Cómo iniciar la rehabilitación tras un ACV: Las 4 prácticas que disminuyen el daño cognitivo y sensorial en pacientes
Un grupo de académicos de la Facultad de Medicina y del Hospital Clínico de la Universidad de Chile presentó el Policy Brief “Rehabilitación en personas tras un ataque cerebrovascular (ACV): Hacia dónde debemos avanzar”, con recomendaciones para avanzar hacia la creación de una guía clínica nacional estandarizada.
Según cifras del Ministerio de Salud, en Chile cada hora fallece una persona a causa de un ACV, enfermedad que afecta anualmente a más de 35.000 personas, posicionándose como la segunda causa de muerte y la primera de hospitalización en mayores de 65 años.
¿Cómo recuperarse de un ACV?
Entre las recomendaciones planteadas se incluye el inicio de la rehabilitación dentro de las primeras 24 horas, con atención ambulatoria supervisada por equipos interdisciplinarios.
También se sugiere la incorporación de Unidades de Tratamiento en Ataque Cerebrovascular (UTAC) para ofrecer rehabilitación precoz e intensiva, junto con planes de alta que contemplen visitas domiciliarias y estrategias para facilitar la reincorporación laboral y social de los pacientes.
El documento propone, además, que la rehabilitación sea intensiva (al menos tres horas diarias, cinco días a la semana), personalizada según las necesidades del paciente, e incluya intervenciones para problemas motores, cognitivos, sensoriales y de salud mental, apoyadas por tecnología y tele rehabilitación para superar barreras geográficas.
También se enfatiza la necesidad de protocolizar evaluaciones y prácticas terapéuticas basadas en evidencia.
“La evidencia internacional demuestra que mientras antes se inicie la rehabilitación, mejores son los resultados en la calidad de vida y la reintegración social y laboral de las personas afectadas por un ACV”, concluye el documento.
¿Qué es un ACV?
El Policy Brief describe el ACV como una enfermedad no transmisible provocada por la interrupción del flujo sanguíneo al cerebro, que genera daño cerebral y pérdida de funciones.
Entre sus secuelas destacan la discapacidad física, alteraciones en la comunicación y la alimentación, cambios cognitivos y emocionales, así como la pérdida de autonomía, ingresos y redes sociales.