Política y Juegos Panamericanos: Paralelismo improbable
La fiesta del deporte de los Juegos Panamericanos Santiago 2023 está llegando a su fin en su primera etapa, resta la segunda patita de esta fiesta correspondiente a los Juegos Parapanamericanos Santiago 2023 la que, seguro, aportará a la algarabía sana que se ha apoderado de la temperatura ambiente nacional en los últimos 15 días.
Seguramente muchos nos preguntamos qué deberíamos hacer como sociedad para que este ambiente de sana convivencia entre unos y otros se extienda a 365 días en el año o, incluso, durante muchos años. ¿Qué magia está tras de cada cumbre deportiva, excluyendo al fútbol, donde la gente se allana a disfrutar empáticamente, compartiendo tribuna y galería con seres humanos de otras latitudes, otras culturas, otras apariencias y otras costumbres que vibran y se emocionan con sus deportistas en particular, y con el deporte en general? ¿Se podrá traspasar parte de esa magia al ejercicio político de cualquier nación y, en particular, de un país subdesarrollado como el nuestro?
Haciendo un paralelismo improbable, se observa que todas las disciplinas deportivas poseen sus reglas del juego bien establecidas, acordadas y, sobre todo, respetadas por cada jugador. En el caso del ejercicio político en este país, no existen reglas básicas e iguales, aceptadas por cada adversario. La única regla que parece dominar el ejercicio político es el “todo vale” con el único objetivo de liquidar políticamente al adversario (y en casos especiales, liquidarlo físicamente, como nuestra historia de hace 50 años lo demostró).
El entorno comunicacional de estas justas deportivas resalta los logros y cualidades de los deportistas en general y de los destacados medallistas en particular, evitando mostrar escenas negativas, como caídas o accidentes, que afecten la dignidad de los deportistas o desvíen el foco de lo realmente importante: la justa deportiva que se está ejecutando. En el ejercicio político local, la atmósfera generada por los medios de comunicación, de propiedad del espectro político conservador, colabora activamente en el enrarecimiento tendencioso de todas las informaciones que se emiten hacia la opinión pública, promoviendo tácita o explícitamente la regla que predomina en el recortán político: el “todo vale”. La proliferación de fake news en el último tiempo como fenómeno comunicacional lo avala.
La camaradería de los deportistas y sus delegaciones con otros deportistas o delegaciones adversarias representa, quizás, el atributo más importante y el motor que mueve el círculo virtuoso de la convivencia y confraternidad entre estos seres humanos especiales. No es casualidad que los hitos más relevantes y emotivos son las ceremonias inaugurales o de clausura, o cada una de las ceremonias de premiación de los justos ganadores, los que se abrazan alegres con los adversarios, que obtuvieron el segundo o tercer lugar.
En el ejercicio político local los adversarios aprovechan cada espacio para la denostación del oponente, utilizando muchas veces un lenguaje y argumentación de pocas luces, agresivo y avieso, echando mano, en muchas ocasiones, a la mentira franca o verdades a medias tendenciosas, con el único y principal objetivo de destruir al adversario. Dejando en un plano inexistente, la mayoría de las veces, cualquier argumento que promueva las bondades o beneficio hacia una mayoría etérea de la idea que se propone o defiende. Nuevamente, el “todo vale” para destruir al adversario se ha transformado en uno de los objetivos dominantes de la política criolla.
Lentamente se van apagando las luces de la fiesta deportiva más grande que ha protagonizado nuestro país en los últimos 60 años, el espejismo de la confraternidad de a poco va dando paso a la atmósfera enrarecida y mezquina a la que nos tienen acostumbrados los participantes del ejercicio político chilensis. Muchos de los deportistas locales volverán a sus sacrificadas vidas para mantener esa llama interna que los mueve misteriosa y porfiadamente a tratar de alcanzar sus sueños deportivos.
El resto de nosotros volveremos a convivir con temores infundados de vivir en un país al borde de un abismo imaginario, delineado por los poderes económicos-políticos y religiosos que han dominado los destinos de este fundo, su fundo, durante los últimos 200 años; donde los sueños de jugar, por fin, en una cancha pareja, con reglas claras, consensuadas y aceptadas por todas y todos se ha transformado en una bonita quimera, cuya llama bien vale la pena preservar en algún lugar de nuestros corazones.