
Mujeres y patrimonio: Una ausencia urgente de reparar
Las ciudades, el mundo rural, los espacios públicos y los privados se construyen entre hombres, mujeres y todos quienes habitan los territorios. Sin embargo, al momento de construir la memoria histórica a través de procesos de patrimonialización de sitios e identidades culturales, el reconocimiento a los aportes realizados por estos grupos es extremadamente desigual.
Basta con observar lo que sucede con los monumentos públicos. El estudio “Mujeres y monumentos públicos en Chile: exclusión, corporalidad simbólica y deuda conmemorativa” de Daniela Ortega (2021) señala que de 516 monumentos públicos, sólo 67 (12,9%) corresponden a figuras femeninas.
Ahora bien, al hacer un doble click a estas figuras, 17 de ellas no buscan conmemorar a una mujer en específico, sino que representan idearios asociados la mayoría de las veces a la construcción de la nación.
Así, cuerpos femeninos genéricos y anónimos representan valores patrios como la libertad y la justicia, o bien refieren a una feminidad asociada al rol tradicional asignado a las mujeres en la reproducción social y cultural de la sociedad. En consecuencia, sólo 50 monumentos públicos fueron desplegados para conmemorar la acción de una mujer.
Llama la atención que de estos cincuenta, veinte sean de Gabriela Mistral. Muy bien por nuestra poetiza, pero son muchísimas más quienes deberían estar presente en cada una de las ciudades del país.
La ausencia de monumentos públicos que reconozcan el aporte que realizaron mujeres con nombre y apellido al desarrollo de la nación da cuenta no solo de la invisibilización de la que han sido objeto en el pasado, sino de una invisibilización que se recrea día a día en el presente.
La casi nula presencia de monumentos de mujeres en las calles y plazas es producto, por una parte, de las dificultades históricas que ellas han tenido para participar de lo público, pero también producto de la no valoración del trabajo de cuidados realizado en el espacio privado.
Ello responde a la antigua división entre el espacios público y privado, donde este último fue construido como un espacio carente de poder político, económico y simbólico, pese a la importancia central que ha tenido en el desarrollo de la sociedad moderna.
De ahí la urgencia de superar esta ausencia. En primer lugar, es fundamental reconocer la labor histórica desempeñada por mujeres en el ámbito científico, artístico, político y económico.
Violeta Parra, Marta Brunet, María Luisa Bombal en las artes y las letras, Eloisa Díaz, Adelina Gutiérrez, Adriana Hoffmann en el desarrollo de la astronomía y las ciencias biológicas, Inés Enríquez Frödden, María de la Cruz Toledo y Gladys Marin en política, Lenka Franulic en comunicaciones, Elena Caffarena y Berta y Nicolasa Quintreman defensoras de los derechos de las mujeres y de las comunidades indígenas respectivamente.
Ellas, entre tantas otras, han abierto espacios de conocimiento y acción política y han aportado desde distintos lugares al desarrollo de nuestra sociedad. Pero también es fundamental repensar el espacio privado no en oposición o al servicio de lo público, sino como un lugar neurálgico de la sociedad actual, en el que se reproducen cotidianamente nuestros saberes y nuestras culturas.