Verónica Gago: “El neoliberalismo es una gran máquina de producción de inseguridad”

Verónica Gago: “El neoliberalismo es una gran máquina de producción de inseguridad”

Por: Talía Llanos Chacón | 02.12.2022
La académica y docente argentina conversa con El Desconcierto sobre las claves del feminismo y su vínculo con las expresiones más palpables del modelo neoliberal, como el endeudamiento, la precariedad y la incertidumbre. "Es muy interesante pensar cómo el feminismo se ha hecho cargo de denunciar violencias neoliberales", plantea.

Verónica Gago (46) es una periodista y académica argentina, doctora en ciencias sociales y militante del Colectivo Situaciones y de NiUnaMenos.

En su primera visita a Chile desde el estallido social, Gago expuso en la Universidad Diego Portales (UDP) sobre una de sus últimas líneas de investigación: Las luchas de la reproducción social como límite al neoliberalismo.

La docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) ha escrito libros como “La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular”, “Una lectura feminista de la deuda”, y “La potencia feminista, o el deseo de cambiarlo todo”, entre otros.

En conversación con El Desconcierto, hace un repaso de la escena política del momento, a nivel nacional e internacional, y las relaciones intrínsecas entre la violencia, el neoliberalismo, y el rol que juegan como contrapeso las manifestaciones sociales y feministas.

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- ¿Cuál es tu visión sobre el movimiento feminista latinoamericano y su rol en la organización y la protesta social?

Entre 5 y 7 años, para hablar del ciclo más reciente, el movimiento feminista realizó cambios que son muy radicales en muchos sentidos. Primero, una masividad que nunca antes había tenido. Eso lo dicen compañeras que fueron protagonistas de otros momentos históricos del feminismo, y creo que ahí hay una coincidencia: La masividad es un carácter distintivo de este ciclo.

- ¿Cuál es la importancia de la masividad?

A mí me interesa mucho analizar de qué está hecha esa masividad. Por un lado creo que es una capacidad de convocatoria y de movilización callejera que es inédita.

Por otro lado, me interesa saber cómo se conforma esa masividad y cómo se sostiene. En el caso de Argentina, ha sido muy interesante el proceso por el cual la dinámica feminista se integró como parte de organizaciones preexistentes, y a la vez, fue una fuerza disruptiva en esas organizaciones.

- ¿A qué te refieres?

Estoy pensando en movimientos sociales, en organizaciones de base, barriales, en sindicatos. Me parece que ahí también funcionan temporalidades distintas.

Podemos ver una suerte de secuencia, de movilizaciones, de las huelgas feministas, y a la vez, la posibilidad de ir construyendo debates al interior de la vida cotidiana de las propias organizaciones y de los distintos espacios en los que transitamos, que van dando cuenta de una transformación que creo que es a largo plazo.

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- ¿En qué se refleja eso?

Voy a contar un dato. En Argentina se acaba de conocer que en los últimos cinco años descendió un 50% el embarazo adolescente. Me parece que ese número es muy importante para leer un tipo de transformación que ha sido impulsada y nutrida por el feminismo.

Tiene que ver con dar fuerza e importancia a la educación sexual integral en las escuelas y a toda la militancia que eso implica, pero también a una atmósfera de movimiento que permite construir autonomía sobre la propia vida, que está vinculada a la lucha por el aborto y a la capacidad de cada vez hacer más apropiable un deseo de otra vida.

Ver eso como un número que se refleja de manera tan directa en la baja del embarazo en general, y del embarazo adolescente en particular, me parece interesante. Muchos diarios pusieron como titular “histórica y preocupante baja de natalidad de la Argentina”, como si tuviésemos un problema poblacional.

Me parece interesante disputar también la interpretación de qué significa ese número. Muchas veces, una trampa que nos ponen al movimiento feminista es decir “el único número que vale son los feminicidios y los travesticidios”, y ese número puede ser que no se modifique o incluso que se incremente.

-Pero no es solo eso...

Pero no es solo eso. Decir “dejen de matarnos” es una consigna que ha sido importante, pero no es el único número en el que nos tenemos que encerrar, que es lo que pretenden justamente ciertos medios de comunicación. Lo que hacen es difundir ese número como una manera de culpabilizar al movimiento, al decir “a pesar de la movilización y de todo lo que están haciendo no dejan de matarlas o incluso aumentan”. Ponen ese número como único índice de eficacia de lo que puede hacer un movimiento.

Me parece que es interesante difundir o construir otros indicadores, de qué significa una transformación que está haciendo el movimiento feminista, que la tenemos que aprender a leer, que la tenemos que producir como información, y que la tenemos que visibilizar políticamente en todo su contenido.

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Feminismo y neoliberalismo

- También investigas las relaciones entre el movimiento feminista y las problemáticas derivadas del neoliberalismo, ¿Cómo se observa esa conexión en el vivir diario?

