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El arte de perder: Cómo el arte y la narrativa acompañan el duelo
Foto: Agencia Uno

El arte de perder: Cómo el arte y la narrativa acompañan el duelo

Por: Rebecca Oyanedel Pérez | 24.07.2025
El arte no cura el duelo, pero permite habitarlo sin quedar atrapado. La medicina narrativa no evita la pérdida, pero da herramientas para narrarla sin que se nos rompa la voz. Y como dice Junot Díaz Lo contrario de la muerte no es la vida. Es el arte.

“He aprendido que el duelo no es algo que superamos, sino algo que llevamos con nosotros, como un tatuaje del alma.” — Cheryl Strayed

Cuando pierdes a alguien es como perder una parte del que sabíamos o creíamos habitar. No existe una receta para llevar el duelo, pero sí lenguajes que nos ayudan a darle una forma a este sentimiento abstracto, y entre ellos el arte y la medicina narrativa se han revelado como aliados que muestran caminos que permiten acompañar ese dolor sin pretender borrarlo.

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La medicina narrativa, como la definió Rita Charon, es una práctica clínica fundamentada en la competencia para “recibir, interpretar y ser conmovido por las historias de enfermedad”. Esta escucha no es solamente técnica, es profundamente humana.

Ante la pérdida, lo narrativo permite que el dolor se articule, se cuente y se reescriba, no para eliminarlo, sino para poder caminar con él de forma empática, atenta y sin apuros, esto puede ser profundamente sanadora, tanto para quien sufre como para quien cuida.

Los relatos ayudan a los pacientes, familiares y profesionales de salud a sostener lo insoportable. Una historia bien contada es una forma de compañía. Como dice Susan Sontag, “la enfermedad no es una metáfora”, pero las palabras pueden servir como una brújula cuando se extravían los mapas de la vida.

Es entonces donde entra el arte como una forma de medicina no farmacológica, el pintar se vuelve una herramienta para liberar esos versos que no quieren salir, el vacío, bordar la ausencia, dibujar la herida: son formas de darle cuerpo a lo intangible.

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En hospitales, talleres de arte han permitido que pacientes terminales expresen lo que las palabras no alcanzan. En museos, exposiciones como “The Art of Dying” (en Londres) o iniciativas de arte gráfico como Graphic Medicine ofrecen nuevas maneras de visualizar el duelo, no desde el morbo, sino desde la empatía.

La escritora y ensayista estadounidense Joan Didion escribió, tras perder a su esposo, “La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”. Su libro El año del pensamiento mágico es un testimonio brutal y bello de cómo escribir puede ser una forma de entender, aunque no de explicar, la muerte. ¿Por qué importa esto en medicina? Porque la salud no se trata solo de cuerpos, sino de biografías.

Y porque los profesionales de salud, si quieren ser verdaderamente curadores, necesitan formarse también como lectores de historias, como testigos del sufrimiento que no se ve en la radiografía. No se trata de que todos sean artistas, ni que todas las personas escriban diarios, pero sí de reconocer que hay verdades que solo pueden decirse desde el símbolo, el color o la metáfora.

El arte no cura el duelo, pero permite habitarlo sin quedar atrapado. La medicina narrativa no evita la pérdida, pero da herramientas para narrarla sin que se nos rompa la voz. Y como dice Junot Díaz Lo contrario de la muerte no es la vida. Es el arte.

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