Bosques Miyawaki o “de bolsillo” en Santiago: “La inversión masiva ya se hizo, pero no se ha exigido ningún tipo de monitoreo”
Los bosques Miyawaki, o "bosques de bolsillo", prometen crecer 10 veces más rápido y capturar más carbono que los convencionales. Sin embargo, un equipo de investigadores chilenos y neozelandeses reveló una brecha significativa entre estas afirmaciones y la evidencia científica disponible. En Santiago, existen 19 de estos bosques.
Para profundizar en este tema, El Desconcierto conversó con el líder del estudio, el Dr. Dylan Craven del Centro GEMA de la Universidad Mayor, quien junto a Leonardo Durán (Universidad Mayor), Narkis Morales (New Zealand Institute for Bioeconomy Science) e Ignacio Fernández (Universidad Adolfo Ibáñez), publicaron en la prestigiosa revista Journal of Applied Ecology y constituye la revisión más completa sobre este método hasta la fecha.
La falta de evidencia científica
-¿Cómo se aproximó el equipo de investigación a la idea de realizar un estudio acerca de los bosques de bolsillo?
Los cuatro trabajamos en áreas afines de restauración desde distintas miradas. Yo soy más un ecólogo teórico, otros trabajan a nivel de paisaje, otros son forestales o ecólogos más aplicados. En un encuentro hace tres años empezamos a hablar de los bosques Miyawaki porque empezamos a observar su auge, su crecimiento en la región Metropolitana, y nos causó curiosidad por qué había tantos.
Conversamos sobre si tenía sentido o no aplicar una técnica de ese tipo acá en Chile Central. Esa fue la semilla de la idea. Empezamos a formular la idea de que se podía hacer un resumen, una síntesis de la información, porque no había. Eso igual nos causó curiosidad, porque siendo tan famoso, tan de moda, había relativamente poca información.
-Tras analizar la literatura gris acerca de estas iniciativas urbanas, ¿qué fue lo más relevante que descubrieron?
Los de la literatura gris son documentos publicados, pero no por revistas. Eso implica que no ha pasado ese tipo de documento por revisión científica rigurosa con pares. En muchos casos repetían los mismos datos de Miyawaki de los años 70, que estos bosques crecen 10 veces más rápido, secuestran más carbono, mejoran las condiciones climáticas y microclimáticas. Pudimos identificar ese patrón muy marcado, que repetían los mismos antecedentes o las mismas justificaciones.
Pero cuando empezamos a trazar de dónde venía el dato, no se pudo encontrar nada. Ese fue uno de los resultados interesantes. El otro era que donde sí había algo de información cuantitativa, no había un diseño que permitiera comparar. Podrías medir la altura de un árbol, pero no podías decir "mira, la misma especie de este árbol en condiciones diferentes con otra técnica crece mejor". Sencillamente no había una comparación.
-¿Cómo se explica la falta de monitoreo y planes de largo plazo para evaluar la evolución de estos bosques y finalmente comprobar si cumplen con lo prometido?
Acá en Chile y también en otros países las autoridades no valoran el monitoreo de la eficacia de estos proyectos, o si lo hacen, es de una forma muy superficial. Por ejemplo, los proyectos de compensación, donde empresas mineras tienen que hacer reforestación, son obligados a medir crecimiento y también sobrevivencia de los árboles plantados.
Pero en Chile Central, por lo menos los bosques de bolsillo son proyectos del GORE Metropolitano, y al parecer hasta el momento no se ha exigido ningún tipo de monitoreo. En muchos casos, los proyectos son implementados por empresas privadas y a veces el costo implicado de darle seguimiento es un gasto más. Pareciera que no valoran cómo esa información puede retroalimentar a la misma empresa o al gobierno para mejorar las técnicas que intentan promover para mejorar el bienestar humano, que en el fondo es el objetivo de este tipo de proyectos.
Promesas sin respaldo empírico
-¿Se logra identificar en el estudio si existe un registro que evidencie el aumento de la biodiversidad, reducción de calor o una mejoría en la calidad de aire en el área urbana?
Había muy poca, de evidencia parcial a nula. Encontramos uno que otro estudio, pero esto es importante mencionar en general. Para decir algo sobre la superficie, como que esto sí funciona, sí o no, hace falta más de un estudio. Por ejemplo, en los informes de cambio climático o en el Panel Internacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, en ambos casos tienen criterios muy estrictos respecto a cómo pueden llegar a concluir algo contundente.
En este caso, si es que había un paper o un documento, uno puede decir que de pronto hay una indicación de que eso sucede o eso funciona, pero es sólo un punto y se requiere un poco más de información. En el caso de esos indicadores que mencionaste, en muchos casos ni siquiera había eso.
Creo que lo que más midieron fue el crecimiento de árboles y eso sí había apoyo parcial. Pero igual es muy esperado el resultado en ese sentido. El crecimiento en altura va a ser un poco mayor cuando hay menos área, porque las plantas tienen que competir por luz y crecen hacia arriba.
