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Genocidio en Palestina: Israel abrió la caja de Pandora
Agencia Uno

Genocidio en Palestina: Israel abrió la caja de Pandora

Por: Paulo Slachevsky | 21.01.2025
El inicio de alto al fuego nos alegra, es un alivio para los sobrevivientes y puede limitar en parte el accionar de esa máquina de exterminio, pero es difícil confiar que Israel, dominado por una extrema derecha ávida de guerra y exterminio de los palestinos, respete el acuerdo y lo mantenga en el tiempo

Bombas y muertos en navidad, niños y ancianos asesinados en año nuevo, hospitales y refugios arrasados día a día. Hambre, sed, frío, tortura, desaparición, exterminio. Destrucción, masacre y aniquilación, son la brutal y cotidiana violencia de los actos y las palabras que, pese al cerco informativo y al asesinato de periodistas y comunicadores, nos llegan como retazos del horror de quienes intentan sobrevivir y resistir en Gaza y Cisjordania.

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¿HASTA CUÁNDO? ¿No hay acaso un límite a la crueldad y a la indiferencia? ¿Seguirá Israel exterminando impunemente a la población palestina? El inicio de alto al fuego nos alegra, es un alivio para los sobrevivientes y puede limitar en parte el accionar de esa máquina de exterminio, pero es difícil confiar que Israel, dominado por una extrema derecha ávida de guerra y exterminio de los palestinos, respete el acuerdo y lo mantenga en el tiempo. Se ha visto cómo han violado el trato en el sur del Líbano con bombardeos y asesinatos.

Como chileno de origen judío, me siento profundamente removido e interpelado por ese horror, por la falta de humanidad que ese accionar y por los silencios o la inacción que esta situación devela. ¿Cómo entender que los países que dicen promover los Derechos Humanos no hagan nada? ¿Cómo comprender que gran parte de las y los judíos apoyen o callen ante tal genocidio? ¿Cómo aceptar tanta falta de coherencia? Se recuerda y se llora por los crímenes y la persecución que se sufrió históricamente, y se calla ante crímenes similares que, presuntamente, en nombre del pueblo judío, lleva hoy a cabo el Estado de Israel contra el pueblo Palestino.

Que todos los fascismos del mundo, los antisemitas de siempre, sean los grandes defensores y aliados de Israel debería provocar por sí solo la reacción de las y los judíos en torno a qué significa hoy, en la práctica, el sionismo. Pasamos de generaciones cosmopolitas e internacionalistas comprometidas con la justicia, la libertad e igualdad que movía parte significativa de la cultura judía previa a la Segunda Guerra Mundial, al dominio de un nacionalismo colonialista que replica en el prójimo lo que sufrió el mundo judío por siglos.

Esa transformación ha deshistorizado a la vez lo que marcó el apogeo del horror, el antisemitismo nacionalista y antirrevolucionario que buscaba extirpar a lo que llamaban el judeo-bolchevismo, “el complot judío”, discurso promovido por las fuerzas contra revolucionarias tras la revolución rusa, que se constituyó en pilar del partido nazi en los años 30 y que luego condujo a la Shoah.

El antisemitismo tradicional que se fundaba en motivaciones religiosas transitó en las primeras décadas del siglo XX a un antisemitismo político, marcado por la gran presencia de judías y judíos en los movimientos revolucionarios y de izquierda. La alianza de los posfascimos con Israel son un claro signo de que el Estado de Israel ha terminado en el tiempo representando los intereses y sentidos de esas fuerzas profundamente retrogradas y antidemocráticas, insultando a la vez las luchas y memorias de las víctimas del nazismo que tanto dicen representar.

Una similar inversión histórica opera en la falsa equivalencia entre judaísmo-sionismo, y antisemitismo-antisionismo, como un truco de magia que revierte el origen de los conceptos: el antisionismo nace y se desarrolla entre comunidades judías religiosas o revolucionarias que se oponen a la idea de un Estado judío, mientras que el sionismo nace entre cristianos ingleses, en las primeras décadas del siglo XIX, que buscan resolver el tema judío por motivos religiosos y a la vez anclar una colonia occidental en medio oriente para favorecer la industria inglesa.

