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“Mientras estemos vivos debemos amar lo más que podamos”: Jane Goodall, otra ciencia fue posible y otro mundo aún lo es
Foto: Agencia Uno

“Mientras estemos vivos debemos amar lo más que podamos”: Jane Goodall, otra ciencia fue posible y otro mundo aún lo es

Por: Iván Ojeda-Pereira | 10.11.2025
Jane Goodall durante toda su vida sostuvo que los seres humanos somos parte del resto del reino animal y no estamos separados de él. En los últimos años se transformó en una destacada activista internacional por el cambio climático, y en una defensora de lo que ella llamaba la conservación de los animales y de los humanos.

El 20 de septiembre, Bad Bunny terminaba su residencia en su natal Puerto Rico. En el último de sus conciertos nos recordó una frase de su canción Baile inolvidable: “Mientras estemos vivos debemos amar lo más que podamos”.

Es difícil encontrar a alguien que pueda ilustrar y representar mejor esa frase que Jane Goodall. Poco más de una semana después del concierto de Benito, el 1 de octubre, falleció en Los Ángeles, a los 91 años, quien fuese etóloga, primatóloga, antropóloga y activista.

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En esta columna deseo hacer un humilde homenaje público a Jane Goodall, recuperando una de sus principales enseñanzas ante un mundo en crisis: el amor le permitió encontrar una forma distinta de hacer ciencia, y también puede permitirnos encontrar una forma alternativa de existir en este mundo.

Jane Goodall nació en 1935 en Inglaterra. De niña, su padre le regaló un muñeco de chimpancé, sin saber que ese gesto se conectaría con todo el resto de su vida. En los años 50 viajó a Kenia y desde allí obtuvo un trabajo como secretaria, lo que le permitió contactar a Louis Leakey, quien estaba en búsqueda de alguien dispuesto a investigar el comportamiento de los chimpancés en sus condiciones naturales.

En 1958, finalmente, Leakey apoyó formalmente a Goodall para que fuese a estudiar a Londres, y en 1960 ella regresó al Parque Nacional Gombe Stream, en Tanzania, acompañada de su madre, debido a las restricciones de la época.

Jane era una mujer científica en una época en que no abundaban. Llegó sin una formación universitaria formal, pero con una gran pasión por los animales. Con su trabajo con chimpancés, Goodall se convirtió en la octava persona a la que se le permitió estudiar y luego obtener un doctorado en la Universidad de Cambridge sin haber tenido previamente una licenciatura (1966).

En los años 60 fue portada de National Geographic y en 1977 fundó el Instituto Jane Goodall en Tanzania, una ONG dedicada a la conservación de los chimpancés. En su trabajo como científica fue una revolucionaria que demostró que otra ciencia era posible. Fue la primera persona en sostener que los chimpancés sienten emociones, que tienen mente y personalidad, y que por ello también libran guerras feroces.

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Descubrió además que eran capaces de diseñar y fabricar herramientas para alimentarse de termitas. Finalmente, rompió radicalmente las normas de la ciencia al ponerles nombres a los chimpancés en lugar de números. Así desestimó el paradigma imperante que sostenía que la ciencia debía observar “objetivamente” la naturaleza, sin empatía con los sujetos de estudio.

Jane resistió: los nombró y reconoció a los chimpancés como seres distintos, pero igual de complejos que los humanos. En una entrevista mencionó que tuvo un gran maestro que le enseñó que esa supuesta “objetividad sin empatía” era basura: Rusty, su perro.

Jane Goodall durante toda su vida sostuvo que los seres humanos somos parte del resto del reino animal y no estamos separados de él. En los últimos años se transformó en una destacada activista internacional por el cambio climático, y en una defensora de lo que ella llamaba la conservación de los animales y de los humanos.

Tal como nos enseñó a lo largo de su carrera, es necesario relevar el rol que ella asignaba al amor para construir una ciencia distinta. Esto queda claro en el famoso video viralizado en 2012, donde una chimpancé rescatada del tráfico ilegal la abraza con ternura. Nuestro planeta requiere que cambiemos nuestra forma de vivir, tal como Jane Goodall nos demostró que fue posible cambiar la ciencia.

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