
La matanza del Corpus Cristi: “Hombre abatido: Alhué con Zaragoza…”
Santiago de Chile, calle Pedro Donoso N° 582, comuna de Recoleta, cinco de la mañana del martes 16 de junio de 1987, hace exactamente 38 años. “¡Están rodeados! ¡No se resistan y salgan con las manos en alto!”, exclama un agente con un megáfono. Luego hay un gran silencio…
Después, una piedra cae ruidosamente sobre el techo y enseguida se oyen ráfagas de fusiles, gritos, garabatos y carreras enloquecidas. Al interior de la modesta vivienda siete cuerpos yacen tirados en las habitaciones, mientras Francisco “Gurka” Zúñiga, armado con un fusil AK, recorre las piezas, disparando sobre los cuerpos inertes. Así concluye la “Operación Albania” o “Matanza de Corpus Cristi”, en la que la CNI, a sangre fría, asesinó a doce integrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).
La operación de exterminio había sido autorizada por la Fiscalía Militar, que entregó la orden amplia de investigar N° 1.402, fechada el 15 de junio de 1987, la que otorgó facultades amplias para allanar inmuebles, descerrajándolos si fuera necesario, y detener a sus moradores.
La acción fue comandada por el general Hugo Salas Wenzel, desde 1986 director de la Central Nacional de Inteligencia, quien ordenó al mayor, Álvaro Corbalán Castilla “neutralizar” a la gente “trabajada” (seguida y vigilada) por el capitán Kranz Bauer Donoso, encargado de la Brigada que perseguía al FPMR. La acción se realiza mientras la organización revolucionaria se está independizando del Partido por lo que, es muy probable, se hayan relajado algunas medidas de seguridad.
Temprano en la mañana del lunes 15 de junio en el cuartel Borgoño, el oficial Iván Quiroz Ruiz, arengó a su tropa diciéndoles: “¡Hoy vamos a reventar! Siempre cuando muere algún colega nuestro todos reclaman pidiendo hacer justicia y ahora tienen la oportunidad, huevones. Ahora todos los equipos a sus marcas”.
Enseguida, varias escuadras salieron raudas del cuartel para dirigirse a distintos puntos de la capital a cumplir la misión de asesinar a 12 militantes del FPMR, que ya tienen perfectamente ubicados.
A media mañana del lunes 15, Ignacio Recaredo Valenzuela Pohorecky (“Chaqueta de Cuero”, para la CNI), economista, de 30 años; camina por calle Alhué de Las Condes en dirección a la casa de su madre, cuando varios agentes lo rodean y, sin que oponga resistencia, le disparan hasta darle muerte.
Luego, colocan cerca de su cuerpo una pistola para simular un enfrentamiento. En la cercana casa de Juanita Fuenzalida, un CNI pidió el teléfono, marcó un número y dijo: “Hombre abatido: Alhué con Zaragoza”. Era el primer asesinado. Había comenzado la matanza del Corpus Cristi.
A las 18.00 de ese mismo lunes 15 de junio, desde su casa en calle Varas Mena N° 630, comuna de San Miguel, sale Patricio Acosta Castro, un militante del FPMR al que la CNI identificaba como “Jirafales” porque era alto, corpulento y de bigotes, como el personaje de El Chavo del Ocho.
Media hora después, Acosta se cruza con un grupo de la CNI encabezado por Francisco “Gurka” Zúñiga, jefe de la Brigada Especial. Entonces, sin ninguna advertencia de por medio, Zúñiga sacó su pistola y lo abatió de un certero disparo en la cabeza. Patricio Acosta Castro murió instantáneamente. Enseguida dispararon al aire, colocando junto al cuerpo un arma y una granada para simular un tiroteo. Era el segundo asesinado del día. No sería el último.
Más o menos a la medianoche en un departamento de la Villa Olímpica donde pernoctaba Julio Guerra Olivares, a quien la CNI apodaba “Pericles”, por el nombre de la calle donde lo habían ubicado la primera vez. A sus 29 años, era uno de los más fogueados combatientes del FPMR; había participado en numerosas acciones, como el atentado contra el General Pinochet en septiembre de 1986.
