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La militancia de Jeannette Jara y su campaña presidencial
Foto: Agencia Uno

La militancia de Jeannette Jara y su campaña presidencial

Por: César Gatica Muñoz | 27.07.2025
No puede caber duda que la candidata Jeannette Jara es la única que ofrece la oportunidad para que la sociedad de nuestro país proteja lo construido en favor de las mayorías, avance en los necesarios procesos de cambio, en la inclusión, y perfeccione el sistema democrático. La alternativa de una ultraderecha avasalladora sería absolutamente lesiva para la democracia. El fascismo no murió en 1945. Solo estaba aletargado.

El 26 de diciembre de 1991, la Unión Soviética fracasó y fue disuelta, lo cual fue una demostración palmaria de que el socialismo estatista sobre el cual se organizaba, era inviable.

Esa desintegración condujo a la independencia de algunas de las repúblicas que integraban la unión y a la disolución del Pacto de Varsovia. Del mismo modo, motivó la reformulación de los proyectos políticos de los partidos de izquierda en el mundo. La caída de la URSS fue un magnífico desastre.

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En la actualidad no hay ejemplos para fundamentar la promoción de un socialismo marxista. China, Vietnam y Rusia son capitalistas.

Si en las actuales circunstancias electorales se insistiera en la construcción de un socialismo de antiguo cuño, que no funcionó, no solo no resultaría convincente, sino también divisivo para las corrientes de izquierda y centro izquierda y generaría preocupación y rechazo en los potenciales adherentes a la candidatura de Jeannette Jara, situados hacia el centro de espectro político.

Asimismo, llegaría a colisionar con la Declaración de Principios del PC, que en parte destacan que “…Su concepción humanista contiene los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Está comprometido con el fortalecimiento de la democracia y el respeto, garantía y promoción de los derechos humanos asegurados en la Constitución, en los tratados internacionales ratificados y vigentes en Chile y en las leyes”.

Lo que en el presente congrega a las fuerzas progresistas es, en primer lugar, el proyecto de creación de un estado de bienestar social, consolidado en un sistema socialdemócrata. Es el que, probadamente, mejor funciona económica y socialmente y sería un modelo adecuado para acelerar el desarrollo y terminar con la pobreza en nuestro país. En ello no hay disidencias profundas. Incluso el muy derechista Joaquín Lavín, en una insólita epifanía, así lo declaró.

Nadie ignora que la próxima elección presidencial tendrá lugar en una sociedad que en la que se ha cobijado y promovido, al menos por un siglo, un intenso sentimiento anticomunista, el cual ha permeado todos sus estratos. Hoy dicha posición carece de todo fundamento, es absurda, sin embargo, subsiste y es fuerte.

Ello pese a que, comprobadamente, el PC ha respetado el sistema democrático, fue ejemplarmente leal al Presidente Allende, gobernó con el Frente Popular, con el segundo periodo de Bachelet y con Boric. Demostró siempre un fiel cumplimiento de los compromisos adquiridos. Por el contrario, está probado que los partidos de derecha no pueden exhibir tal adhesión a la democracia.

Kast, Kaiser y Matthei, aún justifican el golpe de estado y la dictadura pinochetista. No consideran que la democracia cuenta con herramientas para solucionar todos los problemas internos del país.

Los diagnósticos de la derecha conducirían a un retroceso económico y social enorme, lo que traduciría en agitación social y en una regresión general en el nivel de vida de la población. No relaciona las carencias con las protestas sociales.

Ignora que éstas estallan cuando la insatisfacción de las necesidades vitales llega al límite y pone en riesgo la adecuada subsistencia de la población. Las insensibles declaraciones de los ministros Larraín y Fontaine en octubre de 2019, son elocuentes.

La pobreza en Chile en el 2022 disminuyó al 6.5%. El nuevo método de medición a aplicar transforma esa cifra en 22,3%, porcentaje que corresponde a más de 4 millones de personas. Esa cifra, que es preciso disminuir, en manos de la derecha constituye el anuncio de un descalabro que no es capaz de detener.

Lo anterior no es ignorado por la DC y otras colectividades de centro. Es claro que la búsqueda de un candidato alternativo debidamente calificado, es tardía y, además, estéril, pues aquél no existe.

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Debido a que por sí sola Jeannette Jara no tiene los respaldos electorales suficientes, deberá alcanzar acuerdos amplios y necesariamente tendrá que gobernar con una coalición que materialice su programa. La gobernabilidad desde la centro izquierda ofrece garantías concretas. El socialismo democrático, sin duda la apoyará. El CEN del Partido Radical así lo acordó, aunque hay algunos militantes reluctantes.

El peligro que los candidatos de la derecha representan para la democracia, todos nostálgicos de la dictadura, es un asunto sobre el que no es necesario explayarse. Constituye un acicate para que el progresismo se una y deje las diferencias, que son legítimas, momentáneamente de lado.

El contexto electoral

Es necesario tener en cuenta los siguientes antecedentes: Los votos totales en las elecciones primarias del 29 de junio de 2025 fueron 1.420.435, de los cuales Jara recibió 825.835 (60,16%). Pero, la elección presidencial de noviembre tendrá un número de votantes mucho más elevado, debido a que el voto es obligatorio.

El padrón electoral actual es de 15.450.377, de modo que el objetivo central para el progresismo en las próximas elecciones será reunir, a grosso modo, 7,7 millones de votos. Es decir, Jara deberá multiplicar por 9 los votos obtenidos en la primaria.

La militancia partidaria total al 31 de mayo de 2025 era de solo 527.125 (2,7% de la población). Es decir, la gravitación de los partidos está disminuida, pese a ello, en el contexto democrático, su participación resulta indispensable.

Jara tiene cualidades personales óptimas: inteligencia, preparación académica, claridad política, carisma, simpatía y espontaneidad. Proviene de los sectores desposeídos de la sociedad, por lo que las mayorías se identifican con su historia de vida, la cual representó una apreciable diferencia con sus competidores en las primarias. Es claro que su éxito en ese contexto adverso, es excepcionalísimo.

No se puede olvidar que el factor emotivo en las elecciones es gravitante. Por lo cual nada en su figura pública debería ser cambiado. Aunque, para aproximarse al centro, sería deseable la suspensión de su militancia, pues el anticomunismo es irracional e infundado, pero fastidia y resta votos. Nada en la campaña debería exacerbar esa actitud en el electorado.

El PC tiene únicamente 44.973 militantes. Por lo que para que Jeannette Jara gobierne exitosamente va a requerir de una coalición y de un parlamento afín. De momento, tiene 2 senadores de 50 y 10 diputados de un total de 155. Los acuerdos a alcanzar son decisivos.

Un hecho a esperar es que el presidente de EEUU, como aconteció con Allende, intentará entorpecer su gobierno, para lo cual contará con colaboradores nacionales. Los yanaconas nunca faltan y son entusiastas. Ese mandatario no tiene inhibiciones para inmiscuirse en asuntos internos de otros países. Este será un asunto de cuidado.

En el mismo espacio de la política exterior, sería deseable que Jara se comprometa a mantener la posición que los gobiernos democráticos han tenido hacia Venezuela y Nicaragua. Por lo demás, se trata de una política de Estado.

No puede caber duda que la candidata Jeannette Jara es la única que ofrece la oportunidad para que la sociedad de nuestro país proteja lo construido en favor de las mayorías, avance en los necesarios procesos de cambio, en la inclusión, y perfeccione el sistema democrático. La alternativa de una ultraderecha avasalladora sería absolutamente lesiva para la democracia. El fascismo no murió en 1945. Solo estaba aletargado.

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