Hidrógeno verde avanza en Chile sin claridad de los impactos para ciudadanía y ecosistemas

Hidrógeno verde avanza en Chile sin claridad de los impactos para ciudadanía y ecosistemas

Por: María del Mar Parra | 02.10.2023
Con proyectos ya en ejecución, concentrados en lugares como Magallanes o el desierto de Atacama, la industria del Hidrógeno Verde avanza en Chile mientras se constata una falta de conocimiento sobre la envergadura de los impactos territoriales y ambientales que tendrá este desarrollo.

A principios de septiembre, el canciller Alberto van Klaveren inauguró la sesión del Comité Estratégico del Plan de Acción de Hidrógeno Verde 2023-2030. El objetivo es definir la hoja de ruta para consolidar esta industria en Chile, “conciliando el desarrollo económico con el respeto por el medio ambiente, el territorio y las comunidades”.

A partir de mesas interministeriales, el Plan de Acción busca corregir lo que no se hizo en la pandemia y descentralizar la participación. Hay tres líneas de acción: inversiones e institucionalidad; sostenibilidad y valor local; e infraestructura y organización territorial.

Después de 20 talleres en las regiones de Antofagasta, Valparaíso, Metropolitana, Biobío y Magallanes, las audiencias de cierre aún no se confirman. Pero el Plan de Acción concluyó una falta de educación, información, participación e involucramiento de comunidades en la toma de decisiones respecto a las transformaciones de su territorio.

“Si bien el Gobierno está buscando participación hay que ver si es oportuna, ya que ya hay políticas y acuerdos firmados. Hay que ver si la gente está informada porque la industria es muy técnica y compleja”, plantea Constanza Gumucio, investigadora de estudios de la ONG FIMA.

Proyectos en marcha

Desde el lanzamiento de la Estrategia Nacional del Hidrógeno Verde en 2020, Chile ha sido vanguardista en esta materia: en Cabo Negro se construyó el primer piloto de producción y en marzo de este año exportaron los primeros 2.600 litros de combustible sintético a Inglaterra.

En su fase inicial, la planta Haru Oni está produciendo e-fuels para Centros de Experiencia y la Porsche Mobil 1 Supercup. La fabricante de automóviles es socia del titular, HIF, quienes también trabajan con Enap, Gasco, Exxon Mobil, Siemens y Enel Green Power.

En agosto de 2023 se anunciaron los resultados de Ventana al Futuro, Plan Nacional de Fomento a la Producción de Hidrógeno Verde en Territorio Fiscal. Se trata de 25 solicitudes de concesión, que corresponden a 16 proyectos en las regiones de Antofagasta (12), Tarapacá (2), Atacama (1) y Magallanes (1).

Desde Magallanes, la Seremi de Energía, Ojeda, considera que la idea no es instalar una desaladora, un puerto, un parque de energía renovable, ductos, una planta de hidrólisis o amoniaco por cada proyecto, sino que hay que apuntar a la infraestructura compartida para abaratar costos y disminuir impactos. Lo cual replica Dreyer, agregando que “la estrategia tiene que ser bottom-up, es decir desde abajo hacia arriba y no top down como lo fue en 2020”.

La estrategia chilena se resume en activar la industria doméstica y desarrollar la exportación hasta llegar a ser proveedores globales. El eslogan es “el hidrógeno verde más competitivo del planeta”, ya que el país tiene más de 1.800 GW de potencial en energías renovables, equivalente a 70 veces la demanda nacional.

Sin embargo, la estrategia menciona expresamente que no se consideran costos de compresión, transporte y distribución, los que varían según la aplicación final del hidrógeno. Tal como se soslaya esa evaluación financiera, se ha hecho con lo ambiental y sus impactos.

Impacto territorial

Una de las principales preocupaciones de la sociedad civil es la planificación territorial y la necesidad de regular con rigurosidad a esta incipiente industria, en especial por la escala y cantidad de proyectos en cada zona que podrían generar impactos significativos en Chile, en aras de asegurar la descarbonización de otros países.

El proyecto más grande planea una capacidad instalada eólica de 10 GW en San Gregorio, mientras que el Coordinador Eléctrico Nacional señala en su informe de agosto que recién se llegó a 4,58 GW de energía eólica en todo el Sistema Eléctrico Nacional (SEN).

Cristian Flores, investigador de la Universidad Humboldt de Berlín, alude a las aves y murciélagos con un mapa de sensibilidad encargado por Corfo y señala que otros informes anunciados estarán listos cuando los mega proyectos se sometan a evaluación ambiental.

“El apuro por sacar proyectos apremiados por las agendas globales y de financiamiento provocaría un avance inorgánico y sin una planificación territorial adecuada, con escaso o nulo conocimiento sobre los reales impactos, el que se genera de manera desfasada o por los propios interesados con el objeto único de obtener la aprobación ambiental”, analiza el también abogado de Max Plank-UDP.

Si bien aún no existe un mercado mundial para el denominado “combustible del futuro”, la industria se está impulsando enérgicamente en varios países, sobre todo desde Europa para reducir la dependencia del gas ruso, aunque los electrolizadores se encarecen y la tasa de conversión es deficiente por la financiación que conlleva.