Creo que es muy interesante pensar cómo el feminismo se ha hecho cargo de denunciar violencias neoliberales, de manera concreta y en la vida cotidiana, y demostrar los efectos que tiene el neoliberalismo. No como una doctrina abstracta o que solamente quienes hacen análisis políticos pueden entender, sino en haber traducido, en efectos concretos, qué significa el neoliberalismo.

Cuando vos no puedes pagar el alquiler de tu casa, cuando cada vez tenés que trabajar más para ganar lo mismo, cuando somos las mujeres lesbianas, travestis, trans, personas intersex, no binarias, las que son siempre peor pagas y las que tienen a su vez una carga moral en términos de mandatos de género de responsabilidad familiar, por ejemplo, especialmente en los momentos de crisis.

Entonces creo que el feminismo se ha convertido en una forma de pedagogía sobre los efectos concretos del neoliberalismo. En eso ha sido muy interesante también lo que ha planteado a nivel de los cuidados, de la organización del trabajo, de la privatización de los servicios públicos, que hace que recaiga más trabajo no remunerado sobre ciertos cuerpos, de la lucha anti extractivista como una pata necesaria del neoliberalismo contemporáneo.

-A propósito de tu charla, ¿Por qué dirías que es necesario agregar ese factor económico y global al análisis de la reproducción?

El neoliberalismo está produciendo cada vez más una sensación generalizada de inseguridad, de cómo nos vamos a reproducir. Esa inseguridad se traduce en que no sabemos cuánto vamos a ganar, si vamos a poder comprar los medicamentos que necesitamos, si vamos a poder pagar las deudas que tuvimos que asumir porque nuestros ingresos no alcanzan.

Creo que el neoliberalismo es una gran máquina de producción de inseguridad y hay una disputa muy grande por cómo leer esa inseguridad. Por eso hoy tienen tanto efecto los discursos desde la derecha que hablan de una inseguridad y que intentan darle un giro seguritista y autoritario a esa sensación compartida de que realmente estamos viviendo en condiciones muy inseguras, y que hay una agresión constante y sistemática hacia nuestras condiciones de vida.

Por eso me parece que la discusión sobre la reproducción social es clave, y por eso me parece que hay que trabajar en qué sentido el neoliberalismo realmente está agrediendo, a nivel cotidiano, la posibilidad de reproducción y en qué sentido ahí hay una experiencia de la inseguridad y de la fragilidad que está en disputa.

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-En la charla señalaste que “sobre la reproducción social se enjambra el endeudamiento doméstico”. ¿De qué forma?

A partir de la consigna que hemos trabajado mucho en Argentina, de cómo la deuda se ha convertido en una manera de completar ingresos que son cada vez más insuficientes, y cómo hoy la deuda es deuda para vivir, ni siquiera es para un consumo extraordinario, ni siquiera es para para enfrentar alguna situación excepcional o de emergencia.

Es una deuda para sobrevivir.

- ¿En qué se expresa eso?

Lo vemos muy concretamente en las maneras en que se toma deuda para pagar alimentos, medicamentos, cuestiones de salud, educación, la vivienda para no ser desalojada. Creo que ahí los dispositivos financieros, a través de la deuda, tienen una gran capacidad de arraigarse, de capilarizarse, pero también de lograr aparecer como una solución frente a la pobreza y la precariedad.

La deuda se presenta como un dispositivo de salvataje frente a la precariedad, a la fragilidad y a la inseguridad. De ahí, la importancia que tiene también en términos subjetivos. También hay una interpelación moral muy fuerte de responsabilizar, especialmente a las mujeres y a las madres a cargo de sus hogares, especialmente si tienen hijes, que depende solamente de su esfuerzo individual pagar esas deudas, responder a esa obligación financiera que han contraído y esforzarse, como una manera también muy valiosa de sacar adelante sus propias vidas personales y familiares en contextos de muchísimas adversidad.

La deuda sabe leer esa situación tan crítica en la que muchas personas hoy están.

https://twitter.com/icsoUDP/status/1598319786227900416

 

Neoliberalismo y violencia

- En tu charla también hablas de las violencias de las que se origina el neoliberalismo. ¿Cuáles son concretamente?

Me parece que en América Latina la violencia es inescindible del origen del neoliberalismo, tanto por las dictaduras de muchos de nuestros países que dan inicio el proyecto neoliberal, como de distintas formas de represión explícita que han acompañado las distintas formas de reforma política y de reorganización económica de la vida colectiva.

Esto es un punto importante contra la idea de que el neoliberalismo parece, en principio, no necesitar de la violencia. Recién ahora, parece convocar a procesos autoritarios para ser reforzado, por eso hoy se está hablando de neoliberalismo autoritario que, por momentos, pareciera como si fuese una novedad, como si el autoritarismo fuese un complemento inédito.

