Gabriela Wiener, escritora: "Los pueblos indígenas siguen poniendo el cuerpo en primera línea de las luchas más vanguardistas"
En 1885, Pedro Pablo Atusparia lideró desde Marcará hacia Huaraz una de las rebeliones indígenas más importantes del Perú, en respuesta a los abusos y la explotación que sufrían los campesinos. Aunque lograron expulsar a las autoridades, la respuesta del gobierno central fue brutal, resultando en su captura y encarcelamiento.
Casi cuatro décadas después, en 1923, Rita Puma, una maestra aymara de 23 años, participó en la sublevación de Wancho Lima, en la provincia de Huancané. Una rebelión campesina que buscaba fundar una República Aymara para oponerse a los abusos de los terratenientes. Ahí estableció escuelas para niños indígenas que fueron constantemente destruidas por los hacendados. Luego fue capturada, flagelada y ahorcada en la plaza de armas de Moho en 1930.
Historias de resistencia que sobrevuelan la nueva novela de Gabriela Wiener quien, después de "Huaco Retrato", finalista del premio Booker Internacional, y apartándose del relato autobiográfico que la hizo reconocida con obras como "Sexografías", "Nueve Lunas" y "Dicen de Mí", explora en "Atusparia" (Random House) las raíces de la resistencia indígena, a través de la historia de una mujer que toma el mismo nombre del líder campesino, y que va desde una escuela de influencia soviética, a Puno, levantar una candidatura presidencial y hasta una cárcel en la selva.
Unas páginas en las que dialogan las voces de clásicos peruanos como Manuel Scorza y José María Arguedas, el pensador marxista José Carlos Mariátegui, y la poeta chilena Daniela Catrileo, quien abre el libro con uno de los epígrafes: "no se puede huir de la forma en la que se aprende a conocer el mundo". La obra conecta estas luchas con las recientes protestas en Puno contra el golpe de Estado y gobierno autoritario de Dina Boluarte entre 2022 y 2023, que dejaron 48 personas asesinadas.
"Es un homenaje a las personas que han luchado estos años... todos los años", aseguró la escritora en la presentación del libro en Chile que se realizó en el Espacio Literario de Ñuñoa el pasado 11 de noviembre pasado.
En entrevista con El Desconcierto reflexiona sobre las luchas indígenas, el papel de la izquierda y la memoria histórica en América Latina, temas centrales de una obra que dialoga con el presente a través de las resistencias del pasado.
-¿Cómo se afronta desde la literatura lo que ha sucedido con Pedro Castillo en Perú? ¿Cuánto de lo ocurrido con él influenció esta novela?
Pedro Castillo es una víctima más de este sistema colapsado, de la democracia representativa que como vemos ya tiene herramientas como el lawfare, el golpe parlamentario y la fachada electoral. Detrás de ello están gobernando los mismos, los que fueron derrotados, los que hacen trampa. Son quienes tienen los medios, el poder, los bots, las fake news, la capacidad de esos altavoces enormes y poderosísimos de hacer creer a la población que les van a hacer justicia.
-En la novela chocan dos discursos, el de Atusparia -estudiante- y el de Asunción Grass -maestra-, sobre dos formas distintas de construir políticaa de izquierda. ¿Qué posibilidades te da la ficción para jugar con esos discursos?
En la novela hay una crítica hacia cómo se desactivan perfiles que representan un cambio para la sociedad con todas sus imperfecciones. La candidata del pueblo, como se le llama a Atusparia en la novela, es alguien neutralizada porque habló de cambios estructurales, de nuevas constituciones, de nueva reforma agraria, algo que también hizo Pedro Castillo. Él ahora es un preso político y fue tratado con racismo desde el minuto uno.
En cuanto al populismo, se ha intentado siempre que todo lo asociado a lo popular y al pueblo se criminalice. Se criminalizan incluso las propias palabras, se estigmatizan. Al poder no le interesa que algo esté relacionado con el pueblo.
-En el inicio de la novela hay una parte ambientada en una escuela de impronta soviética. ¿Cuánto hay de tu experiencia personal y cuánto de las posibilidades que te da la ficción para mostrar la tensión entre una izquierda local indigenista y otra que miraba a la Unión Soviética?
Esta novela no es en lo absoluto autoficcional, es una ficción. Yo presto mi escuela donde estudié, pero la protagonista no habla tanto de mi infancia. Habla de las bases teóricas del colegio, sus referentes, maestras y de los padres que lo fundaron. Habla de esa tensión entre quienes lo fundaron, los rusófilos, y las maestras peruanas que no sabían ruso pero sí sabían muchísimo de José María Arguedas, José Carlos Mariátegui y Manuel Scorza.
Lo que se da es un sincretismo muy interesante. Los años 80 estaban llenos de esos experimentos. Desde una visión muy mariateguista, como decía él: "la revolución no será ni calco ni copia, sino creación heroica de los pueblos". Se estaba intentando hacer un colegio con ese trasfondo de la educación rusa, del socialismo soviético, pero aplicado a la realidad peruana, donde el indígena era el proletario que finalmente le daría el golpe al poder.
-¿Cuál es la importancia política de recuperar estos líderes indígenas?
