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La insensatez de los eternos candidatos
Agencia Uno

La insensatez de los eternos candidatos

Por: Gonzalo Garay Burnas | 06.06.2025
Es hora de preguntarse si quienes llevan más de una década intentando –sin éxito- ser presidentes, deberían ya probar otro camino. El país no necesita candidatos perpetuos, personajes de calce conocido y discurso trillado. Se precisan vocaciones verdaderas, capaces de interpretar el momento histórico que vive el país y encabezar proyectos serios, contundentes y realizables.

No confío en nadie que se presente a candidato para la Presidencia de la República tres o más veces, menos cuando entre cada elección se aíslan del mundo público activo, como para correr con ventaja ante la ausencia de críticas a su gestión legislativa o municipal.

Ellos, usted sabe quiénes son, esconden la cabeza y confían en el tiempo, que parece diluir el fracaso anterior y ofrecer una nueva oportunidad ante un panel de opinión pública cada vez más liviano, inculto y errático.

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José Antonio Kast prepara su tercera postulación en línea, lo mismo que Franco Parisi, siendo superados por Marco Enríquez, que va por su quinta participación, todo un récord. La papeleta no ofrecerá mayores novedades en noviembre de este año, como puede observarse.

Esa terquedad, que a veces se disfraza de perseverancia, suele esconder más que revelar, y nos mueve a levantar preguntas, a un espacio de dudas razonables, ¿Qué impulsa a un político a insistir, incluso cuando la ciudadanía le ha dicho una y otra vez que no? ¿Qué clase de vocación es esa que persiste en la carrera por la presidencia, aun cuando el país les ha cerrado las puertas reiteradamente?

Alguien podría argumentar que se trata de un tema de convicciones, de amor por la patria. Demasiada idealización, creo. Quien ama de verdad sabe cuándo soltar, cuando retirarse con dignidad frente al constante rechazo. Me inclino a pensar que se trata de una obstinación vacía, un ego inflado que confunde la exposición pública con estatura moral.

Se presentan como imprescindibles, cuando en realidad son reciclajes insulsos de una política que no logra renovarse, caricaturas vivientes del antiguo juego de despistes y discursos elocuentes, a medio camino entre la arrogancia recalcitrante y totalitaria de las izquierdas y la cínica moralina de la derecha.

Estos personajes, una extraña fauna que convive con el oportunismo y se emparentan al populismo, no lideran movimientos de gran adhesión en el mundo de las ideas, no inspiran multitudes, no encarnan ideas renovadoras. Su proyecto es, en el fondo, uno solo: ellos mismos.

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No son líderes en busca de una nación, no abrazan un sueño colectivo; son candidatos profesionales, cuya verdadera vocación no es transformar el país, sino figurar en la papeleta. Su carrera no es política, es electoral.

La política necesita líderes de verdad, hombres y mujeres con estirpe, no sólo con ambición. Gente con humildad para aceptar el veredicto popular y la grandeza para retirarse a tiempo.

Quizá siguen insistiendo porque no saben vivir sin estar en campaña, y eso podría revelar un escenario mucho más oscuro, como un anhelo de transcendencia mal digerido, como si ganar la presidencia fuese un modo de inscribirse en la historia, aunque sea a empujones, prometiendo soluciones instantáneas o estadios para un equipo de fútbol, por ejemplo.

Han de saber, señores candidatos, que la historia no se escribe con porfía, sino con méritos, y que el cargo más importante del país no puede ser el premio de consuelo para los que insisten más que los demás. Recordemos que Allende fue otro terco, que en su contumacia inscribió su candidatura en cuatro oportunidades, todo para encabezar uno de los gobiernos más breves y desastrosos de los que se tenga recuerdo.

Queridos electores, recuperemos la memoria. Es hora de preguntarse si quienes llevan más de una década intentando –sin éxito- ser presidentes, deberían ya probar otro camino. El país no necesita candidatos perpetuos, personajes de calce conocido y discurso trillado. Se precisan vocaciones verdaderas, capaces de interpretar el momento histórico que vive el país y encabezar proyectos serios, contundentes y realizables.

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