Elige educar e intenta aclarar la confusión de la sociedad

Elige educar e intenta aclarar la confusión de la sociedad

Por: Guisela Parra Molina | 07.01.2018
Elige el maravilloso, fundamental oficio de educar. Pero elige educar con conciencia; con rebeldía; con compromiso; con perseverancia y organización. Elige educar y hacer realidad una utopía.

Elige. Educar. Son dos hermosos vocablos que aprendí de mis ancestros, educadores la mayoría de ellos. Empezando por mi abuela, maestra normalista. Si le queda algún hueso dando vueltas por entre las raíces de plantas transgénicas y árboles transoceánicos que insultan a la Pachamama, se debe estar retorciendo y deshaciendo de tristeza. La acompañan los principios pedagógicos que la ignorancia poderosa, economicista y perversa ha venido enterrando con gran eficacia y muchas utilidades, junto con toda su generación y la mía: junto con el recuerdo de la libertad.

Elige educar. Varias veces he visto esta especie de sugerencia televisiva, con logo tricolor y la pantalla plagada de rostros jóvenes satisfechos y felices, en lo que no sé si llamar propaganda o aviso comercial, o ambas cosas. También se han difundido videos en las redes sociales, en que un profesor dichoso, desde un aula pletórica de alumnos dichosos, expone las maravillas de su quehacer. Sólo omite uno que otro detalle. Para ser franca –y usando un lenguaje pertinente a los lineamientos del Ministerio de Educación-, no me quedan claros los objetivos fundamentales ni los contenidos mínimos obligatorios de ese mensaje: ¿invitar a los jóvenes a llenar las aulas, o más exactamente, completar los cupos de las carreras de educación en las universidades? ¿Para qué? Quiero decir, ¿qué hay detrás de esa careta? En otras palabras, ¿quién paga?, ¿a quién le paga?, ¿cuánto, cómo paga? ¿Se trata de alguna especie de colusión de tipo papel higiénico-académico-empresarial? (O, más precisamente, antihigiénico-antiacadémico-superempresarial). No me cabe duda de que algún beneficio pecuniario se esconde tras esas aparentemente promisorias, pero aterradoras bambalinas. Al fin y al cabo, usando la misma jerga, podríamos decir que ése es el objetivo transversal del modelo que gobierna este cementerio social y cultural.

Elige educar, sí. Pero, por favor, elige también tener plena conciencia de lo que estás eligiendo. Elige leer entre líneas y traducirlas al verdadero sentido oculto en ese mensaje. Elige saber que si, en efecto, tu idea es elegir y educar según la concepción de mi abuela, eso equivale a querer hincar el diente a una esquiva liebre, en cuyo caso más vale que elijas poner ojo, porque lo que esa propaganda intenta es hacerte tragar un enorme, agresivo y podrido gato.

Elige saber nuestra antiquísima, fundamental y poco ponderada verdad de la milanesa, parte de la cual expongo para ti a continuación.

Elige educar. Es decir, elige hacer cada año una operación peineta con tu currículum en ristre, para poder elaborar un verdadero rompecabezas horario, entre establecimientos diversos, reemplazos y clases particulares. Elige trabajar 44 horas a la semana o más, según la suerte que tengas y cuál sea tu necesidad presupuestaria (esto no es un recurso retórico: siempre me pregunté cómo se las arreglaba un profesor que conozco, cuya semana acumulaba 57 horas frente a cursos de los niveles más variados imaginables, porque tenía que mantener a cinco hijos). Elige corregir trabajos y preparar clases en la noche, fines de semana y fiestas de guardar. Elige tener que elegir entre vivir tu vida a medias para hacer bien tu trabajo, o hacer tu trabajo a medias y vivir. Elige que se espere de ti una dedicación tal, que accedas a asistir a actividades lectivas o de otro tipo fuera de tu horario de trabajo.

Elige trabajar toda tu vida sin estabilidad laboral, sea que elijas educar en establecimientos privados, subvencionados o municipales: en los privados, porque estarás sujeto –y sujeta, especialmente- a las socorridas y legales “necesidades de la empresa”, figura con la que te pueden despedir sin más; en los subvencionados, porque la menor discrepancia con el sostenedor será suficiente para no renovar tu contrato anual (o semestral); en los municipales, por la misma razón, ya que la única diferencia con aquéllos es que el sostenedor es el municipio y la discrepancia pasa por el director: la corrupción y el monto de lo que lucran no son muy distintos.  En definitiva, elige el riesgo permanente de quedar sin trabajo de un momento a otro, porque cualquiera sea la figura legal, todas se traducen en que tu pega depende del arbitrio del empleador. Y he aquí un dato fundamental si eliges educar: por ningún motivo elijas embarazarte, ni tampoco te enfermes, porque eso equivale a una falta grave.

