¿Comercio y derechos humanos? Basta de Rusia, ojo con China
Hace un par de meses, cuestioné la poco “sana” relación comercial establecida con China. Creo necesario recordar a ese respecto que esta relación no sólo es el resultado del interés de empresas mineras y de exportadores de frutas de realizar negocios en China, sino que nace, crece y se desarrolla –en parte importante– como resultado de actividades organizadas por nuestro gobierno, en especial las últimas administraciones de Bachelet y Piñera. Incluso, hemos tenido un “Embajador en Misión Especial en Asia” (el ex presidente Frei) que hace lobby en la Región y que, en la más reciente de las celebraciones del Chile Week en China, aún era parte del equipo que nos representó (noviembre de 2021).
¿Se sorprenderían, entonces, si les cuento que el valor promedio de nuestras exportaciones a China en los últimos 5 años fue de $ 24.815 millones de dólares? La participación de las compras chinas fue muy elevada y rondó el 34%. Y está en aumento. En 2021, las exportaciones se elevaron a casi $ 34.440 millones de dólares, y el gigante asiático participó con más del 38% del total exportado por Chile. Grave, como mínimo. En mi opinión, es una situación que claramente debería concitar la atención de nuestras autoridades. Seguramente, muchos argumentarán que ese fue un año muy inusual. Importa poco, pues esta asimétrica relación comercial está en desarrollo y crece. Todos compartimos responsabilidades en el estado de esta relación.
Luego de la invasión rusa a Ucrania, reiteré la necesidad de no olvidarnos de los desafíos que debemos enfrentar cuando privilegiamos las relaciones comerciales con países como China y Rusia, y la urgencia de reexaminar nuestras relaciones con ellos. Chile compra relativamente poco desde este último, pero durante el quinquenio 2017-2021 exportamos un promedio cercano a $ 743 millones de dólares a Rusia (casi exclusivamente alimentos). Al respecto, me pregunté si el gobierno de Sebastián Piñera impondría sanciones económicas a Rusia. Pero no: le “dejo la pelota dando botes” a Gabriel Boric.
En nuestra democracia, las empresas pueden emprender o no negocios libremente donde lo estimen oportuno. Podemos cuestionarlo, pero hoy es su derecho. No obstante, estoy en desacuerdo con las decisiones de las últimas administraciones –en especial de Bachelet y Piñera– de impulsar las políticas públicas que han fortalecido las relaciones comerciales con países de gobiernos autoritarios, como China y Rusia. Y no lo olvidemos: no podemos naturalizar lo que está ocurriendo en Ucrania y lo que podría seguir con China, sus impactos en materia comercial y económica, y los dilemas en materia de derechos humanos que los siguen.
Estas últimas semanas, además, diversos medios europeos han empezado a preguntarse acerca de las “lecciones” que estaría sacando China de lo que está haciendo Rusia en Ucrania y de la respuesta de los miembros de la OTAN a ese respecto. Esto, sumado a los ejercicios militares en el Mar de China, nos lleva a preguntarnos cuál será el futuro de Taiwán. No está claro, pero es “más claro que el agua” de que China la considera parte de su territorio y que su actual gobierno está dispuesto a utilizar la fuerza para recuperar el territorio que perdió luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Kuomintang se instaló en la hasta ese entonces isla de Formosa (1949). ¿Seguirá China el ejemplo de Rusia? No lo sabemos, pero sí creo que debemos reexaminar nuestras relaciones económicas y comerciales con China, Rusia y otros países de gobiernos autoritarios y, sobre todo, estar preparados ante cualquier eventualidad.
Desconozco lo que intenta hacer la Administración Boric ante la agresión rusa a Ucrania. Al menos, no lo he visto enunciado. Tampoco será fácil decidir qué hacer con China. No obstante, leyendo una entrevista en un medio local (El Mostrador, 19 de marzo), parece que el embajador chino, Niu Qingbao, ya nos rayó la cancha. Se nos informa que Niu Qingbao visitó a Gabriel Boric luego de la elección y manifiesta estar complacido de que él le concede “gran importancia a las relaciones con China y [ … entiendo que] se compromete a reforzar los intercambios y la cooperación entre ambas partes en diversos ámbitos”.
Sorprenden las declaraciones del embajador. Sin duda, Chile debería tener una posición clara respecto de Rusia y China, y proponer medidas concretas en diversos ámbitos, sean estos políticos, económicos, medioambientales, culturales y, para la administración actual, en especial respecto de derechos humanos. Si no la tenemos pronto, las declaraciones realizadas durante la campaña carecerán de contenido real. Pero el embajador se anticipó y sus declaraciones “ponen en aprietos” al hoy presidente Boric.
