Edmundo Rodríguez y las llamas de su colchón alumbrando el presente
Tian Romero

Edmundo Rodríguez y las llamas de su colchón alumbrando el presente

Por: Cristian Aravena | 22.08.2024
En homenaje a Edmundo Rodríguez y a todas las personas que murieron de sida y que la historia oficial quiso oscurecer/velar.

22 de agosto de 1984. El profesor Edmundo Rodríguez fallece en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. Se viraliza rápidamente en prensa la primera muerte por “cáncer gay” como se nominó al sida en Chile en un comienzo. Su colchón y todos sus utensilios médicos fueron quemados por el personal del servicio de salud.

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Esta columna se publica en agosto de 2024, a tres años de la pandemia de Covid-19 y ante una inminente nueva alerta sanitaria por MPox o viruela del mono. Una vez más, resurgen prejuicios y señalamientos morales conservadores, como bien dice el activismo de @positivxscr: “al igual que con la pandemia de VIH y COVID-19, las personas que no tienen acceso a servicios de salud de calidad y vacunación son las más vulnerables. Históricamente esas personas han sido las personas racializadas y las poblaciones LGBTIQA+”(ver aquí).

Cabe agregar que las historias de mujeres que murieron, que sobrevivieron y que activan en torno al virus aún están al debe.

La cobertura del virus en nuestro país comienza en el año 1984, con la muerte de Edmundo, más no es el primer caso. Ya he planteado en otra columna de cómo a la moral dictatorial y a sus continuadores les interesó más construir un chivo expiatorio que comprender el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) (ver aquí).

Por ejemplo, el día 08 de agosto de 1984, La Tercera publicaba: Homosexuales promiscuos están propensos a contraer el virus” rotulando tanto al VIH como a quienes lo padecían. A más de cuarenta años de todo este suceso histórico, ¿existe un sujeto específico de esta peste? ¿Cuánto sabemos de la primera mujer trans, del primer hombre trans que murió a causa del VIH? ¿Existe un paciente cero del virus? ¿Cómo desde el hito que marca la muerte Edmundo podemos iluminar los nombres oscurecidos de la historia del VIH?

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Desde los años ochenta, el desconocimiento sobre esta “peste” y la rapidez con la que sucedían las muertes llevó a los medios de comunicación a construir a un sujeto del virus (“peste rosa” o “enfermedad rara”). Paralelamente, las instituciones (estatales, religiosas, de salud) comenzaron a definir perfiles morales sobre quiénes transmitían el virus y en qué situaciones.

Leo Bersani (1988) señalaba que estos parámetros estaban dados por viejas formas de relaciones político-sexuales dictados por un hombre blanco, heterosexual y conservador. Bersani se preguntaba si la muerte provocada por el VIH era también el fin de esas antiguas formas políticas y sexuales, su provocador ensayo se llama “¿Es el recto una tumba?” (Construyendo sidentidades. Estudios desde el corazón de una pandemia. Siglo XXI, Ciudad de México. 1995).

Además, planteaba otro asunto fundamental que nos retumba una y otra vez: “las reacciones frente al sida, o más específicamente, a la forma en que ha sido tratada una crisis de salud pública como si fuera una amenaza sexual sin precedentes”. En este contexto, homosexuales, lesbianas, personas trans, trabajadoras sexuales y travestis fueron vistos como identidades destructoras de los modelos hegemónicos de continuidad de la sociedad. Todo esto hizo resucitar antiguos odios hacia estas comunidades.

Para construir en este presente, marcado por giros conservadores y nuevas “pestes”, es necesario volcar los ojos al pasado. Debemos mirar el trabajo de quienes vivieron los inicios de la pandemia del VIH, e incluso observar con lupa las experiencias invisibilizadas de mujeres y personas trans, que siguen proponiendo estrategias de luchas frente a los prejuicios y al virus.

El trabajo de colectivos y grupos como Mujeres con energías positivas (@mujeresconenergiapositiva) Sindicato Amanda Jofré (@sindicatoamandajofre), Fundación Diversa (@fundacion_diversa), Casa Taller Teatro Sur (@casatallerteatrosur) y el estreno de la obra Edmundo (ver aquí); el relato en primera persona de Marcos Ruiz y Víctor Hugo Robles (Che de los gays) presentan una perspectiva invaluable.

Desde sus activismos podemos dimensionar cómo opera (operaban) las estructuras de poder y sus instituciones, pero más importante aún, nos muestran cómo estas comunidades reaccionaron ante la muerte y la adversidad. Es fundamental releer la historia y dar cuenta de las violencias impresas sobre ciertos cuerpos y géneros, así como el silenciamiento histórico que se ha perpetuado en relación con el virus.

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A cuarenta años de la muerte del profesor Edmundo Rodríguez, que su colchón en llamas nos sirva para iluminar el presente y las historias veladas de esta pandemia no nombrada como tal. Que la respuesta a la necesidad de situar un primer paciente se expanda en las memorias del virus y en la continuidad de las luchas de las comunidades que sobreviven.

Crédito de la fotografía: Tian Romero