
Soberanía alimentaria en la Patagonia: Dos tradiciones de pueblos originarios que conservan biodiversidad y ecosistemas
Un artículo publicado en la revista científica People and Nature habla de los beneficios ambientales vinculados a antiguas prácticas de pueblos originarios que residen en la Patagonia chilena costera.
Es este se analizan dos casos de tradiciones relevantes para la soberanía alimentaria de las comunidades locales, cuyas consecuencias sobre los ecosistemas se han traducido en la recuperación de especies y entornos diezmados por la sobrepesca y la contaminación.
El articulo, titulado “Aportes recíprocos: perspectivas y voces indígenas sobre experiencias marino-costeras en los canales del norte de la Patagonia chilena” fue coescrito por diez autores, de los cuales, siete son dirigentes y/o representantes de comunidades indígenas de la zona.
Tradiciones ancestrales
People and Nature rescata la función de los “corralitos de pirenes” en la isla Apiao, archipiélago de Chiloé, y los “arreglos subacuáticos” en isla Ascensión, archipiélago de las Guaitecas, en las regiones de Los Lagos y Aysén, respectivamente, destacando la relevancia de estas prácticas para la subsistencia de las comunidades locales, como también para el restablecimiento y recuperación de especies y ecosistemas degradados o explotados.

“Este tipo de prácticas son particularmente importantes en ecosistemas marinos en zonas afectadas por la sobrepesca y la explotación de la naturaleza, y debieran ser consideradas en la gestión sostenible de los recursos”, apunta Ricardo Alvarez, autor principal del artículo.
“Por desgracia, estas prácticas ancestrales suelen pasarse por alto en las estrategias gubernamentales de gestión de las costas, en un escenario de crisis socioambiental en el que algunas industrias generan impactos culturales y ecológicos graves sobre las comunidades y los recursos naturales de la costa”.
Jaime Ojeda, también autor del artículo, añade que “documentar, difundir y comprender cómo se desarrolla la cooperación entre humanos y otras especies, es clave para establecer políticas de gestión responsable de los sistemas socioecológicos marino-costeros. En ese contexto, es tremendamente importante que People and Nature haya publicado este artículo, dándole a esta problemática la importancia que amerita a nivel nacional e internacional”.
Corralitos de pirenes
Los “corralitos de pirenes” son pequeños montículos de piedras construidas de cierta manera que son útiles como refugio para que pequeños peces de roca, también llamados “pilles” o “coldes”, desoven entre junio y septiembre.
Sus huevos forman pequeños bloques entre las rocas, conocidos como “pirenes”, y son parte de la dieta tradicional isleña. Las familias sólo extraen un porcentaje de éstos, permitiendo una reproducción segura.
Además, estos sirven de apoyo a otras especies marinas al favorecer su reproducción y aumentar la biodiversidad marina, permitiendo el crecimiento de moluscos entre las piedras, junto con crustáceos, algas y otras especies que se encuentran en la playa, revitalizando la zona costera y generando alimento para los locales y varias especies.
Arreglos subacuáticos
Por otra parte, los “arreglos subacuáticos”, es una práctica realizada manualmente por buzos mariscadores que restauran el suelo marino diezmado por la sobrepesca, con el propósito de restaurar la biodiversidad y los vínculos ecológicos entre las especies que existían anteriormente a la sobreexplotación.
Dicha práctica consiste en reubicar colonias de piures, choritos, choro zapatos y picorocos, entre otras especies, además de resguardar los bosques de macroalgas, actualmente amenazados por la explotación comercial.

Estas zonas restauradas logran que retornen especies como el loco, lo que favorece las economías locales. Al igual que los corralitos de pirenes, los arreglos subacuáticos brindan refugio y bienestar a otras especies.
“Para nosotros como comunidades indígenas, mantener los espacios marinos de manera sostenible y participar efectivamente en su gobernanza, es fundamental para que todo el conocimiento acumulado durante tantas generaciones sobre los ciclos de la naturaleza, de las mareas, de la fertilidad de las especies, sirva para la conservación de la biodiversidad marina”, apunta Daniel Caniullán y Yohana Coñuecar, coautores del artículo.
Florencia Diestre, también autora, remarcó que “los casos presentados en el artículo muestran el profundo conocimiento ecológico de las familias costeras e insulares sobre sus territorios, lo que les permite gestionar de manera sostenible la pesca y los bienes comunes. Estas prácticas se han desarrollado y fortalecido en el ámbito familiar y comunitario, transmitiéndose de generación en generación”.
“Para nosotros es una gran alegría poder compartir nuestros saberes con las nuevas generaciones, no sólo de isleños, sino de jóvenes que nos leerán en el mundo” finalizó Pedro Jara, autor del estudio.