Entonces ¿dónde establecemos la famosa “línea roja”? ¿Metemos a Cuba, Nicaragua y Venezuela en el mismo saco? ¿Y qué haremos con Irán, Siria y Corea del Norte? ¿Y por qué no Vietnam, que tiene un régimen comunista? No olvidemos que tenemos un acuerdo comercial con ellos, China y Cuba. Y con Hong Kong, Venezuela y Nicaragua, el último vía Centroamérica. ¡Se complica el puzle comercial! Lo reitero: no parece sano tener el tipo de relación comercial como la que nos entrampa con China. No puede volver a ocurrir, sea con el gigante asiático, Rusia, Lilliput o cualquier otro país. Hay experiencias de todo tipo.
En el caso de China es doblemente complejo. Para empezar, está la gigantesca y desigual dependencia comercial establecida con ello y las impredecibles consecuencias que podría tener, de producirse algún conflicto en el que esté involucrada China, que necesariamente afectará los flujos comerciales y las cadenas de abastecimiento globales, como sucede hoy con la guerra en Ucrania. Al mismo tiempo, las pasadas elecciones nos dejaron comprometidos con la defensa de los derechos humanos universales. ¿Va a quedar eso sólo a nivel de la retórica condenatoria de Cuba, de Nicaragua o de Venezuela? Y, dado que escuchamos poco de ellas, ¿vamos a olvidar a las minorías musulmanas uigures atrapadas en campos de reeducación en Sinkiang, China? Volvamos a la pregunta original: ¿cómo haremos con China, Cuba, Nicaragua, Rusia y Venezuela?
La pelota sigue dando bote en la puerta de la Cancillería. Tendrán harta pega. Lo que sea, pero no normalicemos los abusos a los derechos humanos y que no quede todo sólo en retórica, luego de las elecciones. Tratemos de limitar los lazos y de desenredarnos de las relaciones comerciales que tenemos con China y Rusia. Por ahora, no estoy argumentando romper relaciones diplomáticas. En pocas palabras, sólo sugiero dejar de privilegiar las relaciones comerciales con estos países, para volcarnos a, y centrarnos en, aquellos con los cuales tenemos lazos históricos, culturales y económicos más cercanos. ¿Por qué no proponemos un proyecto de integración regional viable? No faltarán los que argumenten la falta de recursos, por lo que sugiero revisar cómo los estamos gastando en promoción comercial en Rusia y China. Tengo la convicción de que hay mucho espacio para redirigir recursos desde esos países hacia América Latina, y así financiar y apoyar realmente un proyecto de integración regional.
Entiendo que en China tenemos una Agregaduría Agrícola y cinco Oficinas Comerciales de ProChile en Beijing, Guangzhou, Shanghái, Chengdu y Hong Kong. Las dos últimas, aparentemente, con sólo personal local. Así, creo que nuestra representación comercial en China está sobredimensionada, dado que una parte significativa de nuestras exportaciones son minerales, metales y productos forestales (entre el 80% y 85%, según los años). Quienes exportan estos productos a China no son Pymes, y estas commodities tampoco se venden a través de ProChile. Creo difícil justificar la actual representación comercial oficial en China y podríamos reducirla. Eventualmente, las empresas mineras podrán trabajar con un ProChile achicado y dudo que las ventas de carnes de cerdo y cerezas se caigan al piso. Además, ahorraríamos los gastos del Chile Week, los del “Embajador en Misión Especial” y de los eventos en la Gran Muralla. Son posiblemente millones de dólares los que ahorraríamos y podríamos usar en nuestra Región. Propongo trasladar los recursos a América Latina y apoyar nuestras exportaciones agrícolas y alimentarias, iniciar el trabajo para un mercado realmente libre en esos productos, e intentar el Mercado Común Agroalimentario. Esto es perfectamente posible y puede ser el inicio de un proceso de integración económica regional.
En cuanto a Rusia, nuestra representación comercial es bastante más modesta: un “Agregado” con dos sombreros: “Comercial” y “Agrícola”. En las actuales circunstancias, bien merece que hagamos un gesto. ¿Sanciones comerciales? ¿Retirar embajador? Son palabras mayores. Para fortuna de Gabriel Boric, el actual embajador probablemente tendrá que ser reemplazado y la Cancillería puede “demorar” la nueva designación (¡puedo esperar!). Al menos, podríamos hacer el gesto de no hacer promoción comercial en Rusia. Tiendo a suponer que las salmoneras podrán continuar con sus exportaciones, al igual que los exportadores de carnes y vino. Y eso es casi todo. Aun cuando probablemente los exportadores de frutas verán perjudicado sus negocios, no parece presentable seguir haciendo promoción en las condiciones actuales.