Cristina Dorador, científica:
Cristina Dorado - Fotografía: Rodrigo Maluenda

Cristina Dorador, científica: "Crecer en el desierto de Atacama te da una perspectiva del mundo distinta"

Por: Matias Rojas | 21.09.2024
En entrevista con El Desconcierto, la bióloga Cristina Dorador, a raíz del lanzamiento de su libro llamado "Amor Microbiano", abordó la importancia del desierto de Atacama, los desafíos en la conservación de los salares y el impacto de los microorganismos en nuestra vida. Además, la científica reflexionó sobre su experiencia en la Convención Constitucional y las amenazas de muerte que enfrentó posteriormente.

Todo nace y muere en el desierto de Atacama. Es un reflejo de la vida en el planeta. Un resumen no solo de los microbios que habitan en uno de los lugares más áridos del planeta, sino también la historia económica, social de Chile y del trabajo de la bióloga Cristina Dorador (44).

Su primer libro “Amor microbiano”, publicado por Editorial Planeta, explora la intrincada relación entre los seres humanos y los microbios, ofreciendo una nueva perspectiva sobre nuestra conexión con la naturaleza.

En conversación con El Desconcierto, Cristina Dorador comparte reflexiones sobre la importancia del desierto, los desafíos de la conservación y el papel crucial de la ciencia en la toma de decisiones políticas. Una visión que no solo abarca el mundo microscópico, sino que también a lo más profundo de las relaciones humanas con su entorno. Lugares tales como el desierto de Atacama que la vió nacer.

“La historia de Chile no sería la misma sin la existencia del desierto de Atacama y el salar de Atacama. Distintos minerales han sido claves para el desarrollo económico del país, nitratos, cobre y ahora litio, son ejemplos del extractivismo clásico chileno: suelo o rocas mezcladas con agua o ácido son exportadas en sacos o barcos hacia el horizonte”, relata en su primer libro.

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-¿Qué significa crecer en el desierto y cómo ha influido en su perspectiva como científica?

Crecer en el desierto ha sido fundamental en mi formación como persona y como científica. Uno de los mensajes que trato de transmitir es que, como seres humanos, somos parte integral de la naturaleza. Es crucial entender el contexto donde crecemos, nos desarrollamos y vivimos. Yo viví en el desierto de Atacama hasta que me fui a estudiar a Santiago, y fue allí donde realmente me di cuenta de lo diferentes que podíamos ser las personas, más allá de los aspectos culturales obvios como el acento o las expresiones locales.

Esta experiencia me hizo darme cuenta de que la forma en que percibimos y entendemos la naturaleza está profundamente influenciada por nuestro entorno. En el desierto, la vida se manifiesta de maneras más sutiles, pero no menos fascinantes. Aprendes a apreciar la resistencia y la adaptabilidad de los organismos que sobreviven en condiciones extremas. Esto ha influido enormemente en mi enfoque científico, llevándome a explorar la vida microbiana en ambientes que muchos considerarían inhóspitos.

Además, crecer en el norte me hizo consciente de cómo se percibe esta región desde el centro del país. Para muchos, el norte es simplemente un lugar de recursos económicos, principalmente mineros. Pero hay toda una riqueza cultural, histórica y ecológica que a menudo se pasa por alto.

-En ese sentido, ¿cómo evalúa el avance en la conservación de los salares y el impacto ambiental de la explotación del litio en los últimos años?

Es un tema complejo y que ha evolucionado significativamente en los últimos años. Mi primer acercamiento serio a este tema fue alrededor del 2011, durante el primer gobierno de Piñera. En ese momento, hubo un intento de explotación masiva de salares que, afortunadamente, no prosperó debido a problemas relacionados con la corrupción.

Desde entonces, he visto cómo los sucesivos gobiernos han abordado el tema de diferentes maneras, pero siempre ha habido una pregunta subyacente que me parece fundamental: ¿Cuál es el límite de la explotación? ¿Vamos a seguir explotando nuestros recursos naturales hasta que no quede nada?

Lo que me ha parecido más chocante es la falta de discusión profunda sobre la conservación, especialmente considerando la evidencia científica que tenemos sobre el daño que la explotación del litio puede causar a ecosistemas tan frágiles como los salares. Es cierto que el litio es crucial para la electromovilidad y la descarbonización del planeta, pero no podemos ignorar los graves daños ambientales que su extracción genera.

En los últimos años, he notado algunos avances positivos. Por ejemplo, la actual Estrategia Nacional del Litio incluye la protección del 30% de los salares, algo que no se había considerado en iniciativas anteriores. También se ha creado el Instituto de Litios y Salares, aunque personalmente no estoy trabajando directamente en él. Mi equipo se ha enfocado en estudiar los servicios ecosistémicos microbianos de los salares, lo cual esperamos que contribuya a la creación de nuevas áreas protegidas en el futuro.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Como científica e investigadora, me duele pensar en lo que puede pasarle a los salares si no los estudiamos y protegemos adecuadamente. Es un tema que va más allá de lo ambiental; también implica complejas relaciones con las comunidades indígenas y desafíos económicos para el país.

