo el Gobierno hoy día lo critique por no cumplir promesas.

- Este gobierno tiene dos coaliciones: Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático. ¿Están equilibradas las fuerzas? 

Creo que Apruebo Dignidad quedó en desproporción. Nos hubiera gustado que hubiéramos quedado en mejor posición, sobre todo en materia de seguridad. Creo que si Apruebo Dignidad hubiera tenido el Ministerio del Interior, por ejemplo, podríamos haber reforzado o enfatizado más una estrategia distinta para abordar los conflictos sociales.

Es cuestionable que el Gobierno presente querellas contra menores de edad en el contexto de movilizaciones secundarias, por una cuestión de principios, porque eso lo que hace es escalar el conflicto. La estrategia que históricamente implementó la ex Concertación para abordar los problemas de orden del país contribuyó a ir aumentando la conflictividad social. En cambio, Apruebo Dignidad hubiese tenido otro abordaje, fomentando el diálogo para desescalar el conflicto.

- El TPP-11 se ha leído como una derrota para Apruebo Dignidad. ¿Cuál fue la debilidad? ¿Por qué perdieron?   

La principal debilidad es no tener la fuerza suficiente en el Senado y no haber logrado alinear a los senadores de Socialismo Democrático. Eso muestra un trabajo pendiente que todavía tenemos como oficialismo, de actuar disciplinadamente. Los espacios que se le abren a Socialismo Democrático, para que sean parte de la conducción de este gobierno, deben estar relacionados con un lineamiento con el programa. Es un piso mínimo.

Una segunda debilidad fue el resultado del Plebiscito. Eso determinó, en muy alto grado, dada la avanzada que tomó la derecha apropiándose del triunfo del Rechazo, donde aumentó su actitud cerrada al diálogo e imponiendo condiciones, de tener que abrir canales para que su sector modulara su discurso.

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Una mirada a la derrota en el Plebiscito

- ¿Cuál es la lectura que tienes del triunfo del Rechazo?

Es una derrota política bien grande. No es una derrota estratégica total. Sí tiene rasgos, pero no es total en la medida que todavía existen las condiciones para tener una nueva Constitución. Quizá no con el espíritu tan transformador que tenía la propuesta de la Convención, pero que abra los márgenes de acción política que podamos tener a mediano plazo para implementar un nuevo modelo de desarrollo para Chile.

Siempre la izquierda ve los resultados como todo o nada, cuando hay que verlo como proceso. Esta derrota en particular cerró la posibilidad de tener una nueva Constitución dentro del marco del octubrismo, pero no cierra la posibilidad estratégica de seguir teniéndola.

- ¿Eres optimista o pesimista frente a este nuevo proceso?

No lo pondría en clave pesimista u optimista. El proceso constitucional no se cerró y eso es bueno. Y hay acuerdo entre todas las fuerzas políticas, incluida la derecha que ha hecho carne la palabra que empeñaron si es que ganaba el Rechazo.

Sin embargo, sobre el grado de posibilidad de cambios que pudiese tener la Constitución que resulte de aquí, no soy tan optimista. Pero soy realista, probablemente no tenga muchas variaciones respecto a la Constitución actual, pero ahí depende de nosotros, las fuerzas políticas de izquierda y centro izquierda.

- ¿Quiénes son los responsables del fracaso de la primera Convención? ¿Hay alguna autocrítica que se debe hacer desde el sector? 

Mira, en primer lugar, el diseño del proceso constituyente, acordado el 15 de noviembre del 2019, estaba hecho para fracasar. Tenía un plazo muy acotado, al principio se tenía que redactar el reglamento, y luego nueve meses solamente de discusión de los contenidos. Esto dificultaba tener conversaciones con todas las fuerzas políticas para lograr grados más sustantivos de acuerdo.

Lo más importante era hacer partícipe a la ciudadanía de este proceso. Lo único que se hizo, en buena hora, fue implementar las iniciativas populares de norma. Pero quedó hasta ahí. Luego la discusión se encerró, la Convención se cerró sobre sí misma. Yo personalmente creo que, sobre eso, la Convención no es culpable, estaba condicionada por el diseño y los plazos.

En ese marco, fue fundamental la campaña de desprestigio y la instalación temprana de mentiras y fake news que inició la derecha con un financiamiento colosal. Ante eso, la autocrítica que podemos hacer como sector es no haber visto la urgencia de ir informando y sosteniendo el proceso constituyente. Además, hubo un problema fundamental aquí, que la propuesta de texto constitucional no tuvo sintonía con la ideología del pueblo chileno en general, una población que ha estado expuesta a 40 años de neoliberalismo.

- ¿Pecó de ñuñoismo la Convención?

No, yo creo que no. El texto de la Convención fue precisamente alimentado por una vasta serie de demandas de luchas políticas que se han venido dando desde hace décadas: la lucha ambientalista, feminista, etc. Esas luchas no son patrimonio de una élite, al contrario, tienen mucho componente popular y son transversales.

- Recientemente han ingresado algunos exconstituyentes a cargos de Gobierno, lo que se ha interpretado como si los estuvieran "premiando" con un cargo. ¿Faltó cautela en esos nombramientos?

No, yo creo que es una crítica injusta. No ha habido un abordaje masivo de exconstituyentes al Gobierno. Son casos particulares y reúnen el mérito para estar ahí. Conozco el trabajo que ha hecho, por ejemplo, la compañera Constanza Schönhaut y tiene las capacidades para asumir cargos importantes.

Lo que sí creo es que debe haber mayor vocación del Gobierno de abrir espacios y que arriben dirigencias sociales, dirigencias de otro tinte, que tengan más que ver con el trabajo político de base, representantes genuinos de espacios sociales de articulación comunitarios. Que los sectores populares lleguen también al Gobierno.

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Ping-Pong

- Gabriel Boric, el Presidente.

Madurez.

- Gabriel Boric, el militante.

Era porfiado jajaja. Aunque ahora ya no se aparece, está gobernando.

- Ximena Rincón.

Tiene que definirse. La veo tirando para la derecha, pero diciendo que es de centro izquierda.

- Amarillos por Chile.

Conversos.

- Ricardo Lagos.

Es la administración del neoliberalismo en su máxima expresión. Es el referente de la política de la Transición. Es la Transición.

- Partido de la Gente.

Caballo de Troya de la ultraderecha.

- Daniel Jadue.

Puede aportar mucho más.

- Pamela Jiles.

Abuela.

- Embajador Velasco.

Amigo del Presidente.

- Diego Ibáñez.

Yo creo que a Diego le falta claridad política, pero efectivamente tiene ánimos de construir y cohesionar el partido. Es un aliado para la conducción del partido.