Miguel Littin y reedición de El Chacal de Nahueltoro: "El arte no tiene tiempo cuando refleja la identidad de un pueblo"
La tarde del sábado 20 de agosto de 1960, Jorge Valenzuela Torres asesinó a una mujer y a sus cinco hijos con quienes había estado conviviendo a la intemperie del campo chileno. Posteriormente, el 30 de abril de 1963, tras haber aprendido a leer y escribir, y haberse arrepentido de sus actos, el entonces llamado por la prensa “Chacal de Nahueltoro” fue ejecutado. En 1968, el cineasta Miguel Littin, leyendo diarios antiguos, encontró una noticia que lo apasionó: la historia de un “hombre que había sido ajusticiado después que le habían enseñado a ser chileno, a ser un buen ciudadano”. Ese mismo año, Littin rodó esa historia con figuras señeras del Nuevo Cine Chileno; Pedro Chaskel en el montaje, Héctor Ríos en la dirección de fotografía, junto a la actuación inolvidable de Nelson Villagra como ese campesino analfabeto que encontraba la redención, pero no la salvación, frente al pelotón.
Ahora, 55 años después de su estreno en el Festival de Viña del Mar de 1969, la película se restrena en una versión en 4K. Por primera vez, se podrá ver esta nueva versión extraída de los negativos originales repatriados desde México el año pasado, en una proyección que se realizará este 5 de octubre en la Cineteca Nacional a las 20 horas, como parte de la programación del MUBI Fest.
En este contexto, Miguel Littin conversó con El Desconcierto con respecto a la creación de este hito cultural, su actualidad y sobre ser un artista chileno.
- ¿Qué recuerda de la época en que rodó "El Chacal de Nahueltoro", un momento marcado por la ebullición del Nuevo Cine Chileno?
Era una época de gran efusión político, social y cultural. Todo estaba integrando un cuerpo ideológico que definía nuestra actuación como artistas, hombres de teatro, gente de la televisión y un movimiento que quería surgir en el cine. Discutíamos mucho entre nosotros, con Raúl Ruiz, Aldo Francia, Helvio Soto, Pedro Chaskel, Héctor Ríos. Tratábamos de encontrar formas de expresión cinematográfica en un país que no tenía condiciones económicas para hacer cine. Pero al alero de un decreto ley del gobierno de Eduardo Frei Montalva, que permitía a los productores recuperar el dinero de la inversión y daba facilidades impositivas, surgieron las posibilidades económicas. Estábamos listos desde el punto de vista artístico e ideológico para expresarnos en el cine.
Aldo Francia tenía su proyecto "Valparaíso mi amor", Helvio Soto estaba preparando "Caliche sangriento", Raúl Ruiz estaba trabajando en "Tres tristes tigres", y yo estaba investigando "El Chacal de Nahueltoro", la vida de José del Carmen Valenzuela Torres, su expediente y su condena a muerte.
- ¿Qué lo hizo decidirse por la historia?
En realidad, esa historia me eligió a mí. Leyendo periódicos antiguos en 1968, me encontré con el caso y me fue apasionando. Era un hombre que había sido fusilado después que le habían enseñado a ser chileno, a ser un buen ciudadano, y en el que se daban todas las situaciones injustas, aparentemente, desde el punto de vista jurídico. Comencé a investigar su realidad social, que conocía bastante porque siempre he vivido en el campo. En esos años de la reforma agraria, la situación del trabajador agrícola era prácticamente medieval, no tenía derecho a nada. Ahí me encuentro con esta historia de un hombre que comete un crimen atroz, sin duda, pero que aparentemente no tenía conciencia de nada. Investigué en las cárceles de Chillán, vi el expediente, y fue tomando más cuerpo y fuerza lo que era también, de alguna manera, un caso no excepcional en el campo.
-"El Chacal de Nahueltoro" retrata con precisión la realidad del campo chileno de esa época. En relación con la situación social actual del país, ¿qué lecturas pueden hacer nuevas audiencias al acercarse a esta película?
La realidad más profunda es que la gente vive en un sistema de explotación muy duro, constantemente entre la espada y la pared para sobrevivir. La sociedad de hoy demanda muchos más gastos. Es realmente casi imposible concebir cómo la gente vive con salarios que son exiguos y que no se corresponden a la realidad económica del país. Sin embargo, es bombardeada constantemente a través de los medios para que consuma. El ser humano va viviendo en una angustia permanente, porque trabaja para pagar. Esto no conduce de ninguna manera a engrandecer el país y la situación de sus habitantes. Hay una suerte de incertidumbre que me preocupa mucho porque esta angustia se va acumulando, como ya se expresó hace un tiempo en las grandes manifestaciones de descontento. Va a volver a producirse porque la gente está profundamente disconforme con la situación social y económica en la que se vive.
- ¿Qué reflexiones puede gatillar "El Chacal de Nahueltoro" sobre la figura del delincuente, presente más que nunca por la crisis de seguridad y en los medios de comunicación?
El país necesita grandes reformas, sobre todo en lo que respecta a los derechos del trabajador y a la educación. Eso es indiscutiblemente necesario en un país que está viviendo asolado por la inseguridad y por lo que implica el crimen organizado, que es muy diferente a estos casos de crímenes y atrocidades sociales. José del Carmen Valenzuela Torres es víctima de la sociedad que lo explota y a su vez es victimario de gente que, como él, tampoco están fuera de ese sistema. Como decía el sociólogo argelino Franz Fanon los ciudadanos del tercer mundo, en general, vuelven su vida en contra de sí mismos, porque no saben percibir quién es su verdadero enemigo, cuál es la situación en la que viven.
