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Ni el aislacionismo ni las guerras arancelarias son nuevos: Desafíos para nuestro país
Agencia Uno

Ni el aislacionismo ni las guerras arancelarias son nuevos: Desafíos para nuestro país

Por: Nicolás Naranjo Olivares | 03.05.2025
Mientras la comunidad mundial observa con estupor cómo inicia un nuevo ciclo político, con tintes inquietantemente parecidos a los del pasado, nuestro país, pequeño, productor de materias primas, escasamente industrializado está llamado a forjar nuevas alianzas en el marco del multilateralismo y las mejoras en las condiciones de la producción, siempre poniendo el foco en el incremento de la calidad de vida de los chilenos y chilenas.

Las tarifas arancelarias impuestas por el presidente Donald Trump a numerosos países (incluido el nuestro) causó consternación dejando al martes 02 de abril de 2025 como una fecha imperecedera en el calendario mundial. Ante el caos provocado, el presidente norteamericano reculó. Sin embargo, el efecto provocó una escalada arancelaria con China con efectos inimaginables para el contexto actual.

Estas circunstancias abren un nuevo panorama mundial, con variados desafíos y oportunidades. Muchas naciones (incluida la nuestra) se plantean el futuro bajo una nueva certeza: Estados Unidos ya no es un socio confiable, ni para Canadá, ni para la Unión Europea, menos para Chile.

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Pero contrario a lo que podemos pensar, estas rupturas no son nuevas en la historia. Seguramente en estos momentos de incertidumbre, es recomendable revisar experiencias pasadas para calmar los ánimos, proponer serenidad y cordura en las decisiones que se tomen a futuro.

En palabras del reconocido historiador inglés Eric Hobsbawn, el sistema capitalista (y Estados Unidos como adalid de este modelo), por su naturaleza, es propicio a los estados de crisis. La nación norteamericana ha tenido varios episodios donde sus intereses internos se imponen a los de la economía mundial, generando caos, confusión y pérdida de confianza. Aquí desarrollaremos algunos antecedentes claves.

Justamente hace casi 100 años, impulsado por sus fuertes creencias religiosas, el empresario y senador republicano Reed Smoot presidió con habilidad el Comité Financiero del Senado de Estados Unidos por más de 10 años. Era un convencido de que las medidas proteccionistas eran una garantía de estabilidad y prosperidad para Estados Unidos especialmente después de la Primera Guerra Mundial.

Tras la Gran Depresión de 1929 el panorama era aún más evidente, el comercio mundial y Wall Street no eran capaces de sostener la economía norteamericana por lo que presentó al presidente Hoover en 1930 una ley que aplicaba aranceles a más de 20 mil productos agrícolas e industriales, conocida popularmente como “Ley Smoot-Hawley”, bajo el paraguas de “proteger los trabajos y la industria norteamericana”.

Como muchos aventuraron, la comunidad internacional reaccionó de manera similar, y en apenas dos años una veintena de países impusieron aranceles a los productos estadounidenses. Por mencionar algunos: Canadá, Francia, Italia, España y tantos otros tomaron medidas proteccionistas.

Un caso particular fue el de Alemania que había sido devastada tras la primera guerra mundial y ante la imposibilidad de comerciar con el exterior, se decidió definitivamente por la autosuficiencia, aun teniendo que pagar altos costes de la guerra, lo que provocó severas consecuencias sociales y políticas que todos conocemos.

¿Y Chile? Los efectos en nuestro país no se hicieron esperar.

Según la Liga de las Naciones (antecesor de la ONU), nuestro país fue el más afectado del mundo por la Gran Depresión debido a un conjunto de desgraciadas circunstancias. Hay que considerar el periodo de bonanza que vivieron las materias primas durante la primera guerra mundial, pero que al estar en un contexto de economías encadenadas, los distintos rubros fueron cayendo uno por uno al momento de acaecer la crisis.

