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Arelis Uribe, escritora:
Fotografía: Manuela Bocaz

Arelis Uribe, escritora: "Un clásico se sigue leyendo como si fuera nuevo, a pesar de que quien lo creó haya muerto"

Por: Matias Rojas | 28.06.2025
La escritora chilena regresa a la ficción con "Telepunga", una colección de cuentos guardados hace una década que explora las duras temáticas de la violencia y clase social desde los márgenes urbanos del país.

Ocho años después de "Quiltras", Arelis Uribe regresa a la ficción con una colección de cuentos que encontró por casualidad en un viejo disco duro. "Telepunga", publicado por Los Libros de la Mujer Rota, reúne nueve relatos escritos hace una década que la autora había olvidado.

La nueva obra mantiene la mirada descarnada hacia los márgenes sociales que caracterizó su libro debut, pero desde una perspectiva aún más cruda. Abuso sexual, violencia de género, explotación laboral y embarazo adolescente son algunos de los temas que atraviesan estos cuentos, siempre narrados con una perspectiva de clase. "Todas las historias que están presentes en Telepunga son cosas que si yo no me dedicara a la ficción estarían presentes en la crónica roja", explica la escritora sobre una obra que incluye además un relato co-escrito con su padre fallecido y que dedica al poeta Hernán Miranda, quien murió en diciembre de 2024.

El regreso de la escritora a las librerías ocurre en un nuevo episodio de guerrilla en la literatura chilena. Recientemente, el escritor Simón Soto declaró a La Tercera que preferiría "quemarse los ojos" antes que leer clásicos si autores como Arelis Uribe, Tere Paneque o Hernán Rivera Letelier llegaran a serlo. En entrevista con El Desconcierto, la autora desdramatiza estas declaraciones y asegura que "está bien revolver el gallinero" porque "las apreciaciones estéticas son personales".

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Un reencuentro con la ficción breve

—¿Cómo fue encontrarse con estos cuentos guardados después de ocho años y reencontrarse con esa escritura que habías desarrollado en Quiltras?

Fue una bonita sorpresa porque no me acordaba que tenía tanto material guardado y no pensé que me iba a gustar. Hay cuentos ahí que me gustan mucho. El que le da título al libro, "Infancias", me gustó harto. También me desencajó porque hay cosas bastante oscuras. Yo creo que por algo estaban ahí guardadas en el cajón y no vieron la luz todavía porque requieren otra disposición.

Fue bonito trabajar ese material con nuevas herramientas, con nuevas lecturas, y son cuentos hermanos de Quiltras porque nacieron en la misma época. Al final un autor va construyendo un legado, una obra, y está todo concatenado según las herramientas, la voz y las obsesiones que tiene, y eso es compartido en los mundos de los dos libros.

—Es también una vuelta a la ficción después de ocho años y a publicar tras cuatro años desde "Las Heridas". ¿Qué pasó en ese tiempo de silencio editorial?

Estaba escribiendo. Estuve explorando varias cosas. Para mí, esto de escribir es un juego: la traducción, la crónica como género, trabajé en un grueso libro, pero ninguno de esos proyectos vieron la luz porque ninguna editorial quiso arriesgarse con esos proyectos, entonces esto es lo primero que es aceptado por una editorial en todo este tiempo.

Ahora yo confío mucho en el universo y sé que cuando algo no resulta es el universo protegiéndote. Los cuentos se publicaron y estoy muy satisfecha con ese trabajo. He tenido lecturas de todo tipo, y la gente que le ha gustado se ha encontrado también en Telepunga. Al final, cada autor tiene sus lectores.

Sigo escribiendo, tengo también un diario de lo que viví en Nueva York, pero no estoy apurada en publicar otra vez. Acabo de publicar un libro, pasaron cuatro años en que no publicaba, creo que es sano darse el tiempo para que una obra quede bien antes de que salga a la luz.

—"Telepunga" indaga en ciclos de violencia desde una perspectiva de clase, como "Quiltras". ¿Cómo es abordar estos temas?

No es que lo elija mucho, la verdad es que es una catarsis porque yo he vivido experiencias de abuso y también muchas personas que yo he amado, hombres y mujeres, y son ideas que se quedan conmigo, que me han impresionado, que no me dejan de rondar y hay un deseo ahí de exorcizarlo, de denuncia.

Pensando que yo estuve en el periodismo porque quería escribir y no haya podido publicar mi crónica de largo aliento quizás es una prueba de que se me da más la ficción, pero todas las historias que están presentes en Telepunga son cosas que si yo no me dedicara a la ficción estarían presentes en la crónica roja, por ejemplo. Las situaciones de abuso son noticias, los suicidios en contextos trágicos, debiera ser noticia la explotación laboral.

