
Manuela Infante, dramaturga: "En el planeta ya no caben tantos bosques que hemos comprado para compensar huella de carbono"
Manuela Infante es una de las voces más importantes del teatro contemporáneo chileno. Su trilogía que incluye "Estado Vegetal", "Cómo Convertirse en Piedra" y "Vampyr" ha revolucionado la escena teatral con un enfoque no antropocéntrico que cuestiona las divisiones binarias entre naturaleza y cultura. Su última obra, que regresa al Centro Cultural Matucana 100 hasta el 6 de julio, propone un vampiro sudamericano que funciona como metáfora de resistencia al extractivismo y al neocolonialismo verde.
En entrevista con El Desconcierto, Infante explica que "Vampyr" reimagina el mito europeo desde una perspectiva latinoamericana, creando un vampiro sudamericano híbrido e indefinible. La obra aborda la situación del murciélago hematófago chileno, especie amenazada por los parques eólicos, y los trabajadores nocturnos de territorios afectados por la explotación energética.
"El concepto de sostenibilidad plantea cómo sostenemos esto mismo que tenemos sin cuestionar ni cambiar nada: en vez de explotar energía de plantas de carbón, explotar energía de plantas eólicas", asegura la dramaturga. A través del humor negro, la pieza cuestiona el neocolonialismo verde: esas políticas que prometen energía limpia pero reproducen las mismas prácticas de extracción y despojo en el sur global.
—A la luz de tu obra y este teatro no antropocéntrico que realizas, ¿qué has estado leyendo últimamente? Me parece interesante la relación que estableces entre teoría, teatro y ciencia.
En general, todo este pensamiento no antropocéntrico que cuestiona la supremacía humana tiene muchas referencias. Me enfoco más en textos de mujeres que escriben desde el feminismo sobre el giro no humano y últimamente he estado leyendo autoras sudamericanas. He trabajado con conceptos de Marisol de la Cadena, una antropóloga peruana, y de Gloria Anzaldúa, escritora mexicana-norteamericana que trabaja el concepto de la frontera. No solo la frontera física entre Estados Unidos y México, sino también la frontera entre humanidad y no humanidad a partir del pensamiento de los territorios mexicanos y el estudio de criaturas mitológicas que cambian de forma. Eso fue una referencia importante para "Vampyr". Hay una batería de feministas posthumanistas que tratan de hackear el binario naturaleza-cultura, que no está desasociado de otros binarios: civilizado-salvaje, humano-no humano, hombre-mujer.
—¿Qué tipo de operaciones escénicas?
Por ejemplo, no es lo mismo decir "vamos a hacer una obra sobre plantas hablando por las plantas" que el camino que tomamos nosotras. Dijimos: no hay posibilidad de establecer un diálogo aquí y no queremos hablar por ellas, sino qué prácticas de las plantas podemos imitar para modificar la manera en que hacemos teatro. Por eso resultó esta estructura dramática ramificada, esta forma actoral polifónica. La operación es qué puedo aprender imitando esa otredad. Esto es un concepto de Michael Taussig, que habla de la mimesis como una práctica que permite relacionarse con lo otro sin apropiárselo. La mimesis es más respetuosa: imitar con el cuerpo lo que es diferente a mí y aprender algo en ese proceso.
—En este proceso de mimesis, ¿qué pudieron trabajar con el murciélago chileno y las problemáticas que envuelven a ese animal, considerando temas como la transición energética y los parques eólicos?
