Matías Ávila, de Candelabro: "La bandera de Chile no le tiene que pertenecer solamente al sector más conservador del país"
Candelabro se ha posicionado como una de las bandas más interesantes de una nueva camada de la escena alternativa chilena, junto a grupos como Hesse Kassel, Estoy Bien o Asia Menor. Con su segundo disco, "Deseo, Carne y Voluntad", el sexteto liderado por Matías Ávila (23) profundiza en una exploración sonora y lírica que mezcla referencias del rock progresivo chileno, la poesía nacional y una particular apropiación de la simbología religiosa católica.
El disco transita desde el jazz hasta el ska, incorporando saxofones, arreglos de cuerdas y spoken word, con canciones que pueden ir de una hermosa musicalización del rezo "Ángel de la Guarda" a cantar entre gritos "Dios está perdido en una calle de Estación Central" en "Pecado". Es una obra que dialoga con la tradición de Los Jaivas y Congreso, pero también con el indie contemporáneo de bandas como Niños del Cerro, consolidando una propuesta que reivindica la ñoñez y el estudio como elementos válidos para hacer rock contestatario.
Matías Ávila, de cabellera platinada y lentes redondos que cubren parte de su rostro, conversa con El Desconcierto a días de su presentación este sábado en el festival Fauna Primavera. Habla sobre los elementos que atraviesan el trabajo de Candelabro; desde la nostalgia constitutiva de lo chileno hasta la necesidad de recuperar símbolos que han sido monopolizados por los sectores conservadores del país.
La nostalgia como elemento fundacional
—Algo que sobrevuela el trabajo de Candelabro es una especie de búsqueda nostálgica. En su último disco aparece la infancia católica, en las visuales de sus tocatas se pueden ver programas antiguos de la televisión chilena, está la canción de Eduardo Bonvallet que también remite a esa época. ¿De dónde viene esa búsqueda?
Chile sin lugar a dudas es un país nostálgico. Lo complicado de crecer con la Cordillera de los Andes siempre a cuestas es sentirse pequeño y un poco aislado de todo el resto de cosas que ocurren a escala mundial, para bien y para mal. A nivel psicológico tenemos una mirada introspectiva, evitativa en algunos casos, más o menos forzosa y obligada, sobre todo desde este imaginario más transitorio que es la ciudad, que es Santiago como una ciudad rodeada de cordones montañosos.
Ahí uno naturalmente da con la nostalgia. Basta andar en el metro o en micro, para darse cuenta que hay un relato que nos entrecruza. Yo trato de respirar eso también y volverlo parte de mi obra, por consecuencia también de la obra en conjunto que hacemos con los integrantes de la banda.
—Armando Uribe también hablaba de que los chilenos siempre tienen visión desesperada y melancólica, por esta condición de provincianos...
Completamente. Somos capaces de asombrarnos con las cosas por pequeñas que sean. Somos capaces de gritar un gol como si hubiese nacido nuestro primer hijo o ponernos a llorar por abrazarnos en Año Nuevo. Esas cosas nos definen como país. Esos son los verdaderos síntomas de ser chileno. Y ser chileno es una pregunta constante. Yo no puedo atreverme a decir "esto es la chilenidad", porque Chile es un animal indescriptible, volátil y dinámico. Chile es un país de eternos adolescentes. Para mí eso es Chile. Siempre vamos a ser adolescentes.
Apropiación de símbolos religiosos
—¿Por qué apropiarse de esos símbolos religiosos en momentos en parecen estar asociado con cierto sector social o político?
Porque esos símbolos en verdad nunca le han pertenecido al sector tradicionalista y conservador del país, ni acá en Chile ni en cualquier otro país del mundo. Yo soy un ferviente creyente de que estos mensajes y estas uniones que se expresan en los versículos del Antiguo y del Nuevo Testamento no tienen nada que ver con el sector de la derecha más recalcitrante chilena. Es una mala comprensión.
No es excluyente de lo popular que ha llegado a ser la figura de Cristo. Hay un trauma compartido que tiene que ver con malas interpretaciones, con cosas que tienen que ver con la figura de Dios como estado de supremacía, más que con la búsqueda de lo trascendental. Esa bandera es lo que intenta levantar el disco.
Latinoamérica en general es un continente azotado por las coronas, avaladas con este fenómeno de la evangelización. Es una mezcla que nos tiñe hasta el día de hoy y en la que vamos a seguir empapados probablemente por el resto de nuestra historia.
—Lo religioso también antes podía remitir por ejemplo a Teología de la Liberación, a otros movimientos de izquierda popular...
O la Vicaría de la Solidaridad también o el mismo Raúl Silva Henríquez. Uno puede situar a Jesús echando a los mercaderes del templo en la Biblia. Son cosas interesantes entendiendo los tiempos que transcurren hoy que permiten empezar a crear arte.
La izquierda y lo popular
—¿No abandonó la izquierda durante mucho tiempo lo chileno, lo popular, dándole ese imaginario a la derecha?
Por cierto, fue un error. La bandera de Chile no le tiene que pertenecer solamente al sector más conservador del país. Para mí no es una acción atractiva el abandonar o el pensar que eso es lo que hay que hacer. Para mí el llamado siempre ha sido otro. Y ahí es donde yo trato de posicionar la obra de Candelabro.
El solo ser chileno es en sí mismo una contradicción. La cordillera, el mar, norte, sur, sobre todo acá en Santiago es una contradicción en sí misma. Uno mismo también desde lo artístico se teje desde ese lado.
