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El desperdicio del capital humano
Agencia Uno

El desperdicio del capital humano

Por: Sergio Arancibia | 29.06.2025
Varios millones de chilenos viven y sufren en condiciones de pobreza, de subempleo, de inseguridad, de discriminación, de falta de acceso a los servicios básicos, y por sobre todas las cosas, faltos de esperanzas en que el país les ofrezca algún día condiciones para una vida más digna. Todos ellos merecen la mayor atención de los sectores políticos, sociales y académicos.

En un reciente artículo publicado en el diario La Tercera, el Sr. Gonzalo Said, Vicepresidente de la Sofofa, hace una serie de sorprendentes planteamientos en relación a los altos niveles de informalidad y desocupación que existen hoy en día en el país. Lo sorprendente del asunto es que no es usual que los altos dirigentes empresariales se refieran a estos temas en los términos en que lo hace en Sr. Said.

En muchos de los debates económicos y políticos que se llevan adelante en el país sobre esta materia es corriente escuchar llamados a solucionar el problema de la informalidad a punta de represión, o a considerar que se trata de un puñado de flojos que no quieren trabajar, o de frescos que no quieren formalizarse para no pagar los impuestos que correspondan a sus transacciones económicas.

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El artículo que comento parte reconociendo que el crecimiento económico que se observa en el país no logra modificar los grandes desequilibrios que existen en el mercado laboral, donde subsisten altos niveles de subutilización del capital humano, lo cual se refleja en los altos niveles de informalidad y de desocupación.

Se agrega que “la subutilización de la fuerza laboral alcanza al 16.8%. Eso significa que uno de cada seis chilenos que podrían trabajar, no lo está haciendo”. En realidad, si sumamos los informales, los desocupados, las mujeres que no pueden salir a trabajar y los jóvenes que no trabajan ni estudian, es posible llegar a cifras y porcentajes de mayor nivel cuantitativo que lo planteado por Sr. Said, pero lo importante es rescatar la significación cualitativa del problema, aun cuando sobre las cifras precisas puedan haber diferencias.

En el análisis cualitativo del problema, el artículo plantea “el país no puede resignarse a esta pérdida de capital humano, ni mucho menos hacer como que es un problema que no existe”. Y agrega más adelante: “necesitamos que el empleo sea prioridad nacional. Que no se diluya entre comisiones, ni se relegue al último lugar de las urgencias políticas”.

Ello coincide en alta medida con lo que hemos planteado en artículos anteriores en el sentido de que es necesario darle al problema del desempleo el carácter de una gran misión nacional, que convoque a todos los sectores estatales y privados.

Finalmente, el artículo del Sr. Said, postula que “no hay justicia social sin empleo digno. No hay crecimiento sostenible sin capital humano desarrollado. No hay cohesión social si una parte del país se siente que está quedando atrás.”

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Aun cuando sea poco usual el coincidir con los planteamientos de los altos dirigentes del empresariado nacional, no puedo menos que decir, en esta oportunidad, que comparto en alta medida lo que el Sr. Said plantea en el sentido de que la subutilización del capital humano debería gozar de alta prioridad en las preocupaciones de muchos de los sectores sociales, académicos y políticos del país.

Son tan pocas las oportunidades, en Chile, en que se logran acuerdos transversales sobre los problemas sociales y económicos que enfrentamos, que es casi una obligación no dejar pasar esta oportunidad en que aquello pudiese hacerse posible.

Ojalá las opiniones del Sr. Said permeabilicen al conjunto del empresariado y se logren generar puntos de encuentro con el resto del país, los que permitan avanzar no solo en el diagnóstico de la problemática del subempleo, sino que también en coincidencias respecto a cómo buscar soluciones a la misma, de modo de generar los compromisos conjuntos que permitan actuar en la misma dirección.

Varios millones de chilenos viven y sufren en condiciones de pobreza, de subempleo, de inseguridad, de discriminación, de falta de acceso a los servicios básicos, y por sobre todas las cosas, faltos de esperanzas en que el país les ofrezca algún día condiciones para una vida más digna. Todos ellos merecen la mayor atención de los sectores políticos, sociales y académicos.

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