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El multimillonario escándalo de compras de bebidas alcohólicas en las Fuerzas Armadas y Carabineros
Foto: Agencia Uno

El multimillonario escándalo de compras de bebidas alcohólicas en las Fuerzas Armadas y Carabineros

Por: Jorge Molina Araneda | 15.08.2025
Gastar sumas millonarias en rituales báquicos, atiborrados de alcohol, mientras se espera disciplina y sacrificio del personal y confianza del ciudadano es, precisamente, tratar a la comunidad como un medio para el propio deleite y borrachera institucional.

El informe de Mercado Público sobre el gasto de $389.147.882 en bebidas alcohólicas entre enero y agosto de 2025 por parte de las Fuerzas Armadas y Carabineros -con un acumulado de $2.221.346.607 en los últimos cinco años- revela mucho más que un simple “exceso administrativo”: exhibe el rostro banal y autocomplaciente de instituciones que, mientras predican disciplina y sacrificio, cultivan una opulencia licorera digna de cortes virreinales.

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El desglose por rama del gasto etílico en el período 2021 a 2025 es revelador:

  • Ejército: $1.484.213.987.

  • Fuerza Aérea: $356.679.854.

  • Carabineros: $334.373.670.

  • Armada: $46.079.096.

Asimismo, el año 2024 marcó un récord con un gasto total de $728.835.898, casi el cuádruple de lo registrado en 2021.

El espejismo del “bienestar” institucional

La defensa oficial del Ejército -amparada en la Ley de Bienestar 18.712- intenta desplazar la indignación pública hacia un terreno legalista, sugiriendo que no se trata de “fondos públicos”, sino de “recursos internos”. Esta es una vieja estrategia de blindaje institucional, que se traduce en convertir un privilegio en derecho adquirido.

El jurista alemán Rudolf von Ihering, en La lucha por el derecho, advertía que el abuso de prerrogativas legales puede ser tan dañino como la violación directa de la ley, pues difumina la confianza en las instituciones y normaliza prácticas inmorales amparadas por la norma.

En otras palabras, la legalidad no es sinónimo de legitimidad. Como señaló Norberto Bobbio, en El futuro de la democracia, las instituciones deben no solo cumplir la ley, sino responder al principio de responsabilidad democrática, que obliga a rendir cuentas incluso sobre lo que formalmente no constituye corrupción.

Entre el uniforme y la botella: el cinismo institucional

Que el Ejército lidere el ranking con $1.484 millones y que la Armada se limite a $46 millones no es señal de virtud, sino de menor volumen operativo o menor visibilidad de sus gastos. El intelectual francés Michel Foucault habría encontrado aquí un ejemplo perfecto de inversión del poder disciplinario: quienes exigen sobriedad y autocontrol a la ciudadanía se reservan para sí los placeres que prohíben a otros.

Este doble estándar, moralmente corrosivo, erosiona el principio de ejemplaridad, que Max Weber consideraba central para la legitimidad de cualquier autoridad coercitiva. Una policía y un ejército que se embriagan a costa de sus propios fondos -mientras la población soporta crisis económicas y presupuestarias- son, en palabras de Weber, “burocracias que se transforman en feudos personales”.

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El derecho y el derroche

Louis Brandeis, juez de la Corte Suprema de EE.UU., afirmó en Other People’s Money and How the Bankers Use It (1914): “La luz del sol es el mejor desinfectante”. El gasto alcohólico de $2.221 millones en cinco años sería impensable en un sistema de defensa y seguridad verdaderamente transparente.

Asimismo, parafraseando a Noam Chomsky en su Ilusiones necesarias (1991), las instituciones de poder, cuando se encuentran fuera de un control efectivo, tienden a actuar en beneficio propio antes que en beneficio de la población que dicen servir. Esta reflexión encaja perfectamente con el blindaje legal y la opacidad de estos gastos, pues evidencia cómo el corporativismo castrense y policial prioriza su confort interno sobre la austeridad y el servicio a la ciudadanía.

La historia como espejo

En el periodo del tristemente célebre Juan Miguel Fuente-Alba (2010-2014), se generaron 2.420 órdenes asociadas a la compra de alcohol, por un monto total de alrededor de 4 millones de dólares.

Los pretéritos hechos éticamente reprochables nos rememoran al sociólogo Pierre Bourdieu, en La nobleza de Estado, describiendo este fenómeno como la consolidación de élites cerradas que se autolegitiman mediante rituales y privilegios internos.

Patriotismo con resaca

Si las Fuerzas Armadas y Carabineros midieran su eficacia en litros de destilados, la defensa nacional estaría asegurada. La retórica del “honor militar” y la “vocación de servicio” se desvanece ante cifras dilapidadas en:

  • Destilados: $220.163.581

  • Cervezas: $99.876.678

  • Vinos: $37.344.028

  • Cócteles: $27.757.291

  • Espumantes: $3.990.233

Todo esto, solo entre enero y agosto de 2025.

Finalmente, el filósofo Immanuel Kant -precursor del idealismo alemán- en Fundamentación de la metafísica de las costumbres, sostuvo: “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio”.

Gastar sumas millonarias en rituales báquicos, atiborrados de alcohol, mientras se espera disciplina y sacrificio del personal y confianza del ciudadano es, precisamente, tratar a la comunidad como un medio para el propio deleite y borrachera institucional.

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