
Para volver a creer en un proyecto país: De Pedro Aguirre Cerda a Jeannette Jara
En los momentos decisivos, hay candidaturas que encarnan más que una persona y trascienden en la historia. Son apuestas por un proyecto de país, de transformaciones sociales profundas. Hace 87 años sobrevino la elección que dio el triunfo a Pedro Aguirre Cerda -en 1938- y así puede leerse hoy el dilema que enfrenta la candidata del oficialismo, Jeannette Jara.
Ambas figuras surgen en contextos de fragmentación política, de disputa internacional, de incertidumbre social y de urgencias profundas por responder a las demandas de las mayorías del país. Ambos representan también, la unidad de las fuerzas de izquierda y centroizquierda.
Basándose en experiencias foráneas, como el caso español o francés, el ex ministro del Interior, Pedro Aguirre Cerda lideró una coalición amplia e impensada en su momento: el Frente Popular, agrupando a radicales, comunistas, socialistas, y organizaciones de diversos sectores. Uno de sus principales objetivos era posicionar una alternativa a los distintos grupos fascistas que surgían en Chile y a los partidos de las élites locales que no ofrecían una solución a los profundos problemas nacionales.
El desafío era gigante, sin embargo, las fuerzas progresistas en un gesto de confianza afirmaron “Chile debe tener un presidente radical”. Así, la izquierda chilena se unió y gobernó bajo los lemas “Pan, Techo y Abrigo” y el famoso “Gobernar es Educar”, frases que no sólo encarnaban un eslogan: sintetizaban un proyecto político y civilizatorio nacional-popular donde el Estado debía ser el eje de la sociedad, garante del bienestar, la cultura y la justicia social. Su liderazgo no fue el de un caudillo carismático, sino el de un articulador político que puso el foco en el programa y no en la figura.
Jeannette Jara tiene la oportunidad de encarnar un proyecto similar. Su candidatura, basada en la organización social, trabajo y gestión pública, refleja la fuerza de un colectivo más que del carisma personal. La unidad reúne desde la DC, al Socialismo Democrático, al Frente Amplio y al PC, poniendo en el horizonte la recuperación del rol estratégico del Estado, la dignificación del trabajo y el compromiso con los derechos sociales universales. Estos pilares recuerdan la apuesta transformadora del Frente Popular. Su liderazgo dialogante puede ser clave para formar una coalición que supere las fracturas recientes y proyecte un horizonte de país. Aunque Unidad Por Chile aún funciona más como coalición electoral que como proyecto de largo plazo.
Además de liderazgos estratégicos, el Frente Popular contaba con una estructura nacional: comités departamentales y comunales, y otros órganos que discutían sobre las principales dificultades del país. Se conservan todavía testimonio de esas discusiones en documentos de inmenso valor como El Problema Agrario, El Problema Industrial, y tantos otros. Este orden, unidad de acción y capacidad resolutiva de los partidos, parece ausente hoy en la candidatura de Jara, distancia reforzada por la pérdida de unidad en la lista parlamentaria recientemente, sumado a la falta de una narrativa que cristalice el proyecto país.
Si bien no se puede depender de ello, el azar y los hechos inesperados -como en este caso una tragedia política- pueden influir en el ánimo ciudadano y cambiar el resultado de una elección. Un ejemplo claro es el triunfo de Pedro Aguirre Cerda en 1938, logrado por un margen muy estrecho después de la matanza del Seguro Obrero, cuyo aniversario se conmemora en septiembre. Ese hecho provocó un fuerte rechazo hacia el gobierno de Arturo Alessandri y debilitó la candidatura de Gustavo Ross, identificado con el oficialismo y la represión. Gracias a ello, Aguirre Cerda ganó por apenas 4.000 votos y dio inicio a una transformación política nacional.
En este escenario, la organización de las fuerzas políticas fue fundamental. El Frente Popular, que había debutado en las elecciones parlamentarias de 1937, alcanzó su consolidación en la presidencial de 1938. Ello significó además la primera experiencia de un largo “matrimonio político” entre comunistas y socialistas, que permaneció inalterado hasta 1973. Si bien la experiencia del Frente Popular fue breve, su gobierno impulsó profundas transformaciones en distintos ámbitos de la sociedad: la producción, la educación, la salud y la organización social, por mencionar algunos.
La política chilena actual se encuentra nuevamente en un punto de definición respecto de las formas de construir mayorías y consolidar proyectos de país. Unidad Por Chile como coalición surge como un intento de articular distintas sensibilidades de izquierda y centroizquierda, en un escenario marcado por la fragmentación, la desconfianza ciudadana y la dificultad para establecer horizontes comunes. Al igual que en otros momentos de nuestra historia, la pregunta de fondo es si estas alianzas son capaces de trascender lo electoral para transformarse en verdaderos pactos de gobernabilidad y de futuro.
Su diversidad ideológica le otorga un carácter ampliamente representativo, al conectar con causas que van desde la justicia social y la equidad territorial hasta la transformación del modelo económico y la protección del medioambiente. Sin embargo, Unidad Por Chile carece de la amplitud social que tuvo el Frente Popular, que integró exitosamente a organizaciones, como la Central de Trabajadores de Chile (CTCH) y el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres (MEMCH). Esta falta de heterogeneidad puede convertirse en un obstáculo, aunque también podría transformarse en una fortaleza si logra articularse en torno a un relato común.
En definitiva, separadas por casi un siglo, ambas candidaturas responden a momentos donde la política se enfrenta a una disyuntiva: seguir administrando el malestar o atreverse a transformarlo. Aguirre Cerda lo hizo con una visión reformista clara, con organización, con alianzas impensadas en su tiempo, y con la convicción de que gobernar era el progreso. Jeannette Jara hoy, con un pie en la memoria histórica y otro en las luchas del presente, tiene la posibilidad de encarnar nuevamente el impulso de la agenda progresista y reencantar a la ciudadanía en las elecciones de noviembre.
Porque en tiempos de desconfianza, de polarización y de crisis de representación, lo que vuelve a importar no son los personajes políticos, sino los proyectos de país colectivos que se pueden articular. El eco del Frente Popular y la breve experiencia del gobierno de Pedro Aguirre Cerda podría resonar con fuerza en la voz de Jeannette Jara. Así como en 1938, hoy la izquierda se pregunta “¿Chile debe tener una presidenta comunista?”.