Así, el sionismo ha logrado -como un buen predistigitador- bloquear y desactivar las críticas ante los crímenes de ese régimen colonial, acusando de racistas a quienes justamente enfrentan la exacerbada discriminación de ese nacionalismo colonialista y supremacista. Felizmente, son muchas y muchos los judíos quienes, particularmente entre las y los jóvenes, hoy reaccionan y buscan desactivar esa manipulación que termina también enterrando en el olvido la historia de luchas y resistencias del Yiddishland, el mundo judío de los países del este, y las razones por las cuales enfrentaron la persecución nazi.

Como señala el periodista israelí Gideon Levy en el periódico Haaretz: “Cuando en la Gaza ocupada hay una línea de la muerte imaginaria, y cualquiera que la cruza está condenado a muerte, aunque sea un niño hambriento o discapacitado, la memoria del Holocausto empieza a murmurar. Y cuando en el norte de Gaza se lleva a cabo una limpieza étnica, seguida de claros signos de genocidio por toda la Franja, el recuerdo del Holocausto es ya un bramido”.

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Las filmaciones de soldados alemanes burlándose y humillando a las y los judíos en los guetos durante la Segunda Guerra Mundial constituyen, sin duda, una de las mayores expresiones fílmicas de la infamia. Una y otra vez, el ejército israelí repite con la población palestina esos actos y muchas de las prácticas más ignominiosas que sufrió el pueblo judío con los nazis: la deshumanización del otro, la masividad de los crímenes sobre la población civil y el uso máximo de la técnica para exterminar.

A fines de este mes de enero se conmemoran los ochenta años de la liberación de Auschwitz, y uno se pregunta: ¿Qué hemos aprendido como humanidad? ¿Qué hemos aprendido como judíos?

Tras la Segunda Guerra Mundial, se instaló en la justicia internacional la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio y el delito de los crímenes de lesa humanidad. Con el tiempo, fue creciendo cierta esperanza -la detención de Pinochet en Londres marco un punto de inflexión al respecto- de que las brutales violaciones a los derechos humanos no quedarían impunes. Pero cuando vemos el total apoyo que Estados Unidos y buena parte de los gobiernos europeos le dan a la maquinaria de muerte israelí: ¿dónde queda ese anhelo?

«Recordamos nuestro apego al sistema internacional de promoción de los derechos humanos, al poder de las normas jurídicas y a las instituciones multilaterales. Es el mejor homenaje que podemos rendir a aquellos que, hace 70 años, redactaron una declaración universal desde las ruinas de un conflicto mundial que asoló el continente europeo.
El acervo universalista de 1948 forma parte de nuestro patrimonio, es un «bien común» de la humanidad y estamos dispuestos a defenderlo y decididos a animarlo
», decía el ministro de Europa y Asuntos Exteriores de Francia al conmemorar los 70 años de la Declaración. Tras el genocidio a la vista de todos, esos discursos grandilocuentes son palabras vacías.

Como señala el filósofo francés Guillaume Le Blanc en “Osar llorar”: “Solo el prolongamiento conjunto de los duelos y de los llantos nos vuelve plenamente humanos, restituyendo a la humanidad todas las vidas desaparecidas… Cuando lloramos unos con otros, unos por otros, unos para los otros, precisamente no hay más los «unos» y los «otros», sino vidas igualmente concernidas por la tragedia de la pérdida. Llorar juntos es experimentar la cualidad de un «nosotros»”.

Hoy se hace imprescindible retomar el grito de Edvard Munch y llorar ante tanto sufrimiento, ponerse en el lugar del pueblo palestino: somos todas y todos palestinos. En tanto, la arrogancia, el ensimismamiento y la incapacidad de ver el suplicio infringido al pueblo palestino, que padece gran parte de la población de Israel y de las comunidades oficiales judías, enceguecidas por un supremacismo racista y colonialista, podría devolverse.

Equiparar esa violencia criminal y el sionismo con el judaísmo, como lo hace el Estado de Israel día a día, termina en los hechos provocando una peligrosa confusión y potenciando el antisemitismo.

Con la destrucción y el genocidio en curso de Palestina, con los crímenes en el Líbano y Siria, con los atentados con los beepers y computadores, con el bombardeo de espacios diplomáticos, de refugio y de la salud, con el asesinato a periodistas y funcionarios de la salud, Israel y sus cómplices abrieron una caja de Pandora, las compuertas para que toda la violencia y la crueldad de los actos y los discursos se expanda por el mundo.

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Corremos todas y todo el serio riesgo de pagarlo caro, así como Israel y los israelíes también… “La destrucción de Palestina es la destrucción de la tierra” como nos dice el escritor sueco Andreas Malm.