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El FMI está desaparecido en acción
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El FMI está desaparecido en acción

Por: Desmond Lachman | 25.05.2025
Durante la crisis de la deuda soberana europea de 2010, el FMI desempeñó un papel útil tanto en el diseño como en la supervisión de programas económicos que ayudaron a los países miembro de la eurozona a restablecer el equilibrio económico externo e interno. Y, si alguna vez ha habido un momento para que desempeñe un papel similar en el ejercicio de una supervisión económica multilateral eficaz, es éste.

Según el Convenio Constitutivo del Fondo Monetario Internacional, el principal objetivo del Fondo es facilitar el crecimiento equilibrado del comercio internacional y promover así altos niveles de empleo e ingresos reales (ajustados por inflación).

Sin embargo, ahora que la globalización se enfrenta a su mayor amenaza en el período de posguerra, y con los desequilibrios económicos externos globales a punto de aumentar, el FMI parece desaparecido en acción. En lugar de desempeñar un papel activo en la reducción de los desequilibrios externos, se está centrando en cuestiones que van más allá de sus competencias, como el cambio climático y la igualdad de género.

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¿Por qué el FMI no ha llamado la atención sobre la principal razón de los actuales desequilibrios externos mundiales? Contrariamente a lo que parece pensar el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estos desequilibrios no se deben a los aranceles a las importaciones, o a la manipulación del tipo de cambio, sino a las políticas macroeconómicas inadecuadas que mantienen tanto los países deficitarios como los superavitarios.

Los países con grandes déficits comerciales siguen políticas monetarias y fiscales que los inducen a gastar más en consumo e inversión de lo que producen. A la inversa, los que tienen grandes superávits comerciales aplican políticas macroeconómicas que los inducen a gastar menos en consumo e inversión de lo que producen.

O, como nos enseñó John Maynard Keynes, los países deficitarios son aquellos en los que el ahorro nacional es inferior a la inversión, y los países con superávit son aquellos en los que el ahorro nacional es superior a la inversión.

Visto a través de esta lente, es fácil entender por qué, a pesar de los aranceles de importación más altos de la primera administración Trump, el déficit de cuenta corriente externo de Estados Unidos en realidad aumentó en torno a un 35% (de 480.000 a 647.000 millones de dólares) entre 2016 y 2020.

Esto se debió a que las políticas comerciales de la administración -aranceles a las importaciones procedentes de China, y al acero y el aluminio- fueron acompañadas por la Ley de Reducción de Impuestos y Empleos de 2017 (TCJA, por sus siglas en inglés), que redujo el ahorro interno al aumentar el déficit presupuestario, e incrementó la inversión al incentivar dicha actividad mediante tasas impositivas más bajas para las empresas.

La misma perspectiva también ayuda a entender por qué China y Alemania han registrado sistemáticamente grandes superávits comerciales en los últimos años. China lo ha hecho porque sus hogares han ahorrado a un ritmo inusualmente alto a falta de una red de seguridad social que los apoye en la vejez; y Alemania lo ha hecho porque, hasta hace muy poco, mantenía un “freno de la deuda” que restringía el gasto público y, por lo tanto, mantenía un alto nivel de ahorro público.

Avancemos hasta 2025. Aunque el déficit presupuestario estadounidense se sitúa en un preocupante 6% del PIB, la administración Trump propone otro importante recorte fiscal que lo incrementará aún más. Trump no solo pretende prorrogar la TCJA, sino también eliminar los impuestos sobre la renta de las propinas y el pago de horas extras, y proporcionar una deducción fiscal de 4.000 dólares para los mayores de 65 años.

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Según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, estos cambios podrían añadir más de 5 billones de dólares al déficit presupuestario durante los próximos diez años. Una vez más, se puede esperar que un mayor déficit presupuestario amplíe el déficit comercial externo de Estados Unidos por la misma razón por la que se amplió durante la primera administración Trump.

Ahora bien, ¿dónde está el FMI? ¿Por qué no insiste en los peligros que los recortes de impuestos de Trump representarían para la economía mundial, de aprobarse? Un mayor aumento del déficit comercial estadounidense en esta coyuntura podría llevar a la administración Trump a redoblar su política de aranceles de importación como represalia.

Y si lo hace, cabe esperar que los socios comerciales de Estados Unidos tomen represalias, lo que resultaría en políticas económicamente destructivas de empobrecimiento del vecino, que fueron tan desastrosas en la década de 1930.

Además de advertir sobre el probable empeoramiento de los desequilibrios externos como resultado de un mayor déficit presupuestario estadounidense, el FMI debería diseñar un plan para resolver los desequilibrios globales de hoy de forma que no provoquen una recesión global.

Esta tarea podría incluir recomendaciones sobre cómo Estados Unidos podría restablecer el orden en sus finanzas públicas; cómo China puede aumentar el consumo de los hogares a través de una red de seguridad social mejorada; y cómo Alemania puede estimular la inversión europea a través de un aumento sustancial del gasto público.

Durante la crisis de la deuda soberana europea de 2010, el FMI desempeñó un papel útil tanto en el diseño como en la supervisión de programas económicos que ayudaron a los países miembro de la eurozona a restablecer el equilibrio económico externo e interno.

Si alguna vez ha habido un momento para que desempeñe un papel similar en el ejercicio de una supervisión económica multilateral eficaz, es éste. La globalización corre verdadero peligro de desmoronarse, y una de sus principales instituciones no se deja ver por ninguna parte.

Esta columna es parte del Project Syndicate, 2025 (Copyright).
www.project-syndicate.org

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