
Proyectando nuestros demonios en los adversarios
La psicología transpersonal introdujo la noción de la sombra, como la proyección que hacemos en otros de aquello que no nos gusta o no aceptamos en nosotros. Este conocimiento es parte de los saberes populares expresado en el dicho: "quien la tiene hecha, tiene la sospecha".
La sombra es el conjunto de aspectos reprimidos, negados o no reconocidos de la personalidad. Incluye deseos, emociones, pensamientos, impulsos y características que una persona no acepta como propios, muchas veces porque son considerados social o moralmente inaceptables.
Sus características principales son:
Que es inconsciente. Las personas no somos plenamente conscientes de nuestra sombra;
Contiene tanto aspectos negativos (agresión, envidia, odio...) como también positivos aunque reprimidos (talentos, intuiciones, capacidades no aceptadas por el entorno);
Se forma desde la infancia, cuando aprendemos qué comportamientos son “aceptables” o “inaceptables” según nuestra familia o cultura.
Ejemplo de ella: una persona que se ve a sí misma como muy amable y pacífica podría tener una sombra que incluye ira reprimida o deseos de confrontación. O alguien que se muestra muy racional podría estar reprimiendo su lado emocional o sensible.
Jung decía que "uno no se ilumina fantaseando sobre figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad". Integrar la sombra permite un mayor autoconocimiento, una reducción de proyecciones (atribuir a otros lo que no aceptamos en nosotros), más libertad emocional y autenticidad, y la prevención de comportamientos destructivos que emergen sin control.
Aplicando estas distinciones a la política, y particularmente en una figura como Donald Trump, nos permite observar cómo los aspectos reprimidos de una cultura o de una sociedad pueden encarnarse en un líder. Desde esta perspectiva Trump puede verse no solo como individuo, sino como un símbolo arquetípico que refleja contenidos inconscientes colectivos.
Trump es la expresión del inconsciente colectivo reprimido. Trump ha sido visto como la encarnación de deseos, miedos y emociones que muchas personas no se atreven a mostrar públicamente: Xenofobia, racismo, misoginia, nacionalismo extremo; ira contra las élites, el sistema político y lo "políticamente correcto"; rechazo al progresismo, a la diversidad o a la globalización. Todos estos aspectos, que son muchas veces reprimidos en el discurso público por considerarse incorrectos, encuentran en Trump una voz sin filtros.
Desde la psicología de la sombra, cuando una persona (o una sociedad) no reconoce su lado oscuro, tiende a proyectarlo en otros, en este caso los inmigrantes como amenaza: los medios de comunicación como "enemigos del pueblo"; sus adversarios políticos (los Demócratas) como corruptos o antipatrióticos. Estas proyecciones permiten no asumir responsabilidad interna y canalizar la sombra hacia un enemigo externo.
Jung hablaba del "héroe que desciende a la sombra". Trump, para muchos de sus seguidores, es ese "outsider" que desafía el orden establecido, rompe las reglas y actúa sin remordimientos. No es un "héroe virtuoso", sino un representante de los instintos primarios: poder, dominio, venganza, impulso. En ese sentido, se convierte en un símbolo de lo reprimido que reclama ser escuchado.
La Sombra Colectiva Estadounidense
La aparición de Trump también refleja aspectos de la sombra cultural de Estados Unidos: la persistencia del racismo estructural; el miedo a perder la hegemonía mundial; la obsesión con la riqueza y el éxito individual; la negación de su historia contradictoria y violenta. Trump no ha creado esta sombra, él sólo la canaliza y la hace visible.
Desde la perspectiva junguiana, negar la sombra la fortalece. La sociedad estadounidense, al no integrar sus contradicciones históricas y emocionales, genera figuras que las expresan de forma explosiva. Trump, como símbolo, obliga a mirar lo que muchos preferían ignorar: los prejuicios, el miedo, la agresión latente, pero también el deseo de ruptura, de autenticidad o de poder sin complejos.
Muchos de sus seguidores no se identifican solo con sus ideas políticas, sino con su estilo, actitud y narrativa emocional. Desde la perspectiva de la sombra colectiva, Trump representa autenticidad sin censura, puesto que dice lo que “nadie se atreve a decir”, que rompe con lo políticamente correcto, y encaja con el deseo reprimido de muchas personas de ser directas, agresivas, sin tener que justificarse. Hay en su personaje una sombra proyectada: “No me dejan ser yo mismo, pero él sí lo hace por mí”.
Manifiesta la rebeldía contra el sistema y canaliza la frustración contra las élites, instituciones, intelectuales, etc. Y se presenta como víctima de un sistema corrupto, como muchos de sus votantes se sienten. La sombra proyectada es: “Estoy cansado de obedecer normas que no me benefician. Quiero que alguien destruya el juego”.
Promete fuerza, fronteras, armas, castigo a los “enemigos”, además refuerza la idea de que “nosotros somos los buenos, ellos son el problema”. La sombra proyectada es: “Tengo miedo, pero no puedo mostrarlo. Él me protege y ataca por mí”.
Para personas que se sienten pequeñas o impotentes, Trump puede encarnar una versión poderosa de sí mismos: rico, sin filtros, temido, inquebrantable. La sombra proyectada es: “Ojalá pudiera ser así de libre, exitoso y fuerte”.
¿Estaremos en Chile, aún a tiempo para evitar esta sombra?