Entonces creo que son cuestiones que me preocupan, de las que me ocuparía de una u otra manera cualquiera fuera la expresión artística o escritural que hubiera elegido, porque son preocupaciones constantes.

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Los ciclos políticos y regresión conservadora

—Estos temas tuvieron gran protagonismo mediático en el pasado, pero ahora vivimos una regresión conservadora. ¿Cómo ves este momento?

Yo creo que los debates políticos, como la vida misma, no son lineales, son cíclicos, se mueven en espiral. Los revolucionarios y los reaccionarios se mueven, avanzan de forma dialéctica. Entonces, cuando hay un golpe, por ejemplo ahora lo que está pasando con la guerra en Medio Oriente y Estados Unidos que se ha involucrado activamente, todo ese movimiento geopolítico ha despertado un montón de movilizaciones en Estados Unidos. Como vivía allá sigo muchas cuentas, veo a mis amigos yendo a protestar, entonces a medida que se da un zarpazo fascista, totalitario, empiezan a despertar voces en contra de estas acciones.

Lo mismo puede pasar aquí y con otros temas. El tema del aborto, por poner un ejemplo, siempre pareciera que se avanza en esa dirección, se aprueba la idea de vigilar o luego se aprueban las tres causales, pero luego viene la objeción de conciencia o los médicos que pese a que está consagrado por ley no respetan los acuerdos. Entonces es como un ir y venir, un tango, un baile que pareciera interminable porque son expresiones de pensamientos polarizados, como esta derecha y esta izquierda por ponerlo en términos binarios, y pareciera que es toda la vida, como desde los conservadores y los liberales hasta ahora.

Veo que es una rueda interminable, entonces así es como lo veo, con esperanza y desesperanza porque están las dos cuestiones ocurriendo al mismo tiempo. No veo un regreso de los fascismos, los fascismos siempre han estado ahí, solo que viene la ola hacia afuera, pero después va a volver a entrar y va a volver a salir.

La co-autoría con el padre

—El libro incluye "Cuarto Medio", un cuento de tu padre. ¿Cómo fue encontrar ese texto que dialoga tan bien con tu propia escritura?

Es divertido. Mi mamá, cuando leyó el manuscrito, no se dio cuenta que ese cuento había sido escrito por mi papá. Entonces ahí una puede apreciar como hay encuentros en la forma, en la prosa y en el fondo, los temas, incluso los escenarios. Ese cuento está ambientado en Santa Rosa, que es la calle paralela a Gran Avenida, son los barrios donde crecimos los dos.

Cuando me metí a esta carpeta a revisar material antiguo, ese cuento estaba ahí. Yo ya lo había trabajado. Esto es un tema de forma principalmente. El fondo, el corazón del cuento, eso es de mi padre, eso está intacto. Pero había intervenido, no sé, puntuación, la forma de presentar los diálogos, cosas así. Luego también lo intervino Claudia Apablaza, es una suerte de cuento escrito a cuatro manos se podría decir. Está intervenido, pero la autoría original es de mi padre. Yo digo que lo co-escribimos porque el libro lo estoy publicando yo, es mi edición, pero Cristina Rivera habla mucho de la desapropiación y la importancia de citar correctamente cuando las obras no nos pertenecen. Entonces es un texto compartido pero es creación original de mi padre.

—Es casi como un reencuentro con tu padre...

Fue lindo encontrarlo porque ese cuento me impresionó. Con mi padre teníamos la siguiente dinámica: él siempre fue lector aunque principalmente fue funcionario, él era contador, e intercambiábamos escritos mucho tiempo. Nos daba cuentos, yo los leía, se los mandaba de vuelta. Algunos me gustaban más que otros. Y él hacía lo mismo, varios cuentos de Quiltras él los leyó desde que aparecieran publicados y me dio sus apreciaciones. Siempre es muy sano el tallereo, el intercambio de textos para saber qué opinan tus pares.

Y ese cuento en particular, "Cuarto Medio", encontré que estaba muy bien relatado y que narraba una situación que es impresionante, que es ser testigo pasivo de una violación. Yo nunca le pregunté a mi padre cuán autobiográfico ese texto es, y ahora que él está muerto es imposible de saber. Pero también pienso que, al menos en la ficción, no importa tanto si eso le pasó o no al autor, sino que lo importante es lo que está siendo contado para generar reflexión posterior.

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"Obrera de la literatura"

—Esto desestructura la noción de autor hacia una creación más colectiva, ¿se relaciona con tu idea de ser una "obrera de la literatura" más que un genio creador?

Totalmente. Lo de genio creador, yo al menos he tenido inspiraciones, pero lo demás es mucho trabajo, es sentarse frente al computador, que te duele la espalda, que te rechacen trabajos, que te den otras miradas.