Elige educar. En otras palabras, elige constituir una versión contemporánea y vernácula de la que denominábamos clase obrera, pero más pasiva; una clase trabajadora que no se alcanza a rebelar, cuando ya la aplastaron, con solapada sutileza. Elige convertirte en un individuo que no merece empatía ni respeto, ni tiene voluntad propia, sino que se somete a la del patrón. Elige llenar los bolsillos; pero no los tuyos, como en el caso de que eligieras ser dueño de una empresa “educacional”, sino los de quienes tengan a bien contratarte.

Elige educar. Con ello habrás elegido múltiples, frecuentes e iluminadas reformas para “mejorar” las condiciones laborales de los docentes y lograr una “educación de excelencia”, cada una de las cuales conlleva un riesgo pavoroso de sumar otra deuda histórica a la que data de tiempos también pavorosos. Fue una época de derrumbe que vivieron muchos profesores que, literalmente, murieron esperando que se les pagara lo que aún se les debe y ya no pueden cobrar. Porque cada proceso de municipalización y desmunicipalización tiene sus misterios y resquicios. Elige pedir crédito en un banco o caja de compensación, con descuento por planilla de una cuota que nunca llegará a dicha institución financiera, que te informará tu morosidad pasados unos meses. Elige educar y darte cuenta un día cualquiera (elige que ese día llegue antes de que se te ocurra jubilar, ojalá) de que tienes un hoyo previsional de seis meses de cotizaciones impagas, o tres, o un año, o varios. Aunque parezca hipérbole, no lo es: hasta en la tele han mostrado a docentes que no pueden jubilar por eso; otros en paro, porque llevan varios meses sin percibir sueldo; profesoras jubiladas que piden limosna, etc.

Elige educar.  Si de pronto te enteras de que han hecho un enjuague y te adeudan varios bonos que te corresponden desde hace tiempo, puedes elegir sumarte a una demanda colectiva contra el sostenedor-municipio, que no perderá, porque se le asignará el caso al Consejo de Defensa del Estado. Y mientras tanto, elige también suplir de tu propio bolsillo los recursos inexistentes –o tal vez existentes, sólo que no se sabe dónde- para comprar insumos indispensables para la labor pedagógica y la dignidad funcionaria, como tinta y papel, para elaborar material didáctico, y también para limpiarte las partes pudendas.

Elige educar. En buenas cuentas, elige cerrar la boca. Elige cerrar también los ojos. Elige ocultar tu extrañeza y tu vergüenza frente a irregularidades como mantener montos de subvención mediante listas de asistencia falsas, notas que suben por arte de magia, o un libro de clases que registra clases que no se hicieron, firmado por un profesor fantasma (o tal vez un duende que eligió educar), entre muchas otras. Elige educar; pero siempre que cuentes con el estoicismo que te permita soportar los abusos y las agresiones de todo tipo de que serás objeto. Elige ser testigo mudo, sordo y ciego de los abusos de los directivos contra tus colegas. Elige vivenciar con impotencia como esos mismos directivos hacen caso omiso de la denuncia que se atrevieron a hacer tus alumnas del abuso sexual de otros colegas, que no quisieras llamar colegas. Elige tragarte el impulso de lanzar un escupo en la cara de aquel colega que tampoco merece ese nombre, porque es un solapado “sapo” de un director dictatorial. Elige reprimir la mezcla de pena y rabia que sientes por esa persona que tiene horario completo en un cargo incompatible con su formación profesional, simplemente porque está emparentada con alguien “importante”, o es amante de su superior.

Elige tener un hermoso proyecto pedagógico que te impedirán desarrollar, porque no es del agrado de directivos cuyo enfoque pedagógico no es de pedagogos, sino de empresarios. Elige la presión constante de que se te exijan “resultados comprobables” del aprendizaje de tus estudiantes, como si el aprendizaje de esos seres humanos dependiera sólo de su  educación formal; como si el responsable de dicha educación fueras sólo tú, y sobre todo, como si hubiera un sistema infalible para medir algo tan abstracto, multidimensional y escurridizo como el aprendizaje. En cualquier caso, aún cuando lo hubiera y “comprobaras resultados” sobresalientes, no significaría nada desde un punto de vista laboral, porque tu permanencia en el establecimiento y el trato que recibas poco tiene que ver con tu desempeño. Tampoco depende de tu compromiso con tus estudiantes ni de la relación que establezcas con ellos.

