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El pacto social y democrático que Chile necesita: Bienestar material y derechos humanos reales
Foto: Agencia Uno

El pacto social y democrático que Chile necesita: Bienestar material y derechos humanos reales

Por: Hugo Calderón y Darwin Alvarado | 12.11.2025
La democracia es el camino de la paz social y el desarrollo de todas las potencialidades humanas, sociales, económicas y ambientales que el país necesita. Tenemos que alejarnos de la sociedad que otorga privilegios excesivos a una minoría; de las ideas de grupos que niegan derechos y la evidencia científica del cambio climático, junto a los problemas que esto conlleva. Tenemos que avanzar en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo que nos permita desarrollarnos en armonía social. El pacto social por la democracia debería ser el eje del consenso ganador de la segunda vuelta presidencial.

Al igual que en la época del salitre (1880–1930), Chile puede aprovechar su potencial en materias primas y la gran capacidad de generación de energía barata y limpia, para avanzar en su desarrollo y volver a ser una de las economías más prósperas de América. Esto requiere reorientar nuestra trayectoria hacia un crecimiento económico inclusivo, con alta cohesión social.

El empresariado y la política no han sido capaces de mirar más allá de sus propias necesidades y aspiraciones. Entre 1990 y 1999, nuestra economía creció en promedio un 6,1%. Pero en comparación, entre los años 2014-2023, la economía sólo creció en promedio un 1,9%.

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Después de una década de promesas incumplidas, ajustes y debates sin resolución alguna, el país se enfrenta a una realidad evidente: sin una base material digna, los derechos humanos y su reconocimiento por parte de la ciudadanía, se convierten en palabras vacías, que no propician cambios positivos en la calidad de vida o el bienestar económico de las personas, ni avances en la justicia social ni en la sostenibilidad ambiental que el país necesita.

¿Por qué la democracia es el camino para avanzar? La democracia permite que todos los ciudadanos -independiente de su condición social o económica- tengan voz en la toma de decisiones políticas a través del sufragio universal y de otras formas de participación nacional o local. Esto fomenta un sentido de pertenencia y responsabilidad, ya que las personas son convocadas a ser sujetos activos en la vida política de nuestro país. La participación ciudadana también asegura que diversas opiniones y preocupaciones sean representadas y consideradas, lo que enriquece el proceso de toma de decisiones y refleja una mayor equidad social.

Entonces, ¿qué hace falta para que nuestra sociedad se articule y podamos crecer y ser un país desarrollado? A nuestro entender, se requiere revitalizar el concepto del “espacio público”(J. Habermas), espacio donde los ciudadanos pueden reunirse para discutir y deliberar sobre los asuntos de interés común, un espacio de encuentro que permite que las distintas opiniones encuentren lugares de encuentro en pro de un beneficio común, un beneficio país.

El consenso democrático está perdido en un devenir de opiniones polarizadas, que no garantizan la participación efectiva de las mujeres, las minorías y los sectores vulnerables. Hay que partir por superar las desigualdades estructurales y las barreras sociales, físicas, económicas y culturales que limitan la participación social y la toma de decisiones.

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La participación social debe ser activa en democracia. De poco le sirve a un sector político el llegar a dirigir el país, si no cuenta con verdadera cohesión social y con un respaldo mayoritario que le permita impulsar su programa de gobierno. La participación debe ser uno de los ejes de la restauración pacífica de lo público y esta debe ser acompañada de la “acción pública” (H. Arendt), que permita en la interacción con otros, el cambiar el curso de los eventos en pro de algo mejor. Esto es fundamental para la construcción de nuestra identidad y la pluralidad de nuestra nación, más allá de las complejidades que esto conlleva.

Tenemos que volver a escucharnos; escuchar a todas las voces como sostiene Iris Marion Young, quien afirma que la inclusión de voces diversas en la toma de decisiones democráticas es esencial para lograr una justicia social genuina. No podemos limitar nuestra democracia a las decisiones de unos pocos, no pueden los ciudadanos entregar las grandes decisiones a agitadores políticos de turno, ni a estructuras de poder que evitan el diálogo equitativo y profundo que se requiere. Nuestra democracia debe ser un espacio de desarrollo social, de amplios consensos, que sean una base sólida de desarrollo humano y económico.

Nuestra sociedad, la que construyen las mujeres y hombres todos los días con su trabajo, debe ser permanentemente evaluada en su capacidad de promover la vida, salud, educación y la participación social. Cada individuo debe tener la oportunidad de desarrollar su potencial, más allá de las injusticias que surgen no solo de la falta de derechos, sino de tener la capacidad de acceder a los recursos y oportunidades necesarios (M. Nussbaum).

En síntesis, la democracia es el camino de la paz social y el desarrollo de todas las potencialidades humanas, sociales, económicas y ambientales que el país necesita. Tenemos que alejarnos de la sociedad que otorga privilegios excesivos a una minoría; de las ideas de grupos que niegan derechos y la evidencia científica del cambio climático, junto a los problemas que esto conlleva. Tenemos que avanzar en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo que nos permita desarrollarnos en armonía social. El pacto social por la democracia debería ser el eje del consenso ganador de la segunda vuelta presidencial.

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