Los agentes gasearon el lugar. Enseguida, Fernando Remigio Burgos Díaz, apodado “El Costilla”, se puso una máscara antigases y subió al departamento. Encuentra a Julio Guerra en el baño, casi asfixiado por lo que no puede resistirse. Inmediatamente le dispara. Atrás venía el oficial de Ejército Arturo Sanhueza Ross, quien lo balea en el pecho. El cuerpo fue sacado hacia las escaleras, donde recibió una andanada de disparos en varias partes, entre ellas, los ojos.
Poco antes de la 23:00 de ese lunes 15, varios agentes de la Brigada Investigadora de Asaltos de la Policía de Investigaciones, dirigidos por el prefecto Sergio “Chueco” Oviedo, que colabora con la CNI, coparon las viviendas con los números 415 y 419 de calle Varas Mena, en San Miguel. Allí funcionaba una escuela de cuadros del FPMR. Sus responsables eran Juan Waldemar Henríquez Araya, nieto del exdiputado comunista detenido y desaparecido, Bernardo Araya, y Wilson Henríquez Gallegos.
Pasadas las 23:00, un agente gritó hacia la vivienda que estaban rodeados y que se rindieran. Enseguida, se sintió un violento impacto en el portón del jardín al ser embestido por un furgón. Comenzó un tiroteo. Los agentes disparaban desde la calle y casas vecinas.
Desde adentro Henríquez Araya y Henríquez Gallegos respondieron el fuego para permitir que los otros moradores escaparan por la parte de atrás. Minutos después, cuando todas las personas habían salido, los dos defensores trataron de fugarse por los techos. Ambos fueron heridos de muerte.
Ese lunes 15 de junio, en diferentes operaciones, los agentes de la CNI habían detenido a José Joaquín Valenzuela Levi, el oficial del Ejército de Bulgaria que había liderado el atentado a Augusto Pinochet. Él había sido capturado a la salida de una reunión cerca del paradero 21 de Vicuña Mackenna.
Le cayeron por sorpresa, sin que pudiera resistirse. Fue trasladado hasta los calabozos del cuartel Borgoño. En operativos similares también fueron apresados Ricardo Hernán Rivera Silva, Elizabeth Escobar Mondaca, Patricia Quiroz Nilo, Ricardo Silva Soto, Manuel Valencia Calderón y Esther Cabrera Hinojosa. Los seis también fueron trasladados al cuartel Borgoño, completando siete personas del Frente detenidas en el lugar.
En la noche Kranz Bauer ordenó que le trajeran a Valenzuela Levi a su presencia. El oficial de la CNI relata que lo vio venir “erguido, con dignidad, seguro de sí mismo”. Cuenta que ambos hablaron “de oficial a oficial; de ejércitos, de operaciones de gran escala, de tanques”. Luego ordenó que lo llevarán al calabozo.
Horas después, a las cuatro de la mañana, mientras Santiago dormía su último sueño antes de llenarse con los sonidos del nuevo día, una caravana de cinco vehículos salió del cuartel Borgoño y enfiló hacia el norte de la capital. En el interior una veintena de agentes de la CNI llevaba amarrados y vendados a los siete presos. Se detuvieron frente al N° 582 de calle Pedro Donoso, a la altura del 3.500 de Recoleta, en Conchalí.
La casa era una antigua vivienda de adobe, tabiquería y techos de lata. Los agentes bajaron baúles con armas y otros implementos para escenificar una casa de seguridad del FPMR. Luego sacaron a los detenidos, acompañados cada uno por su respectivo celador. En la puerta, Francisco “Gurka” Zúñiga indicaba a sus hombres dónde ubicarse. Cada preso quedó arrodillado frente a su custodio, que esperaba con su arma lista.
A una orden de Zúñiga, a sangre fría, les dispararon. Luego simularon un enfrentamiento inexistente.
Algunos días después de la matanza, en un asado de camaradería de la CNI, en el casino de oficiales del Ejército en calle Rondizzoni, frente a todo el personal del Cuartel Borgoño, el general Hugo Salas Wenzel felicitó a los integrantes de la División Antisubversiva ‘Bernardo O’Higgins’, por la “brillante” labor cumplida en el exterminio de doce “terroristas”.
Años después, ya bien entrada la democracia, los asesinos fueron condenados por la justicia. Muchos de ellos cumplen condena en Punta Peuco.