-¿Cómo es posible contrastar la popularidad del método Miyawaki con una deficiente rigurosidad científica?
Creo que es muy llamativo importar ideas nuevas. Estos bosques de Miyawaki también han sido implementados en Europa, en Asia, etcétera, pero tampoco allá hay mucha evidencia para apoyar que funcionan. Eso también es llamativo, que no es algo que solamente puede pasar en Chile.
Creo que es parte de la naturaleza humana hasta cierto punto, porque parte del problema que tenemos para enfrentar tanta crisis ahora es cuánto podemos esperar hasta que empezamos a actuar. Se entiende un poco la urgencia de proponer y probar soluciones. Uno innova alguna técnica de restauración y la quiere poner a prueba.
Pero en el caso de restauración, hay otras técnicas relevantes para áreas urbanas, hay otras para partes o áreas más rurales, donde sí hay mucha evidencia científica. Hay técnicas de nucleación, otras donde combinan diferentes tipos de especies para fomentar interacciones positivas, por ejemplo. Y esas técnicas cuentan con una buena base científica. No es por decir que hemos probado miles de técnicas y no han funcionado. En este caso trajeron una que se veía o se pensaba que era buena idea, pero que no había un fundamento detrás.
Hay que diferenciar un poco entre la idea de probar algo nuevo sin ponerlo a prueba, versus masificar la idea sin considerar si de verdad podía funcionar.
El futuro de los bosques de bolsillo
-¿Qué acciones se pueden realizar para resolver esta situación, considerando que existen 19 bosques de estas características en distintas comunas de Santiago, con una proyección de alcanzar 33 bosques?
Aquí creo que el primer paso sería medir, hacer un monitoreo para ver cómo están. A esta altura no hicieron controles, pero por lo menos pueden registrar cuáles son las especies que han podido sobrevivir, cuáles son las especies que han crecido bien. Lo mismo sucede en los otros proyectos de compensación. La información de cómo crecen, cómo mueren o sobreviven está, pero no ha sido evaluada. Eso sería otra parte del proceso.
Donde hay evidencia de altas tasas de mortalidad o crecimiento lento, hay distintas opciones. Uno podría tomar la decisión de sembrar más árboles o cambiar algo respecto al sistema de riego. Creo que ahí es un poco complicado porque la inversión masiva ya se hizo. Ya hicieron los tratamientos de suelos, que son muy caros, ya implementaron sistemas de riego, que en teoría se van a suspender después de tres años.
Con la sequía que tenemos hoy en día, es complicado pensar en 10 años o 15 años más cómo bosques estos pueden verse. Si le quitan el agua hoy en día, es muy probable que la mayoría de las especies escogidas para esos proyectos se vayan a morir. En ese escenario, ¿qué hacemos? En áreas urbanas vale la pena invertir en regar esos bosques y en ese caso puede que sí. Pero en áreas que no cuentan con mucha agua disponible, eso sí es un tema muy complicado. No sé si hay una respuesta tan clara en ese caso.
Donde hay alta mortalidad, uno puede hacer uso del conocimiento ecológico de cómo los bosques evolucionan en el tiempo, para añadir algo para que sigan creciendo y que mejoren su rendimiento. En este caso, uno pensaría en procesos como facilitación. Si hay especies que han crecido o han sobrevivido bien en estas condiciones, pueden sembrar otras por debajo, que de hecho son atractivas para otros grupos de animales. Hay arbustos con flores muy bonitas que son colonizadas por insectos nativos. Y esos procesos naturales son los que queremos rehabilitar incluso en áreas urbanas. Porque ya eso se ha probado una y otra vez que donde hay un mejor funcionamiento ecológico, el bienestar humano también se puede mejorar.
Hacia una ciudad más sostenible
-Finalmente, como investigadores, ¿creen que si se regulariza el seguimiento a los bosques de bolsillo, se podría contribuir efectivamente a que Santiago migre hacia un modelo de ciudad más sostenible?
Sí, creo que abre un paso hacia eso. Creo que lo que faltó en todo este proceso fue una conversación abierta con la comunidad académica respecto a cómo podemos lograr los objetivos del gobierno y a través de cuáles técnicas.
Me imagino que todos tenemos un objetivo compartido para una ciudad como Santiago. Cómo se puede mejorar la calidad de la ciudad para todos los sectores. Cómo uno llega allá es la conversación que creo que no se hizo bien.
Abrir esas vías o canales de comunicación sería clave para integrar no solamente las opiniones de académicos, sino también de los lugares donde se están estableciendo estos bosques. Qué es lo que quiere la comunidad, qué es lo que buscan en un área con árboles, con plantas, para ellos. Porque son ellos en el fondo que viven ahí, que tienen que interactuar y ojalá beneficiarse de esas áreas.