Elige interminables consejos de profesores que sólo sirven para redundar en torno al descubrimiento de la pólvora; para tratar temas fundamentales de manera frívola y falaz, y para que los directivos alternen entre maltratar al profesorado y someterlo a insulsos y agotadores discursos que ensalzan su propio ego. Elige enfrentar a apoderados agresivos e inconscientes, que en lugar de asumir la responsabilidad que les cabe en el proceso educativo, se dedican a reclamar y exigir. Porque les han hecho creer que lo que importa en la vida de sus hijos, el sentido de la educación, son los resultados del SIMCE y la PSU. Elige enfrentar a una comunidad entera que cree que para eso elegiste educar.

Elige someterte a una evaluación absurda e inútil, elaborada por gente que a todas luces no tiene nada de idónea, para una Carrera Docente de artificio, que depende de cualquier cosa menos de la competencia del docente en términos de la segunda acepción del DRAE: pericia, aptitud, idoneidad; una carrera docente que no tiene ninguna relación con la concepción de ser humano de aquellas épocas pretéritas, la liebre a que hice referencia. Por el contrario, sí tiene que ver con competencia; pero en su primera acepción: disputa, contienda, oposición, rivalidad; oferta y demanda empresarial. Todo se basa en esa acepción en el modelo social en que vives, el mismo en que viven tus estudiantes –el único que conocen-, en cuyos sesos deberás martillar su viciosa perpetuidad, so pena de tener que enfrentar las consecuencias del disgusto de directivos y apoderados, que a su vez también compiten, encerrados en el vicio de su propia carrera.

Elige educar. Es decir, elige el éxito en la evaluación para tu carrera docente. Elige saber, eso sí, que la carrera docente es como una carrera de obstáculos a la verdadera docencia, en que, si quieres vencer, más vale que elijas correr con astucia: por ejemplo, puedes elegir comprar los resultados de los instrumentos que te aplicarán para evaluar tu desempeño en el área de tu especialidad y en la pedagógica. Más te vale hacer eso, porque dado el misterio en que se basa su elaboración, el resultado no tiene por qué coincidir con el nivel ni la índole de tus conocimientos. Así funciona el gato podrido, ésa es la verdad de la milanesa. Elige también entrenar metódicamente al grupo con que te grabarán una clase, de manera que ese día todos los alumnos traigan bien ensayado su guión de la clase perfecta que calzará perfectamente en los 40 minutos de grabación en que deberás comprimir, sin que falte ninguna, las etapas que deben distribuirse en 45 o 90 minutos, según te enseñaron en el ramo de metodología, en la universidad donde elegiste estudiar para educar.

Elige educar. Mejor dicho, elige contribuir a la distorsión social. Elige dedicar tu vida a perpetuar un sistema que cimenta la supervivencia en engañar y aplastar al otro. Elige enseñar a generaciones nuevas a basar su aprendizaje en la argucia. Elige enseñar a esas generaciones que para sobrevivir en este sistema social hay que ser obediente, sumiso y resignado, o bien corrupto, tramposo y violento. O aun mejor, todo eso, de manera hábilmente alternada. Elige una profesión que promete a quienes la ejercen la libertad para desarrollarse y la libertad para educar; pero no explicita que su concepción de libertad es retorcida, ni que su concepto de educar se traduce como la obligación de actuar en contra de tu conciencia ética. Tampoco advierte que esto redunda en tensión, conflicto y angustia perpetua.

Elige educar. Elige estudiar pedagogía e intenta aclarar la confusión de la sociedad: didácticamente explícale que la docencia es una profesión que, como toda profesión, requiere aptitudes e interés, y además  implica adquirir conocimientos y desarrollar destrezas en un establecimiento de educación superior; que quienes cultivan una vocación son las monjas, y lo hacen en un convento.

Elige la profesión cuyo objetivo es, efectivamente, desarrollar en los seres humanos que serán tus estudiantes, la capacidad de asombro, la creatividad, el espíritu crítico; elige formar personas con discernimiento y libre albedrío, ciudadanos responsables.

Elige educar, sí. Elige el maravilloso, fundamental oficio de educar. El que eligió mi abuela. Pero elige educar con conciencia; con rebeldía; con compromiso; con perseverancia y organización. Elige educar y hacer realidad una utopía.

Elige educar; pero por lo que más quieras, elige la liebre y pelea por ella.