Lo colectivo sí, no es para hacerse rico esto. Dicen que no hay dinero en la poesía ni poesía en el dinero. También me refiero a eso, como ser obrera con un sentimiento de pertenencia a una clase popular, que es a la que pertenezco con mucho orgullo y mucho cariño. No sé cuándo lo escribí, parece que lo puse en Instagram o salió en La Tercera y alguien comentaba lo de que soy obrera de la literatura y alguien comentó como "yo soy técnico y me decían técnico en poesía, ¿por qué no?".

El trabajo con la oralidad chilena

—Tu trabajo con la oralidad chilena es muy característico, incluso en la palabra "punga" del título. ¿Cómo capturas esa forma de hablar tan particular?

A mí me encanta la jerga, de todos los lugares. También estuve en Brasil y estaba fascinada por sus formas de hablar. Como hablan los mexicanos o los argentinos, me encantan, me fascinan, y soy una convencida, aunque probablemente estoy equivocada, de que cada lugar tiene sus variantes, todas las comunidades tienen sus propias maneras de expresarse.

La literatura que a mí me gusta y me interesa es aquella que va recogiendo ciertas hablas populares. Lemebel lo hacía muy bien, rescataba su folclor maricueca. Hacía cierta arqueología del lenguaje homosexual popular y yo tengo una pulsión similar de describir cómo habla la gente. Mis amigos, la gente que pasa caminando por afuera de mi casa, mi sobrino, mi familia; es la forma en la que habla el pueblo chileno.

No es que yo haga un trabajo de inmersión, es como habla la gente que está alrededor mío, y como hablo yo también muchas veces. Estamos en una entrevista, modero mi tono por supuesto, pero soy muy coloquial, digo muchos garabatos, se me salen las metáforas, los coloquialismos chilenos de manera innata, entonces no es que lo esfuerce. Lo que sí trabajo es cómo capturarlo, cómo poder dar cuenta de esas eses que se esfuman al final de las palabras, como decía la Mistral, que es una característica del chileno, o el voseo chileno que está muy asociado a las clases populares, pero en el resto de América Latina.

Me gusta capturar la oralidad en general, y en particular la chilena. Este texto, escrito hace 10 años, antes de que me fuera de Chile y experimentara con otras formas del español y con otros idiomas como el inglés, encapsula un momento de habla que se refleja desde el título, que viene a traer de vuelta algo muy noventero como el tema de la punga.

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Poeta Hernán Miranda

—El libro está dedicado a Hernán Miranda, al poeta Hernán Miranda. ¿Qué significa para ti la poesía de Hernán Miranda, recordando también que falleció hace poco, en diciembre de 2024?

En diciembre de 2024 falleció Miranda. Él fue mi profesor en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago, y fuimos muy cercanos, había un grupo de estudiantes que lo frecuentábamos. Fuimos a su casa, íbamos a las presentaciones de sus libros, estuvimos moviendo hilos para que recibiera el Premio Nacional de Literatura, y él me enseñó mucho de este rubro, del oficio de ser escritor o ser escritora, cuando aún yo ni siquiera sabía que me iba a dedicar a la literatura, cuando ejercía más el periodismo y me gustaba mucho leer y estaba recién explorando formas como el cuento.

Le dedico el libro como un gesto de gratitud por todo lo que me enseñó, en particular que me enseñó sobre la lucha de clases en la literatura y cómo es distinto ejercer el arte cuando naces en cuna de oro a cuando naces sin un peso. Él era del segundo grupo, que se dedicó al periodismo y a la poesía. Y un homenaje para que si alguien abre Telepunga, le dé curiosidad saber quién es Hernán Miranda y también vaya detrás de sus textos, es una forma de relevar su obra.

Y, por último, hay un cuento que es "Trenes" que tiene un párrafo que evoca un poema de Miranda. Entonces, está presente en ese homenaje, en el final de un cuento, está presente al comienzo para que lean su obra y está presente en mí, yo a él lo he leído mucho e insisto, es como uno de mis maestros, esa gente que te enseña solo con el ejemplo, sin prédica, un maestro de las letras.

Sobre los clásicos

—Recientemente en una entrevista el escritor Simón Soto aseguró que prefería sacarse los ojos antes que leer clásicos si autores como tú llegaran a serlo. ¿Qué opinas de esa declaración?

Primero decir que lo que sucedió es sana guerrilla literaria. Está bien revolver el gallinero. Y es válido que a no todo el mundo le guste lo mismo. De eso se trata. Las apreciaciones estéticas son personales.

—¿Qué es un clásico para Arelis Uribe?

Yo creo que un clásico es una obra que se sigue consumiendo como si fuera nueva, a pesar de que quien la creó ya ha muerto. Para mí eso es un clásico.