Solitud en vez de soledad: Prácticas para mejorar la calidad de vida estudiantil
La Encuesta Nacional de Calidad de Vida en Chile (ENCAVI 2023-2024) señala que un porcentaje mayoritario de la población percibe su vida como satisfactoria. No obstante, muestra un notable deterioro en la percepción de bienestar emocional y compañía respecto a evaluaciones anteriores.
Esto se expresa también en el mundo estudiantil, y es un fenómeno que no deja de preocuparnos a quienes estamos involucrados en la educación de profesiones exigentes, tanto por sus cargas académicas como por el eventual desgaste emocional que puede ocurrir en entornos donde el sufrimiento humano -físico y existencial- se expresa con fuerza.
Para una buena vida, entre muchos factores, las conexiones sociales se consideran elementos clave y, como tal, se cree que tienen efectos significativos en el bienestar subjetivo. Sin embargo, no todas las personas logran establecer relaciones sociales satisfactorias. Según el psicólogo Perlman (1982), la soledad se define como la sensación desagradable que se experimenta cuando las relaciones sociales se perciben como deficientes en relación con las necesidades y deseos personales.
Como sentimiento subjetivo, la soledad es empíricamente diferente del aislamiento social, que es un estado objetivo de desconexión. Recientemente, un amplio meta-análisis de 114 estudios sobre los efectos de la soledad en la salud concluyó que sentirse solo se relaciona con niveles significativamente más bajos de bienestar. Esta asociación mostró una magnitud del efecto de moderada a grande, posicionándose como uno de los resultados de salud más sólidos analizados en el estudio.
En consecuencia, la soledad podría ser perjudicial para el bienestar, aunque también caben otras explicaciones: la soledad no se distribuye aleatoriamente, y algunas personas son más proclives a sentirse solas debido a características que también influyen en su bienestar (por ejemplo, factores genéticos o rasgos de personalidad).
Más allá de los factores personales, es una realidad de nuestra era lo solos que se sienten muchos individuos, a pesar del uso constante de pantallas, redes sociales y dispositivos digitales. Necesitamos reflexionar sobre estos temas en la era de la máxima digitalización y de un mundo hiperconectado que, sin embargo, no deja de doler.
Parte de los cambios implican transformaciones en la forma en que nos relacionamos con otros y con nosotros mismos. Un ejemplo de ello son los estudios que muestran cómo hoy se conocen mayoritariamente las nuevas parejas: a través de medios digitales.
El filósofo Byung-Chul Han ha mostrado en sus ensayos cómo la hiperdigitalización, que nos supone un mundo de amigos virtuales y muchos “likes”, no ha logrado reemplazar la lentitud y el cuidado que merece el cultivo de las relaciones humanas, la necesidad de contarnos una historia de nosotros mismos y ofrecerla a otro.
En otro de sus ensayos, Han señala que estamos en la era de la autoexplotación: nos exigimos al punto de reemplazar el ser por el hacer. También menciona que, a pesar de la moda del storytelling -de la cual las empresas de marketing se han apropiado-, nos enfrentamos cada vez más a una forma de alienación, creyendo que somos partícipes de “algo”. No nos damos cuenta de que vivimos hacia lo externo, descuidando nuestra narrativa interna.
Frente a este panorama de hiperconexión y autoexplotación, surge la necesidad de recuperar espacios de encuentro con uno mismo: la solitud.
La solitud es la capacidad de estar con uno mismo, escuchando la propia conciencia, lo que pensamos, aprendiendo a percibirlo como una postura de aceptación, autoconciencia y respeto.
Iniciar propuestas definidas hacia el cultivo de la solitud implicaría tener en cuenta la necesidad de tiempos para el descanso, la contemplación, la lectura, la poesía, la música. Todos ellos son dispositivos que nos permiten iniciar ese diálogo tan necesario con nosotros mismos, donde podemos reflexionar en calma, ir hacia esa narrativa interna que nos permite conocernos mejor, con nuestras distintas necesidades.
Hoy la educación superior está siendo desafiada por la inteligencia artificial. Se aceleran los procesos administrativos, la búsqueda de información, y unas máquinas que están fuera de nosotros podrían tomar muchos controles hasta ahora humanos.
Quizás sea bueno que se siga explorando y avanzando en sus ventajas, pero mientras eso sucede, creo que necesitamos explorar más aún cómo dejamos que se aceleren procesos útiles para la educación, y que ello nos permita liberar tiempo para que los estudiantes puedan descubrir la solitud, mirarse y estar bien con sus propios diálogos internos. No se trata de aislarse, sino de encontrarse amablemente con uno mismo para poder ofrecer puntos de encuentro saludables con sus compañeros, amistades y familiares.