El gobierno de Ibáñez, sin dinero producto de la deuda, con sobreproducción y sin capacidad de comerciar debido al cierre mundial, cayó en 1931. Con ello iniciaría una serie de golpes de Estado e inestabilidad, coloquialmente llamado “segundo periodo” de anarquía en la historia nacional, con miles de desempleados salitreros y campesinos migrando hacia las ciudades en búsqueda de medios para subsistir.

Si bien con los años la guerra de precios se estabilizó -especialmente después de los acuerdos de Bretton Woods- la dinámica arancelaria no se redujo ni se dio por terminada hasta pasada la Segunda Guerra Mundial. No obstante, las consecuencias fueron desastrosas: cerca del 40% del comercio mundial se redujo producto de medidas proteccionistas.

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El colapso económico y la creciente insatisfacción social con los gobiernos democráticos, incapaces de resolver la crisis, crearon un caldo de cultivo para el surgimiento de regímenes autoritarios en varios países.

Y así podemos sumar otros casos donde Estados Unidos fue el protagonista de la incertidumbre mundial, como la imposición de controles de precios y aranceles de cerca del 10% a las importaciones, junto con terminar la convertibilidad del dólar por el patrón oro en los años 70 con Nixon, o los aranceles del 100% a productos originarios de Japón, el aliado más cercano aliado a este país en Asia, impuestos por el presidente Reagan en 1987.

Pero volviendo a la actualidad, el economista y premio nobel Paul Samuelson evidenció la clara contradicción de esta política al “cobrar deudas del exterior y luego bloquear las importaciones que podrían pagarlas” (Paul A. Samuelson, Nordhaus, William, “Economics”, Mc Graw Hill Ed., 2010, p.359), el profesor de Dartmouth, Douglas Irwing mencionó que la nueva política de Trump es “mayor que la de Smoot-Hawley”, mayor también que la “guerra comercial” a productos japoneses de los años ‘80.

La ley Smoot-Hawley y los otros casos mencionados resuenan más que nunca en los oídos del mundo. Queda esperar que se profundicen ciertos fenómenos que ya se venían gestando: mayor inestabilidad política, mayor desconfianza en la Democracia con el consecuente aumento en líderes autoritarios, aumento del nacionalismo económico o mutación en las dinámicas de la cooperación internacional, por mencionar algunos.

En este contexto, los desafíos para nuestro país son múltiples y complejos. Sabemos que Chile depende de las exportaciones a China y Estados Unidos cuando ambos se encuentran en una disputa arancelaria. Es por esto, que la apuesta del gobierno del Presidente Boric, es la orientación de Chile hacia un mercado global competitivo, diversificado e integrado, prueba de ello es la reciente visita del presidente a la India, el mercado más grande del mundo en términos de cantidad de población.

Estados Unidos, la gran potencia de nuestro tiempo, nuevamente se aísla, provocando que los principales actores del tablero mundial busquen nuevas alianzas, redibujando la geopolítica como la conocíamos hasta ahora.

Al respecto, uno de los seguros ante la incertidumbre global con que cuenta nuestro país es profundizar la política de diversificación de mercados en el largo plazo, la sofisticación de los procesos productivos y la reindustrialización táctica en sectores claves. En cuanto a política interna, se deben desarrollar amplias políticas productivas que apuesten por la reducción de la pobreza, la desigualdad y el desempleo.

En ese sentido, es vital el robustecimiento de la base técnica, de la industria competitiva y la inversión en inversión y desarrollo. Si bien Chile es el país con más acuerdos de Sudamérica, es igualmente importante la búsqueda de nuevas alianzas tanto a nivel global como regional: consolidar la relación con gigantes de América Latina como Brasil o México.

Para finalizar, los sucesos revisados nos ayudan a comprender las profundas raíces históricas de los fenómenos actuales. Mientras la comunidad mundial observa con estupor cómo inicia un nuevo ciclo político, con tintes inquietantemente parecidos a los del pasado, nuestro país, pequeño, productor de materias primas, escasamente industrializado está llamado a forjar nuevas alianzas en el marco del multilateralismo y las mejoras en las condiciones de la producción, siempre poniendo el foco en el incremento de la calidad de vida de los chilenos y chilenas.

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