Chileno en Qatar 8: La política de la no política del fútbol
'- ¿Qué es esto?
- Me pregunta el guardia en un inglés peor que el mío.
- Una bandera, la bandera de Chile—le respondo.
El tipo, flaco, alto, con gafas de sol, pone cara de no entender y mira a su colega a su lado.
- Chile. -insisto—mi país, de donde soy.
Es la seguridad para entrar al estadio al partido de Gales con Irán. Están buscando cualquier cosa que pueda referirse a la situación brutal de represión que pasa en Irán, desatados a partir del asesinato de Mahsa Amini. Después me entero que no han dejado entrar a un grupo de mujeres con poleras con el dibujo de Amini. Y después arrestan a un periodista. A mi lado, requisan unas pancartas. Después de unos diez minutos de discusión, la bandera chilena puede pasar.
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En las gradas, la mayoría viste de blanco, apoya a Irán, pero hay diferencias entre ellos. Cuando se cantan los himnos, una parte del estadio abuchea el himno iraní. Los galeses entonan el suyo con la nostalgia de la lluvia. Comienza el partido y desde donde estoy, arriba en una esquina, puedo ver la geometría de los cuerpos, las figuras que dibujan en la cancha y que apenas se ven interrumpidas por la coleta de Bale.
Viva Gareth Bale, cantan los galeses, they said he had broken back, fuck the Union Jack, que se puede traducir como “Decían que se había roto la espalda, que se vaya al carajo la bandera del Reino Unido”.
En la cancha, mientras tanto, continúa la política de la pelota. Será solo al final, en esos infinitos 9 minutos de alargue, luego del ataque ninja del portero galés Wayne Hennessey que dejó a su equipo con diez, que la delantera iraní logrará romper el cerco de los dragones. Me pregunto si en la algarabía de la hinchada iraní se olvidarán de lo que pasa en su país, si en ese instante se abrazarán como si fueran una nación. Pero esto es solo un partido de fútbol y afuera del estadio es posible intuir las divisiones. Gritos, que no entiendo, pero intuyo parecen chocar bajo el sol de Doha.
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El Metro queda al lado de un gran mall, el Mall de Qatar, entro para comer algo y descubro lo obvio: está de lleno de fanáticos que han dejado el fútbol por las compras y algo de comer (mejor que la mala comida del estadio). Y en el centro del mall, unas pantallas gigantes muestran el partido de Qatar.
Claro, un mall tiene la ventaja del frescor y mata dos o tres pájaros de un tiro. Más tarde, cerca de la villa donde me quedo, lejos de la algazara futbolística paso a un mall pequeño donde también muestran los partidos en pantalla gigante. Es un café donde la comida no está mal y el té con menta es una delicia mientras Ecuador hace temblar el travesaño y a los Países Bajos. Lo mejor es el relato en árabe que parece sacado de otra época: un relato en la televisión como si fuera para la radio (imaginemos a Mimica relatando en árabe).
¡Yalla, yalla, Ecuador!