Es una mirada antirracista recuperar líderes que no están nombrados ni se enseñan en la escuela. A partir de situar una parte del libro en ese presente, donde la presidenta del Perú, Dina Boluarte, asesina a campesinos de manera impune, esto empieza a evocar toda una historia de revoluciones sofocadas. Aparecen mencionados Atusparia, mujeres como Micaela Bastidas, Bartolina Siza o Rita Puma, para conectarlos con las luchas campesinas actuales, como las de Perú, por ejemplo Puno, y en general las luchas del sur global, que son luchas anticoloniales.
Esto está conectado con las luchas mapuches en Chile, con el norte de Argentina, con las luchas palestinas en Gaza. Son luchas que defienden territorios e identidades que quieren ser arrasadas. Son quienes están haciendo la resistencia actualmente más vanguardista en cuanto a lo democrático, en términos de participación política, de voz, de defensa de los derechos humanos y de derechos que van más allá del humano, como el de la tierra.
-En la novela aparece la frase del escritor peruano Manuel Scorza "en los Andes existen cinco estaciones. Primavera. Verano. Otoño. Invierno. Masacre". ¿Qué significa esto para ti?
Todo lo que te estoy contando puede ser resumido de una manera preciosa y muy breve como en esta frase de Manuel Scorza que dice que en los Andes no hay cuatro estaciones sino cinco: primavera, verano, otoño, invierno y masacre. Creo que ahí se dice contundentemente cómo ha funcionado el sistema para deshacerse de estos elementos que le amenazan.
-¿Cómo ves a los sectores institucionales de izquierda que cuando llegan al poder le dan la espalda a estos sectores populares?
Si te refieres a la izquierda que traiciona a la izquierda, por ejemplo la izquierda blanca española, cuando llegan al poder no hacen nada por el tema de la migración. Porque se pueden compartir ideológicamente muchas cosas, pero en la praxis política el racismo interviene. El socialismo de Pedro Sánchez, cuando se trata de temas de migración, no se diferencia su discurso ni sus políticas de las de la derecha de Meloni.
En el libro se cuestiona también el aburguesamiento de la izquierda, en Perú se llama "caviar". Está muy expresado en la relación entre Atusparia y Asunción Gras, cómo una por entrar en los juegos de la democracia y la otra proponiendo una cuestión más revolucionaria acaban sin solución de retorno.
El libro permite mirar toda esta realidad poliédrica de la izquierda, todas sus luces y sus sombras. Es una autocrítica hacia adentro pero de manera muy risueña y amorosa porque sobre todo se homenajea a unas memorias políticas que realmente enfrentaron dictaduras, fueron desaparecidos, fueron asesinados por ese fascismo que conocemos y que sigue rondando América Latina.
Hay una frase muy fuerte en la entrevista que le hacen a Atusparia, cuando habla de los indígenas y los compara con los militantes de izquierda. Aún así se hace una discriminación de desaparecidos y muertos que tienen más reconocimiento, más homenaje, más visibilidad. Los movimientos más urbanos, más populares o de clase media importan más, pero cuando asesinas campesinos no importa nada, ni sus nombres, ni dónde están enterrados.
-En la primera parte de la novela hay una importante relación con la educación. ¿Cuál es la importancia de pensar nuevas formas de socialización a través de la escuela?
La educación está muy presente, el libro está dedicado a mi educación. Aparece un epígrafe de Daniela Catrileo que dice que uno no puede escapar de la forma en que aprendió a conocer el mundo. Pero también está acompañado de un epígrafe de Mariátegui donde dice que la educación no lo es todo. Centrarte solo en la educación es una visión bien socialdemócrata. El discurso crítico realmente radical que debería comentarse todavía sigue siendo muy mariateguista: la única manera en que se den estos cambios es la redistribución de los recursos y de los medios de producción.
-En la novela hay un salto de los años 90 al futuro, ¿por qué la decisión de no narrar la época del fujimorismo?
Quizá porque lo voy a narrar más adelante. No encontré la manera de contar el fujimorismo, la década de los 90 en este libro. Es como una especie de cuarto oscuro en el que le perdemos el rastro a Atusparia. No estaba buscando una narración exhaustiva de toda la historia política reciente del Perú.
Esa época terrorífica se merece su propio libro. En este libro se justifica así, es ahí donde ella está desaparecida, perdida de la vida política. Para muchos fue un apagón durante toda la época de la dictadura fujimorista. Pero en la segunda parte se escuchan sus ecos: ahí está Dina colocada gracias al fujimorismo, la antipolítica que se practica es fujimorista y la constitución lo sigue siendo.
-¿Qué te sucedió con la reciente muerte de Fujimori?
Me pasó algo muy gracioso porque yo ya había escrito su efeméride como tres años antes para El País y tuve que actualizarla. Me di cuenta que en tres años, Fujimori estando preso, viejo y enfermo había hecho muchísimas cosas más, incluso se había vuelto una celebridad de TikTok y estaba listo para apuntar su candidatura para el 2026. Tuve que rehacer esa efeméride bajo ese relato y la amenaza en la que se estaba convirtiendo desde que lo indultaron.