-En pos de conseguir aquello uno de los cambios que has propuesto es avanzar en laa toma de decisiones basada en ciencia...

Si bien es cierto que hemos avanzado en algunos aspectos, aún estamos lejos de ser una sociedad que realmente base sus políticas públicas en el conocimiento científico.

Desde que Chile recuperó la democracia, no ha habido un esfuerzo significativo y sostenido para convertir al país en una sociedad basada en el conocimiento. Esto requiere no solo un compromiso político transversal, sino también una inversión sustancial de recursos. Actualmente, nuestra inversión en investigación y desarrollo como porcentaje del PIB sigue siendo baja en comparación con otros países de la OCDE. Aunque hemos visto un ligero aumento en los últimos años, pasando del 0,36% al 0,39%, aún estamos muy lejos de alcanzar niveles que nos permitan competir globalmente en innovación y desarrollo científico.

Esta falta de inversión y compromiso con la ciencia tiene consecuencias reales y tangibles. Frente a los desafíos actuales, como la desinformación, la crisis climática y los rápidos cambios tecnológicos, necesitamos un Estado fuerte en políticas públicas que se basen en evidencia científica. Estas políticas deben anticiparse a los escenarios futuros y prever cómo afectarán a la población.

-Uno de los propuestas del gobierno de Boric, justamente ha sido avanzar en aquello. ¿Cuáles han sido los avances en este sentido?

Un ejemplo positivo de política pública basada en evidencia es la aplicación de un anticuerpo monoclonal que ha logrado prevenir muertes de lactantes. Este tipo de decisiones, respaldadas por estudios científicos rigurosos, no solo salvan vidas directamente, sino que también mejoran la eficiencia del sistema de salud en general.

Un avance en la ciencia del país, en tanto ciencia dura, desde las políticas públicas. Aunque últimamente han existido comentarios como los del economista Sebastián Edwards que han llamado a limitar el acceso de Becas Chile en ciencias sociales...

Comentarios como aquellos reflejan una visión muy limitada y utilitarista de la investigación. La ciencia no es solo sobre aplicaciones directas o retornos económicos inmediatos. El conocimiento que generamos a través de la investigación es multifacético y tiene impactos que van mucho más allá de lo puramente económico.

Para mejorar esta situación, necesitamos varios cambios. Primero, tenemos que aumentar significativamente la inversión en ciencia y tecnología. No podemos seguir tan atrás; necesitamos acercarnos al menos al promedio de la OCDE. Segundo, es fundamental fomentar una cultura de toma de decisiones basada en evidencia en todos los niveles de gobierno. No basta con tener la información, hay que usarla.

Tercero, y esto es crucial, debemos mejorar la comunicación entre la comunidad científica y los tomadores de decisiones. Muchas veces parece que hablamos idiomas diferentes, y eso tiene que cambiar. Cuarto, es imperativo invertir en educación científica desde edades tempranas. Necesitamos crear una sociedad más alfabetizada científicamente, que entienda y valore la ciencia en su vida cotidiana.

Y quinto, pero no menos importante, tenemos que valorar y apoyar la investigación en todas las áreas del conocimiento. No podemos centrarnos solo en aquellas con aplicaciones inmediatas. La ciencia básica, las humanidades, las ciencias sociales, todas son importantes y todas contribuyen a nuestra comprensión del mundo.

La científica Cristina Dorador en el desierto de Atacama - Fotografía: Rodrigo Maluenda

-A dos años del plebiscito que rechazo la propuesta de texto constitucional que propuso la constitución ¿Qué reflexiones realizas del proceso? En el libro lo describes como un "sueño azul"...

El proceso constituyente fue, sin duda, un momento vital en la historia reciente de Chile. Fue la primera vez que tuvimos la oportunidad, mediante un proceso democrático, de elegir a quienes escribirían una propuesta para una nueva constitución, dejando atrás la herencia de la dictadura. Siempre lo recuerdo con sentimientos encontrados, pero principalmente como un sueño colectivo por cambiar las cosas.

Desde mi perspectiva como científica que se adentró en este proceso político, fue una experiencia intensa y reveladora. No había participado antes en un espacio político de esta naturaleza, y el contraste con mi experiencia académica fue notable. Sin embargo, mi formación científica resultó ser una herramienta valiosa para explicar temas complejos, especialmente en lo relacionado con los salares y la constitución ecológica, que eran tópicos cruciales que queríamos abordar.

