De lo que no se habla: Las relaciones comerciales y económicas con el exterior
En la reciente campaña presidencial se habló de muchas cosas, pero hay un tema que siempre quedó fuera de los discursos y de los debates: las relaciones comerciales y económicas con el exterior. Por ello, intentaré en este artículo hacer algunas pocas reflexiones sobre ese tema.
En primer lugar, lo super conocido es que la administración estadounidense ha optado por modificar a su regalado gusto toda la estructura arancelaria que imperaba entre ese país y el resto del mundo. Tratándose de un país que es el segundo mayor exportador mundial y el primer importador mundial, una decisión de ese tipo necesariamente tiene consecuencias para el conjunto del sistema comercial contemporáneo.
Con una medida de ese tipo, en la práctica, se pasó a llevar los acuerdos de libre comercio que Estados Unidos tiene firmados y vigentes con muchos países del mundo. Se pasó a llevar también los acuerdos y normas de la Organización Mundial de Comercio y de todo el derecho internacional que descansa en alta medida en la inviolabilidad de los tratados.
Se ha generado así no solo un período de caos, de incertidumbre y de unilateralismo en el comercio de Estados Unidos con prácticamente todo el resto del planeta, sino también en el comercio de los demás países entre sí.
Si las normas que regían el comercio internacional han pasado a desahuciarse por un país tan relevante como EEUU, cabe la posibilidad de que cada país se sienta igualmente autorizado a hacer lo que mejor le parezca, con lo cual el caos se expandiría por todos los continentes.
Eso sería el imperio universal de la ley de la selva, en la cual los países política y económicamente pequeños tendrían pocas defensas contra los países grandes, contra los que se creen grandes y contra los que tienen serias posibilidades de llegar a ser grandes, que de todos los hay en este mundo. No es solo EEUU quien quiere aprovecharse tanto como se pueda de los países más débiles, sino también hay otros países que tienen aquello en el fondo de su ADN.
Ante esta posibilidad de que el comercio internacional se quede sin normas que lo rijan, los Tratados de Libre Comercio -que son hoy en día una red que cubre gruesa parte del planeta- constituyen una fuente normativa que pasa a tener un papel fundamental.
Los TLC se convierten hoy en día casi en el único mecanismo de deberes y derechos reconocidos en el campo comercial y, por lo tanto, una fuente de orden y de transparencia en el mismo, todo lo cual le hace sumamente bien a los países pequeños, en estos tiempos de caos y de arbitrariedad. Deben, por lo tanto, ser mantenidos, apoyados e incluso eventualmente mejorados.
Los TLC no son indudablemente perfectos. No constituyen la suma de nuestras aspiraciones nacionales. Tuvieron indudablemente éxito en abrir nuevos mercados externos para los productos chilenos, lo cual ha sido bueno para el país. Pero es casi imposible que después de décadas de funcionamiento, la experiencia ganada no señale algunos asuntos que merecen ser mejorables y/o que sirvan de experiencia para los TLC que se sigan firmando.
Todo ello se puede lograr por la vía del dialogo, de la diplomacia y de las posibles renegociaciones que se hagan en el seno de las reuniones de administración de cada TLC que se hacen periódicamente entre todos los países partes.
Pero romper hoy en día con la normativa que emana de los TLC no beneficiaría al país que lo haga, que quedaría aislado e indefenso, ni tampoco contribuiría con nada al orden comercial internacional, que requiere de normas estables y consensuadas. Es de esperar que estos asuntos –de los cuales no se habló en la campaña presidencial- sean precisamente por ser puntos en los que confluye el sentir del conjunto de los sectores políticos y económicos del país.