- Usted fue parte de uno de los dos procesos constituyentes que no tuvieron una consecución en un texto definitivo. ¿Qué escenario ve posible ahora para llevar a cabo esas grandes reformas?
Es necesario dejar de lado las odiosidades y ciertos niveles de intolerancia que no permiten escuchar al otro. Una constitución es un acuerdo nacional, no puede ser su base el desacuerdo. Hay que buscar las formas que permitan concertar un buen acuerdo nacional, discutir, hablar, aprender a escucharse y someter nuevamente al país las nuevas posibilidades de una constitución que permita ese avance necesario, imprescindible.
- Totalmente contrario a lo que parece que fue su experiencia en el Consejo Constitucional...
Fue una tortura de intolerancia completa. Se acumuló toda la intolerancia acumulada en años de vida ciudadana en Chile. A nadie lo eligieron para que su grupo estableciera una constitución, sino para que todos los elegidos estuvieran de acuerdo en plantearle al país una institucionalidad. Eso no se logró nunca. Nunca se buscó el bien del país, el bien común. Siempre fueron bloques políticos enfrentados.
- Ha mencionado la importancia de una reforma en la educación. ¿Qué rol pueden cumplir las culturas, el cine, la literatura, etc. para generar estos cambios sociales que el país necesita?
Es necesario que la cultura se democratice y pueda desarrollarse. El exagerado centralismo no permite que la gente de las provincias y de las regiones se exprese con la libertad que merece. Se habla de los cambios, pero no se han producido. Ha crecido la burocracia cultural, pero no la creación. Los creadores en Chile tienen muy poco apoyo. Necesitan mucho más apoyo del Estado, y que se exprese no solamente en concursos, sino buscar formas distintas para que sea más democrático y libre el apoyo que tenga la cultura chilena.
- ¿Qué lecciones se pueden sacar de su experiencia como presidente de Chile Films en relación a la gestión cultural actual?
En Chile Films venció la ideología del pupitre. Es decir, todos querían más papeles, más burocracia, pero no tomaban en cuenta la creatividad de la gente. Es lo mismo con los concursos de hoy. De una u otra manera, pareciera que no se ha aprendido nada. Hay especialistas para llenar los papeles para poder postular, porque el creador tiene su mente y sus capacidades puestas en otras cosas. El proyecto de Chile Films se se frustró porque llegó un directorio pensaba que podía cuotear las películas por partido, ¿y cómo va a cuotear? La creación es absolutamente libre. Por eso me opuse y renuncié, para venir a filmar "La Tierra Prometida", porque era mi mayor aporte que yo podía hacer a la creatividad y a la creación de un cine chileno auténtico.
- Volviendo a "El Chacal de Nahueltoro" ¿Qué le produce que las nuevas generaciones se interesen en esta película?
Yo me acostumbré a que "El Chacal de Nahueltoro" exista por sí sola. Sé que yo la hice, que fue parte de mi pasión y de mi vida, y lo sigo sintiendo cuando la veo. Creo que el trabajo de equipo fue fundamental, creo que la honestidad del planteamiento, de no dejarse llevar por tendencias populistas, sino contar la verdad en su más estricta percepción, dio su fruto para permanecer en el tiempo. El arte no tiene tiempo cuando refleja la identidad de un pueblo.
El tema de que el cine es, en cuanto es un arte que es colectivo, que las películas son para el público, no son para uno. No son para los festivales de cine. Los festivales son una añadidura al ejercicio del cine. El cine tiene la necesidad de ponerse en contexto con su público constantemente para poder cambiar, transformarse y ser la expresión de su tiempo y de su gente
- ¿No cree que el cine chileno actual peca de un exceso de ganas de lucirse en los festivales europeos más que de hacer un cine para el público chileno?
Me parece que el público ha pasado a ser secundario en la inquietud de integración de los cineastas. Pero no quiero ser tan categórico. Yo les señalo que tienen que regresar, volver la mirada hacia Chile, hacia su tierra, hacia su país. Porque esa es la esencia misma del arte. Lo decía el escritor ruso Máximo Gorki: ser universal es pintar tu aldea. Eso es la literatura, eso es el arte, eso es la cultura. Los demás son espejos y los espejos son reflejos. Pero no son reflejos de una realidad, son reflejos de un reflejo de otro reflejo. Nuestra verdadera identidad cultural está aquí.
-¿Qué películas del cine chileno actual le interesan?
"Los Colonos" me parece un film extraordinario. Es la primera película de un cineasta -Felipe Gálvez- que demuestra ser extraordinario. Es una obra verdaderamente notable porque conjuga la mirada sobre el paisaje y el ser humano, busca nuevas estructuras narrativas, y se acerca mucho a un Chile que quisiéramos conocer. Además, aborda una realidad histórica que necesita ser reescrita, porque no tendremos nunca presente ni futuro sin reconocer nuestro pasado y reescribirlo a la luz de la humanidad, a la luz de la verdad humana.
- ¿Qué historias del Chile actual cree que no se están contando?
La cotidianidad de las provincias y de las regiones. Ese ser humano que vive hoy en la incertidumbre pero que de pronto encuentra la realidad y que está dispuesto a entregar hasta su propia vida por luchar por esa cotidianidad. Esto no tiene que ver con la política, tiene que ver con la humanidad de un país que además no encasilla a nadie, que está vivo, palpitante. No me interesa lo que dicen las encuestas, me importa lo que dice la gente, la creación del lenguaje, la forma del lenguaje que viene desde las frases casi coloniales. A eso hay que llegar, llegar al corazón y empezarlo a contar.