Mientras, Chile proyecta al año 2050 que la exportación del hidrógeno verde y sus derivados representen US$24.000 millones por año. Sin embargo, a principios de 2023, la Agencia Internacional de la Energía (IEA) plantea que “los gobiernos deberían tomarse en serio el riesgo de un desajuste en la oferta y la demanda“.

Desarrollo local

El hidrógeno verde podría generar distintos impactos, dependiendo del emplazamiento y magnitud de la infraestructura. Por eso ha generado preocupación lo que ocurriría en Magallanes, que tiene 13 proyectos anunciados; y en el desierto de Atacama, que concentra 23. Ya van 54 en todo el país, según el último catastro de H2 Chile, aunque la mayoría en etapa de bosquejo y factibilidad.

“El modelo de desarrollo del hidrógeno verde tiene un impacto tremendo en los instrumentos de orden territorial, las prioridades e intervenciones, lo que es una dimensión conflictiva en la política ambiental y social. Hay mucha alineación de los actores y las empresas, que no consideran las voces críticas, por lo que hay falta de principios precautorios y eso repercute en la democracia y la pobreza energética”, reflexiona Gabriela Cabaña.

La antropóloga del Centro de Análisis Socio Ambiental señala que esto puede desviar la atención de soluciones más efectivas. Además de la participación ciudadana, asegura, hay que apuntar a necesidades locales y empleos de calidad.

En la macrozona norte se forman grandes cadenas de trabajo y subcontratación en los proyectos de energías renovables, en donde alrededor de cien empresas alegan fraudes.

Mauricio Ocaranza, quien arrienda maquinarias desde Calama, se convirtió en vocero de los afectados y dice que transnacionales “se instalan por temporadas de faena y ni una oficina tienen en la zona. No se puede pensar en el hidrógeno si no se atiende lo que está pasando con las pymes, hay mucha gente agobiada por las deudas, nadie se preocupa de nosotros si no metemos presión”.

Por lo mismo, en las sesiones del plan, en Antofagasta y Magallanes, existe una coincidente posición de que las empresas se establezcan donde estén sus proyectos y no tributen en la región Metropolitana.

Cuestionamientos ambientales

En cuanto a los potenciales impactos ambientales, la producción de hidrógeno necesita de agua, mientras numerosas localidades del país enfrentan problemas hídricos.

Según el World Resources Institute, Chile tiene un estrés hídrico extremadamente alto. Por lo mismo, la industria mira como alternativa la desalación de agua de mar, aunque recientemente la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad expuso que tramitar una desaladora nueva conlleva 11 años y 7 meses.

Una investigación concluyó que, entre las regiones de Arica y Metropolitana, sólo el 4.54% de la superficie es zona altamente apropiada para instalar una desaladora.  Además, se necesitan nueve kilos de agua para producir un kilo de hidrógeno verde y si es desalada oscila entre 18 a 24, mientras que en promedio, por cada litro de agua desalada se produce un litro y medio de concentrado de minerales, lo cual podría afectar los ecosistemas costeros y marinos.

“Todos los organismos tienen distinta tolerancia a los parámetros químicos del agua, el aumento de la salinidad podría estresar la biodiversidad, lo que puede causar la muerte de organismos o los que tienen la capacidad de moverse lo van a hacer hacia un mejor ambiente”, declara Felipe Pizarro, biólogo marino y director de la Fundación Mar y Ciencia.

La exportación conllevaría una reestructuración portuaria y el incremento del tráfico marítimo, el cual “aumenta el riesgo de colisión de ballenas, tal como la jorobada, la franca y la sei. También implica la contaminación acústica, ya que el sonido viaja más rápido en el mar y llega a distancias más grandes. Más barcos interfieren la comunicación de delfines y otros cetáceos que se desplazan por el estrecho de Magallanes, lo que les complica más la vida a estos animales”, informa Pizarro.

Se suman las potenciales emisiones indirectas de gases de efecto invernadero, provenientes de las embarcaciones para la exportación a otros continentes. “El hidrógeno es verde porque no emite CO2 en su producción, pero no se considera el resto de emisiones que puede producir la cadena. Entonces, estamos postulando al hidrógeno como una energía muy limpia, idealmente hay que ampliar el verde en el resto de actividades, pero no está claro que en Chile sólo se genere con energía renovable”, dice Gumucio.

 La abogada de FIMA subraya que los impactos aún no se han determinado ante la proyección de la gran escala, ni se ha certificado que siempre sea “verde”. La participación y planificación territorial son cruciales, añade Gumucio, ya que “es físicamente el mismo espacio el que soporta todo y son ecosistemas frágiles a raíz del cambio climático”.

La industria de hidrógeno verde también necesita grandes extensiones territoriales para la generación de electricidad mediante energía eólica y solar, lo que aumentaría la fragmentación de ecosistemas. La escala de la industria apunta a 25GW que se traduce prácticamente en 404 mil hectáreas, un poco más de 6 veces la superficie de Santiago.

Además, un aerogenerador mide tres veces el hotel Dreams de Punta Arenas, Múltiples estructuras de ese porte cambiarían el paisaje de manera significativa. Por este motivo, científicos advirtieron en una carta en Science el peligro para aves residentes y migratorias que podrían colisionar o verse afectadas. Por lo mismo, una medida del Plan de Acción consiste en estudiar los criterios en la energía eólica.

Esta nota es un fragmento de un reportaje original producido por Climate Tracker y publicado en alianza con Bienes Comunes.