Creo que América Latina tiene experiencia histórica para contrarrestar esa idea y para mostrar cómo la violencia es una constante. No podemos tener lecturas ingenuas sobre la relación entre neoliberalismo y violencia.

- También se plantea que el capitalismo es inherentemente antidemocrático, porque la acumulación de riqueza implica acumulación de poder, lo que va en contra de la democracia, el demos-kratos...

Totalmente, y me parece que en ciertos momentos históricos eso queda un poco más oculto, como si hubiesen pactos sociales de convivencia en que esa violencia parece quedar un poco detrás de escena. Por un lado, creo que en América Latina esa idea es mucho menos fértil para pensar los procesos políticos y, por otro lado, que en este momento, tras cuatro décadas o casi cinco de neoliberalismo, lo que vemos es una intensificación de las violencias.

Más que nunca nos hace falta pensar esa relación orgánica entre el neoliberalismo y las formas en que la violencia funciona como una fuerza productiva del cual el capital no puede prescindir.

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- ¿Crees que los gobiernos de centro izquierda que han surgido en Latinoamérica tienen la disposición y herramientas necesarias para hacer frente a estas problemáticas?

Creo que son gobiernos importantes y a la vez insuficientes, en el sentido de que no podemos confiar en que desde el Estado haya una posibilidad completa de enfrentar, de manera autónoma, estas lógicas de valorización financiera del capital. Sin embargo, creo que es muy importante la manera en cómo ciertas relaciones de fuerzas se expresan en los Estados, y por supuesto, no es lo mismo un gobierno progresista, de izquierda, que un gobierno de derecha.

Ese es hoy un vector clave en América Latina donde el antifascismo también tiene que expresarse en las urnas, y en el voto popular, por eso ha sido tan importante una elección como la de Lula, y por eso es tan importante que haya un gobierno progresista en Chile y en Colombia, por ejemplo. Incluso, en Argentina no puede pensarse la existencia del gobierno actual sino como efecto de la movilización social que venció en las urnas, hace ya varios años, al proyecto ultra neoliberal de Macri.

Después lo que vemos es una debilidad muy grande de la posibilidad de enfrentar las lógicas estructurales, por ejemplo, a las que obliga el endeudamiento externo. Estamos hoy en Argentina con índices inéditos de pobreza y ahí creo que también hay que pensar esa impotencia a nivel de los Estados para enfrentar estas lógicas de despojo estructural.

-El presidente Gabriel Boric anunció que la Reforma de Pensiones reconocerá por primera vez las labores domésticas y de cuidados, al incluir un mecanismo que compensará los “vacíos” en las pensiones, ¿Qué opinas de este tipo de políticas públicas? ¿Van en un camino correcto?

A mí me parecen muy interesantes, porque expresan un nivel de institucionalización y de consensos sobre ciertos elementos que el movimiento feminista ha puesto en la agenda. En Argentina también hay una jubilación que se llama “jubilación de amas de casa”, que es un reconocimiento de este trabajo no remunerado hecho durante tantos años.

Creo que hay una traducción parcial, como son las traducciones institucionales en políticas públicas, de ciertas reivindicaciones del movimiento que son muy importantes. Seguramente no agotan los proyectos de emancipación y no agotan un horizonte de transformación, que es lo que se ha visibilizado también en estos años.

Pero, por ejemplo, ciertas discusiones sobre cómo la deuda de corresponsabilidad de los padres que no se hacen cargo deja de ser un asunto privado, familiar, y pasa a ser un asunto de discusión pública, y amerita, por ejemplo, políticas públicas al respecto como un Registro de Deudores, me parece que es algo importante, me parece muy importante.

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-Respecto a la crisis económica internacional, también derivada de la guerra de Ucrania, de la pandemia del COVID-19. ¿Dirías que se está experimentando una crisis de los sistemas capitalistas, aunque no sea nueva?

Creo que sí, que estamos ante una crisis que en algún punto podríamos decir terminal, de cierta forma, del capitalismo. Por eso creo que proliferan tanto formulaciones como capitalismo zombie, capitalismo caníbal... Creo que esa paradoja es un estado de descomposición muy grande del capitalismo.

Hay un montón de formulaciones, que hoy se están pensando como la idea de un capital que es absoluto, que parece ya no necesitar mediaciones institucionales, sino que acude, como decíamos al principio, a dinámicas cada vez más violentas.

Al mismo tiempo, creo que hay una crisis muy grande en la capacidad del capital de garantizar la reproducción social, y a la vez de conseguir legitimidad. Por eso también estas apelaciones a producir miedo, a producir inseguridad, y a manipular afectivamente, desde las derechas, todo lo que significa esta condición de precariedad generalizada.

Revisa aquí la charla completa de Verónica Gago:

https://youtu.be/oKg_soGd4dc?t=435