Más allá de Patricio Bao, los otros casos de adultos mayores reprimidos por Carabineros
El caso de Patricio Bao, el adulto mayor agredido por Carabineros el pasado 8 de marzo, puso el foco en un perfil de víctimas de la represión policial que hasta ahora había pasado totalmente desapercibido y que constituye uno de los sectores más vulnerables de la sociedad: los adultos mayores. El INDH ha presentado acciones legales por 10 víctimas de edad avanzada, la mayoría por agresiones producidas en la Región Metropolitana y La Araucanía.
⛔️ Casos registrados por el #INDH, en el contexto de la crisis social a partir del 18 de octubre, en que agentes del Estado vulneraron derechos humanos de adultos mayores, personas que pertenecen a un grupo de especial protección por parte del Estado de Chile pic.twitter.com/rBLnPKMCwG
— INDH Chile (@inddhh) March 10, 2020
Si bien han sido los más jóvenes quienes han participado masivamente en las movilizaciones, y por lo tanto han sufrido más directamente los efectos de la violencia policial, los abuelos y abuelas también han ocupado las calles y plazas para pedir condiciones de vida más dignas y justas. El Desconcierto ha recogido el testimonio de algunos de ellos.
Magdalena Álvarez, 64 años.
La velatón de Abel Acuña, el joven que falleció por un paro cardiorrespiratorio, luego de que los equipos médicos del SAMU que intentaban reanimarlo recibieran bombas lacrimógenas de Carabineros, fue la primera vez durante el estallido social que Magdalena Álvarez vivió la represión policial. Antes había sido en abril de 2018, durante las protestas de los estudiantes del Instituto Nacional contra el proyecto Aula Segura, impulsado por la ex ministra de Educación, Marcela Cubillos. Su nieto estudiaba allá. Y antes, durante la dictadura. Es militante del PS desde hace 40 años y fue torturada. Hoy es defensora de Derechos Humanos.
El sábado 16 de noviembre un grupo de unas 120 personas se congregaron en Plaza Dignidad para homenajear al chico. “Había FF.EE. y no querían que hiciéramos la velatón”, recuerda la mujer. Explica que ella “parlamentó” con una de las carabineras, que le dijo que era “un acto simbólico”. Se lo permitieron y lo hicieron: encendieron las velas y pronunciaron unas palabras. En total, unos 20 minutos. Los hechos se produjeron –dice– en el momento en que la gente ya se retiraba, hacia las 21:30 horas, cuando FF.EE. empezaron a reprimir. “Yo iba llegando al bandejón central de la Alameda, y el chorro de un guanaco me tira, me lanza lejos, una media cuadra, y me caigo en la vereda sur de la Alameda. Quedé semi-inconsciente”, explica Magdalena.
Recuerda como un grupo de gente la recogió y la llevó detrás de un quiosco. Ahí se dio cuenta que había perdido sus lentes en el lugar donde se cayó. “Me devuelvo a buscarlos con las manos en alto, para que distinguieran que no estaba haciendo nada y que soy una persona de edad”, apunta. “Estoy en eso, agachándome a recoger mis lentes y viene el guanaco nuevamente y ahí me arrastra nuevamente”, cuenta Magdalena. Ese episodio la dejó con hematomas, golpes en las costillas, en los pechos y un estado de shock que le hizo revivir “situaciones pasadas”.
El segundo episodio en que Magdalena fue víctima de un ataque de la policía fue este 8M. Hacia las 12:30 horas los uniformados cortaron la Alameda, a la altura de la calle Ahumada. Ella se acercó a preguntar a una agente por qué estaban bloqueando el paso de las manifestantes “si estaba todo tranquilo”. Faltaba mucha gente por pasar aún. “Mientras le estoy diciendo eso, se acerca otra carabinera del piquete que yo pensaba que venía a hablar conmigo, y me tira gas pimienta directo a la cara, a menos de un metro de distancia”, relata.
Magdalena Álvarez sufre una insuficiencia pulmonar obstructiva crónica, por lo que el impacto del gas, para ella, podría haber sido de gravedad. “No podía respirar. Ahí pensé que me moría”, exclama. “Quedé sin poder ver por dos horas, con un principio de ataque respiratorio por mi enfermedad respiratoria”, añade. Varias mujeres la sacaron de la marcha y la acompañaron unas cuadras hasta su casa, en el centro: “Llegué en pésimas condiciones, apoyándome en los muros”.
José Pozo, 67 años
El día en que todo empezó, el viernes 18 de octubre, José Pozo, vecino de Pudahuel, estaba en su casa, atendiendo su negocio de plantas. Había sido una semana de mucha agitación y recuerda que ese día “había en la calle mucha bomba lacrimógena”. Era tanta la intoxicación del aire que el hombre acogió a algunas personas que regresaban de sus trabajos y, en la calle, se topaban con el lanzamiento de proyectiles por parte de Carabineros.
“En eso, llega mi hijo, de 26 años, que venía de visita porque yo estaba solo”, explica. Dice que cuando el joven vio el despliegue policial, “les dijo un par de groserías fuertes a los agentes, que estaban a unos 20-30 metros de la casa”. La respuesta de FF.EE. fue inmediata: salieron a perseguirlo. “Él entró a la casa, yo traté de cerrar el portón de fierro de la calle, pero ellos se abalanzaron, cayeron encima y entraron”.
José relata que se metieron a su casa ocho policías y que se produjo un “forcejeo” con ellos: “Querían sacar a mi hijo de la casa y yo que se lo impedía”. Fue ahí cuando uno de los ocho carabineros “empezó a patearme por abajo, por la zona genital, fueron unos segundos, 8 o 10 patadas, porque hubiera sido imposible que yo durara más ahí”, explica. “¡Fue terrible!”, exclama. A su hijo se lo llevaron y José quedó “pateado entero”, aunque no con daños físicos graves.
“Lo tuvieron detenido desde las 5 de la tarde hasta las 3 de la madrugada, ahí en una micro, frente a la casa”, cuenta el hombre. Dice que no le pegaron ni insultaron y que le permitieron llevarle ropa. Cuando lo soltaron, dijeron que les llegaría una citación de Fiscalía: “Hasta hoy no ha llegado nada”.
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Aurora Herández, 76 años
Reconocida dirigenta social de Renca, Aurora Hernández asistió junto a amigos y familiares a la marcha del 8M en Plaza de La Dignidad. Su testimonio fue publicado en este medio la semana pasada. La mujer terminó con ceguera parcial luego del ataque en las cercanías del Cerro Santa Lucía. “Yo iba pasando al lado de un piquete de Carabineros y sin mediar provocación, me tiraron el gas a la cara. ¿Qué daño les podría haber hecho yo? No tienen ningún derecho a hacerme esto”, denunció Aurora.