Cuando empiezas a mirar el mundo desde esta perspectiva donde tratas de subvertir la frontera humano-no humano, surge la pregunta: ¿para qué existe esa frontera? ¿Para qué fue creada? Para explotar. Donna Haraway tiene un concepto que me gusta mucho: "hacer matable". Hay que hacer una operación conceptual para hacer matable a un otro antes de poder matarlo. Tengo que separarlo de mí conceptualmente, decir que esa otredad no es humana o no es suficientemente civilizada. Exteriorizar a ese otro, cortar todos los vínculos. Ese gesto de hacer matable es lo que después me permite explotar sin sentir culpa. Cuando trabajo desde Chile, aparecen todas estas zonas de sacrificio, y me interesa mirarlas desde esta perspectiva trenzada. En "Vampyr" critico el informe de impacto ambiental que, aunque tiene buena intención, sigue mirando el conflicto desde categorías separadas. Para subvertir la explotación no basta hacer un informe con números de humanos, vivos, muertos y animales todos separados. Hay que mirar los trenzamientos y proteger las relaciones, las trenzas que unen a esas entidades.
—¿Qué aparece en la obra con los informes de impacto ambiental y toda esta idea del neocolonialismo verde?
Ha surgido ese concepto del neocolonialismo verde que plantea que la sostenibilidad no modifica en profundidad nuestra concepción del lugar que tenemos en el planeta o del consumo energético. El concepto de sostenibilidad plantea cómo sostener lo mismo sin cuestionar nada: en vez de explotar plantas de carbón, explotar plantas eólicas. Las prácticas coloniales siguen dándose. Tienes grandes empresas transnacionales produciendo energía verde en territorios del sur global pero de manera totalmente desregulada, sin preocupación por esta trama más compleja. Después tienes ejemplos más absurdos del greenwashing, como bonos para compensar huella de carbono comprando bosque. Hace poco leí que en el planeta ya no caben tantos bosques que hemos comprado para compensar la huella.
—Esta es una obra que también trabaja mucho con el humor. ¿Cómo fue indagar todo esto desde esa lógica?
La gente percibe el humor como una estrategia, como un contenedor para pasar un jarabe, como si fuera un barniz que uno pone después. Pero para mí es distinto. El humor, sobre todo el humor chileno —viajo y trabajo en otras partes, no he visto en ningún lugar del mundo la calidad del humor chileno en términos de complejidad, capas y dimensión poética—, cuando tiene esa calidad, no es superficial. Es el concepto, es la contradicción en sí, es la política misma de la obra. La cruza del humor negro entre lo trágico y lo cómico, pero también entre el horror y el pesimismo absoluto de vivir en un contexto que parece no tener arreglo, cruzado con un infinito amor por la vida y ganas de que las cosas estén bien. Creo que hay eso en el humor chileno.
—Dado el éxito internacional que tienes, ¿cómo se leen estas obras cuando las llevas al extranjero?
Las obras tienen muchas capas desde las cuales pueden ser leídas. Trato de que no estén acabadas, que haya mucho espacio entre los discursos y conceptos para que la gente se ponga ahí. Son obras con espacio para que distintos espectadores se inscriban en ellas. Cada público pone su cosa. También hay planos que se pierden. Este último mes estuvimos en lugares muy distintos: Italia, Portugal, Singapur y Ecuador. Había un vínculo con los singapurienses que conectaron con el humor cabalmente, fue impactante porque era totalmente inesperado. En los países europeos había una cosa más solemne, casi como una culpa colonial que no les permite reírse de esta desgracia ajena. En Ecuador, completamente conectado con la experiencia de las zonas de sacrificio, de la explotación. La sensación de que las prácticas coloniales se repiten bajo distintos rótulos. Hay una conciencia que tenemos las personas en el sur de eso. En el norte realmente para ellos es una sorpresa, y por eso es importante que cuando hablamos de crisis climática desarmemos este concepto homogeneizado de "nosotros, la humanidad". No es lo mismo hablar de crisis climática desde Chile que desde Alemania. Es importante desarmemos ese nosotros una y otra vez.
Coordenadas
La obra estará en el Teatro Principal de Matucana 100 desde el 19 de junio hasta el 6 de julio de este año, con funciones de jueves a sábado a las 20:00 hrs y los domingos a las 19:00 hrs.