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Europa está jugando un juego peligroso
flickr.com/ejercitodetierra / Creative Commons (CC)

Europa está jugando un juego peligroso

Por: Sascha Cornejo Puschner | 12.03.2025
Aunque no nos guste Trump, debemos admitir que al menos fue claro como el agua al decirle a Zelensky que este estaba por provocar una tercera guerra mundial. Pero al parecer los europeos no han escuchado eso. Más bien, pretenden apagar el fuego con más gasolina. Y todo indica que si Europa continúa con su cometido militarista nada puede 'malir sal'.

En occidente los líderes políticos reflejan el estado de desconcierto ante el triste espectáculo de la humillación de Zelensky en el despacho oval. Signo de que algo ha cambiado: EE.UU. pretende retirarse de la guerra y Europa se ve sola, sin su principal y más poderosos aliado. Pero en vez de aceptar su derrota pretende que esta guerra -ojalá- no acabe.

El marco narrativo asumido es que ahora el “ingenuo” de Trump da la espalda a Europa porque ha caído en la propaganda de Putin. El investigador geopolítico Glen Diesen señala que la retirada de EE.UU. se explicaría porque Trump y co. finalmente afrontaron la realidad de las cosas de que han perdido la guerra y como buen hombre de negocio no va a apostar a caballo perdedor.

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Mas allá de que estemos presenciando el vergonzoso reparto de los recursos naturales de esta nación desecha y rota que es Ucrania hoy, los líderes europeos parecen rehusar la idea de la derrota de la OTAN. En cambio continúan con fervoroso delirio guerrero en pos de “salvar la democracia y la libertad” de Europa ante el malvado ruso.

La propaganda otanista está a toda máquina, diciéndonos que como ciudadanos europeos debemos aceptar los próximos ajustes estructurales que exigiría un regmien de guerra para defender nuestra libertad. En otras palabras: militarismo (seguridad), control de las narrativas (censura) y austeridad (neoliberalismo).

¿Por qué insistir tanto en que lo del “malvado ruso” es propaganda pura? Pues, porque se ha sostenido que la invasión ocurrió debido al afán expansionista de Putin, ignorando la incidencia de EE.UU., en Ucrania y sus innumerables oficinas de la CIA. El occidente en su narrativa antirrusa convenientemente evita mencionar el golpe de Estado contra Yanukovich en 2014 que provocó la guerra en Dombás.

Por último, las incontables provocaciones de occidente a Rusia podrían haber justificado ya el comienzo de una guerra abierta contra la OTAN, si es que Rusia quisiera dar ese paso suicida. Como señala Glenn Diesen, se ha pintado a Rusia y a Putin como el mal absoluto, y como con el mal absoluto no se negocia, se debe abandonar todo intento diplomático. Entonces, lo único que vale, es la guerra.

Pero las narrativas que emanan de Europa, a pesar de su abierto infantilismo (“los buenos contra los malos”) y carente de toda contextualización (“la guerra comenzó en febrero de 2022, no en 2014”), siguen manteniendo hipnotizados al público europeo. Signo de ello es la ausencia de un movimiento ciudadano por la paz que sea fuerte y ruidoso en Europa, lo que al mismo tiempo significaría resistir la propaganda otanista, la misma que sostiene que “abogar por la paz” es ser “pro-Putin” (antes se decía lo mismo de quien criticaba el envío de armamento a Ucrania).

Otro signo del éxito propagandístico es que en las últimas elecciones alemanas todos los partidos que lograron entrar al parlamento apoyan esta guerra, a excepción del partido de izquierda BSW que quedó fuera del parlamento y de la ultra-derecha AfD, que aboga por buscar un acuerdo con Putin.

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Esto a su vez refuerza el fervor guerrero y delirante de los alemanes liberales, ya que pretenden ir en contra todo lo que este partido defienda. Si en este caso, la AfD va por la paz, entonces se va por más guerra.

En cambio, el reconocer que la guerra ha sido provocada por EE.UU. para debilitar a Rusia, obligaría a reconocer que los argumentos de Rusia son legítimos respecto a su propia seguridad territorial, lo que a su vez significaría retomar la diplomacia, la que antaño fue tan importante para Europa.

El año pasado se publicaron dos libros que prueban con hechos que la guerra en Ucrania efectivamente fue provocada, lo que contradice completamente el relato rusófobo otanista, pero así es este mundo maniqueo que nos pintan en Europa: es la lucha del bien contra el mal.

Con una elite política ensimismada en su delirio, autocomplacencia y evidente autoengaño, su clamor por la “defensa por la libertad” implica creer que, si a Putin no se le detiene, el día de mañana los rusos estarían entrando a Lisboa. Quien dice lo contrario es tachado de “simpatizante de Putin”, de igual manera de quien critica a Israel por el genocidio que este comete en Gaza es “antisemita” y/o “pro-Hamas”. Ambas acusaciones resuenan recíprocamente porque obedecen al mismo esquema de control cognitivo impuesto en el occidente.

Porque claro, todos pueden ver que lo que está pasando en Palestina “NO es un genocidio”, que “Zelensky sigue siendo amado por su pueblo” a pesar que literalmente secuestra a los hombres ucranianos para morir en el frente, o que “occidente es el bastión de la libertad y del orden mundial basado en reglas”.

Quizás deba pedir disculpas a los lectores por el sarcasmo empleado, pero a veces ya no sabes cómo abordar analíticamente todo este teatro de lo absurdo sin recurrir al sarcasmo. A veces uno no sabe, si esta gente pretende engañarnos con dolo (como dicen los juristas), o realmente se creen sus propias mentiras (así como Zelensky ya se convirtió en su propio personaje). Ya resulta tedioso las tantas referencias al pobre Orwell, pero en este mundo post-orwelliano, la realidad supera la ficción.

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Lo único claro es que Europa está jugando un juego peligroso. Así como la elite política alemana no han aprendido nada de los horrores del Holocausto al apoyar abiertamente un genocidio televisado; aparentemente los europeos no han aprendido nada de la destrucción de dos guerras mundiales.

Aunque no nos guste Trump, debemos admitir que al menos fue claro como el agua al decirle a Zelensky que este estaba por provocar una tercera guerra mundial. Pero al parecer los europeos no han escuchado eso. Más bien, pretenden apagar el fuego con más gasolina. Y todo indica que si Europa continúa con su cometido militarista nada puede malir sal.