Una de las propuestas más significativas que impulsamos fue la de considerar a la naturaleza como sujeto de derechos, un principio constitucional que pretendía permear toda la estructura de defensa del medio ambiente. Aunque esta propuesta no se materializó debido al rechazo de la nueva constitución, creo firmemente que estos temas no deben ser abandonados. Son cuestiones que siguen siendo relevantes y urgentes, especialmente considerando los desafíos del cambio climático y la necesidad de una gestión sostenible de nuestros recursos naturales.

-Y autocríticas...

Es importante reconocer que hubo aspectos del proceso que no funcionaron bien. Hubo problemas de comunicación, algunas propuestas fueron percibidas como demasiado ambiciosas o poco realistas para el contexto chileno. Además, creo que faltó un diseño más cuidadoso del proceso. Por ejemplo, la elección de entrada fue voluntaria, mientras que la de salida fue obligatoria, lo que creó condiciones iniciales y finales muy distintas.

Otra crítica que hemos recibido, especialmente de los partidos políticos tradicionales, es que muchos de los constituyentes éramos independientes, sin experiencia política previa. Sin embargo, creo que esa era precisamente la idea: generar nuevas ideas y perspectivas. Quizás lo que faltó fue un período pre-constitucional para establecer lineamientos comunes y construir una visión compartida del país antes de entrar en los detalles técnicos del proceso constituyente.

Nunca olvidaré la alegría y el entusiasmo de la gente cuando nos recibían en diferentes lugares del país. Se sentían verdaderamente representados e interpretados en este sueño de cambio.

Aunque el proceso no tuvo el resultado que muchos esperábamos, creo que las ideas y los temas que se pusieron sobre la mesa siguen siendo relevantes. Chile sigue necesitando herramientas y una formación general de la población para abordar los desafíos del futuro. Este no es un trabajo que se pueda hacer de la noche a la mañana, sino que requiere un esfuerzo sostenido y a largo plazo.

-¿Qué significa el desierto de Atacama para Chile y el mundo, y por qué es crucial su preservación?

El desierto de Atacama es, sin duda, un lugar único en el mundo. No existe otro desierto con sus características particulares, especialmente en términos de aridez. Para dimensionar su singularidad, basta mencionar que hay colegas geólogos que han descrito rocas que no se han movido en los últimos 20 millones de años. Esto nos da una idea de la estabilidad y la preservación que ofrece este ambiente.

Desde una perspectiva científica, el desierto de Atacama es un archivo viviente del pasado. Nos permite entender cómo eran los procesos geológicos y biológicos hace millones de años. Al mismo tiempo, es un laboratorio natural para estudiar cómo la vida se adapta a condiciones extremas. Por ejemplo, en el desierto absoluto, donde la humedad relativa del aire puede llegar a ser casi 0% durante el día, hemos encontrado microorganismos viviendo dentro de rocas de sal, realizando fotosíntesis en condiciones que parecerían imposibles para la vida.

Pero el desierto de Atacama no es solo importante por su valor científico. También es un testimonio de la historia humana en la región. Ahí encontramos el legado de culturas que habitaron la zona hace más de 11.000 años, las rutas caravaneras que conectaban la costa con el altiplano e incluso con la Amazonía. Es un espacio que ha preservado la historia de intercambios comerciales y culturales milenarios.

En el contexto actual de crisis climática, el desierto de Atacama adquiere una relevancia aún mayor. Las condiciones que observamos allí se están replicando en otros ambientes del planeta debido al cambio climático, la desertificación y la pérdida de biodiversidad. Estudiar y comprender cómo la vida se adapta a estas condiciones extremas puede darnos claves cruciales para enfrentar los desafíos ambientales del futuro.

-¿Qué amenazas enfrenta el desierto de Atacama?

Sin embargo, a pesar de su importancia, el desierto de Atacama enfrenta múltiples amenazas. La explotación minera, especialmente la del litio, pone en riesgo ecosistemas frágiles como los salares. El turismo no regulado también puede causar daños irreversibles. Y lo más preocupante es que no contamos con suficientes áreas protegidas en la zona. De hecho, no existe un Parque Nacional del Desierto Absoluto, lo cual es crucial para preservar este reservorio único de información biológica y geológica.

La preservación del desierto de Atacama es un imperativo no solo para Chile, sino para la humanidad en su conjunto. Es un espacio que nos puede enseñar mucho sobre la resistencia y adaptabilidad de la vida, sobre nuestra historia como especie, y sobre los desafíos que enfrentamos en un mundo cambiante. Como he dicho antes, el desierto de Atacama es un cofre de amor microbiano que necesita ser abierto y estudiado para entender nuevos mundos. Su protección y estudio son fundamentales para nuestro futuro como especie y para la salud de nuestro planeta.

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