El entender que ser una persona con una posición al respecto de las cosas que pasan es un camino que se va construyendo en el día a día con las acciones del cotidiano, no con levantar un eslogan o una bandera.
Eso es lo que vemos hoy por hoy en muchas campañas que tienen que ver con la derecha: 20 banderas atrás de los candidatos. Eso realmente no te vuelve patriota. Las personas que tienen que lidiar con la dureza del día a día son los verdaderos patriotas, las personas que tienen que salir a trabajar a cuestas de la decepción de lo que es muchas veces vivir en Chile.
Santiago del Nuevo Extremo, Fulano y Congreso
—Ha habido una explosión de reseñas en Rate Your Music -comunidad online para reseñar música- en las que se les ha comparado con la banda inglesa Black Country and New Road. Un poco bajo ese estereotipo actual de banda nueva con saxofón se les parecería. Pero para mí se pueden ver referencias muy chilenas en su música; desde Niños del Cerro, Congreso, Los Jaivas, Diego Lorenzini, y también de la tradición de la poesía chilena. ¿Cuáles fueron tus referencias musicales al momento de crear este disco?
Santiago del Nuevo Extremo, Fulano, Congreso, y haberme acercado al Canto a lo Humano y a lo Divino gracias a un ramo que tuve en el Pedagógico, que es cultura tradicional oral, que lo impartía el cantautor Francisco Astorga.
Esa universidad es una de las pocas universidades donde se dan clases de instrumentos de guitarrón chileno a día de hoy. A todos nos enseñan a tocar con afinaciones traspuestas que remiten al mundo rural.
Soy un poco intruso en esto. Soy un intruso de la Academia Musical porque no estudié música, estudié pedagogía en música. Soy un intruso de la pedagogía, porque no es a lo que me dedico todo el tiempo. Soy un intruso en la poesía, como decía Redolés, y puedo vivir con eso, con la contradicción que hablábamos antes.
—En el momento de componer, ¿Black Country and New Road era una referencia?
Yo creo que sí, francamente sí, porque es una banda que me gusta, es una banda que yo iría a ver, y tampoco me aplancha decirlo. Ahora, a nivel lírico yo siento que no hay por dónde. Nunca me sentí tan convocado, salvo por las canciones de desamor, que son brutales y me encantan.
Hay que hacer un poco el ejercicio de no tomarlo con tanta gravedad. Si se parece, se parece, pero tratar de conceptualizar todo dentro de lo mismo es un error. Tú podrías encontrar similitud entre Los Bunkers y Franz Ferdinand, pero definitivamente no es lo mismo. No podemos situar a Suede con David Bowie por mucho que se parezcan.
En ese sentido, para mí Jorge González es una figura muy trascendental. Cuando escuché "El Futuro se Fue" y noté su desprejuicio a cierto tipo de música, llegué naturalmente ahí. Me pasa eso con muchos artistas que admiro: en un momento son rígidos, luego sueltan, y el arte llega a otros lados.
—¿Y dentro de la poesía que te interesaba?
Lo que sí se dio en mí el vuelco de pasar de Nicanor Parra a Armando Uribe, un abogado que también fue poeta y uno de los más importantes embajadores de Chile durante el periodo de la Unidad Popular. Él tiene una escritura sombría, eclesiástica, , de un catolicismo bien denso. Cuando yo llegué ahí y se me mezcló con Los Jaivas, Congreso, Santiago del Nuevo Extremo, el Canto a lo Humano y a lo Divino, Gabriela Mistral y el misticismo franciscano, dije: acá hay un disco.
Me sentí también muy llamado a hablar porque yo estoy traumado con la religiosidad a raíz de mi educación católica. Mi familia no es creyente, pero los colegios congregacionales representan la oportunidad de ser primera generación universitaria. Es mi caso, y el caso de muchas otras personas más.
El concepto de nerd rock
—¿Qué es el nerd rock para ti? ¿Sienten que siguen haciendo nerd rock o ahora pasaron a otro
Yo creo que está cayendo un poco en desuso, pero no tanto. El nerd rock me recuerda mucho más al primer disco. Tiene que ver con que en la figura del ñoño también puede haber rock o una actitud que roce o frecuente lo contestatario.
Puede haber creatividad en estudiar. Siento que es muy importante replicar esos estudios y esa adquisición de capital cultural que uno va adquiriendo producto de la universidad, del uso del internet, porque hoy estamos plagados de información. Era todo un esfuerzo conseguirse un cassette de Duran Duran para nuestros padres. Mi papá tiene puro grandes éxitos en su disquera. No tiene discos.
Ir haciendo música alrededor de eso e ir tomando esas banderas. Por ejemplo, con Candelabro no tenemos una pinta rockera tipo AC/DC, tampoco tenemos excesivo carisma , no somos artistas hiper mega profundos, ni nuestros padres son académicos. Todo lo que hemos construido ha sido en base a estudio, esfuerzo y performance. Pero por sobre todo un conjunto de voluntades que unidas dan forma a Candelabro.
—Y lo último: ¿qué esperan del Primavera Fauna?
Pasarlo bien, principalmente. Que salga todo bien, estar tranquilo y adquirir la mayor cantidad de experiencia posible, porque todo lo bueno y lo malo que pasa en el Fauna nos va a servir para seguir haciendo lo que nos guste.