Providencia le da la espalda a su orquesta juvenil, y sí importa decir algo al respecto
El proyecto de la orquesta juvenil de la comuna de Providencia (OJP) lleva 16 años funcionando. Es una instancia formativa de gran importancia para las niñas, niños y jóvenes que asisten cada sábado a estudiar violín, viola, violonchelo y contrabajo bajo la guía de profesores contratados a honorarios por la Corporación Cultural de la comuna.
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Este año el equipo docente tuvo que enfrentar un duro golpe: sus horas de trabajo se vieron disminuidas a la mitad, y como si eso fuera poco, el valor hora de su trabajo también sufrió una considerable rebaja, con lo que, en comparación con el año pasado, estarán recibiendo aproximadamente la mitad de su sueldo. Esto les fue comunicado en marzo, a pocas semanas de retomar la actividad de la agrupación, cuando ya sus estudiantes esperaban con entusiasmo el inicio de sus clases de instrumento y los ensayos de la orquesta.
Como en todos los casos en los que sale a la luz la precariedad laboral de los profesionales de la música en este país, la opción para ellos es tómenlo o déjenlo. La continuidad de la orquesta es puesta en jaque con una jugada así, y se transforma en un taller extraprogramático más que poco parece importar a las autoridades de la comuna. Es triste que esta sea una historia conocida, que ha sido contada en numerosas ocasiones, y que suele tener un desenlace similar: la disolución de una agrupación que conjuga una alta calidad profesional y humana bajo el peso de las decisiones políticas de turno.
Pero una orquesta es más que una orquesta, y eso lo saben las niñas, niños, profesoras, profesores, y familias que hemos tenido la oportunidad de formar parte de un grupo musical así.
Por eso, aunque hayamos escuchado esta historia muchas veces, importa contarla de nuevo, porque no alcanzan las palabras para expresar el valor que la formación musical tiene para las niñas y niños en un mundo como el nuestro, en el que, acostumbrados a la inmediatez, el estudio de un instrumento musical nos recuerda que no todo en la vida está a un click de distancia, y que debemos saber enfrentar la impotencia y la frustración de no tener resultados instantáneos.
Al contrario, la disciplina y la constancia son premiados cuando de nuestros instrumentos afloran los sonidos que nos llenan, alegría que se complementa al poder compartirla con otros. El compañerismo, también, se cultiva en una orquesta, porque nuestros sonidos no se encuentran solos.
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Importa contar esta historia, además, porque tras los aspectos más visibles de las decisiones en un año de elecciones, en el que los partidos políticos juegan al Monopoly repartiéndose el botín de los municipios a disputar, hay una serie de personas que ven su vida afectada de forma seria, más allá de la celda de una planilla de Excel en la que se decide rebajar el gasto de una corporación municipal.
Es el esfuerzo de profesionales de la música (sí, porque ser músico es una profesión) por continuar con una labor lenta y comprometida con cada una y uno de sus estudiantes, que muestra resultados no cuantificables en números, o en parámetros estandarizables.
Y me importa a mí contarlo porque yo fui una de esas niñas que por años asistió a una escuela de música de una corporación municipal, y fue una experiencia que marcó mi vida de forma imborrable.
Hace algunos años también fui esa profesora de música a la que le bajaron el sueldo en un proyecto de orquesta similar. Y hoy veo con tristeza como se desprecia la importancia de una de las experiencias más increíbles que pueda tener una persona: hacer música. Y hacer música con otros.
Lo que, con cariño, las y los profesores de la OJP entregan, los llevó a tomar una decisión difícil, y muy poco conveniente: seguir involucrados en el proyecto, a pesar del trato recibido.
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Aunque Providencia les haya dado la espalda, no vale quedarse de brazos cruzados, porque lo que hacen nuestros profes de música no puede ser menospreciado de esa manera. Va a ser difícil que hagan callar los instrumentos musicales que han empezado a vibrar y sonar en esta orquesta... Y sí, importa decirlo cuantas veces sea necesario.