Orgullo de ser y resistir

Orgullo de ser y resistir

Por: Christian Spuler | 28.06.2024
Acá estamos, seguiremos estando una y otra vez. Porfiando el odio y la violencia. Tercos y tercas frente a la desinformación e ignorancia maliciosa. Con más colores o menos colores, con más “aceptación” o menos reconocimiento. Acá estaremos aguantando, gritando o susurrando, tomados de la mano o no, conectándonos con nuestra historia, orgullosas de ser vistas, orgullosos de quiénes somos.

Cuando las personas sentimos que somos capaces de hacer cosas que otros no pueden, cuando nos resultan planes en los cuales hemos puesto mucho tiempo y esfuerzo, o cuando alguien nos refuerza positivamente nuestro trabajo o forma de ser, una sensación de felicidad y reconocimiento aparece en nuestra subjetividad de manera intensa; nos sentimos felices, potentes, capaces y con orgullo propio.

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El orgullo -como un estado de autorreconocimiento respecto de nuestra valía por la distinción que un o una observadora hace de nuestras acciones- puede entenderse como una experiencia que genera condiciones de posibilidad psíquica y relacional respecto de quiénes somos y cómo funcionamos en el mundo. Obviamente, esta forma de entender el orgullo se aleja de una concepción moral negativa y, más bien, se inscribe en un sentimiento y experiencia nutricia y validadora de nosotros y nosotras mismas.

Junio es el mes del orgullo LGBTQ+. Por lo general, se celebra mediante actos festivos en donde la expresión pública de las identidades de género y las orientaciones sexuales cobran centralidad bajo el signo del orgullo. Sin embargo, ¿qué es este sentimiento?, ¿de qué se está orgulloso u orgullosa?

La historia respecto de esta fecha está llena de referencias biográficas sobre luchas políticas, culturales, económicas, sanitaras, etcétera, en las cuales los distintos colectivos LGBTQ+ se implicaron sistemáticamente desde los años 70, principalmente, en Estados Unidos y Europa.

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Hoy, esa memoria a veces se desdibuja por los avances concretos y pragmáticos que las comunidades LGBTQ+ han ido logrando en el tiempo, dando paso a una nueva forma de reescribir su devenir. Ahí es donde el orgullo adquiere una dimensión particular.

Los colores, el despliegue, las referencias pop, los distintos colectivos, la música y el arte son los formatos frecuentemente utilizados para expresar ese orgullo. Ser vistos y ser vistas, apropiarse del espacio público y capturarlo como un espacio seguro (aunque sea por un momento).

El orgullo entonces tiene la dimensión de la visibilidad, pero también se juega, como decía en el comienzo de esta columna, una emocionalidad de ser capaces y potentes, de existir a pesar de todo.

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Acá estamos, seguiremos estando una y otra vez. Porfiando el odio y la violencia. Tercos y tercas frente a la desinformación e ignorancia maliciosa. Con más colores o menos colores, con más “aceptación” o menos reconocimiento. Acá estaremos aguantando, gritando o susurrando, tomados de la mano o no, conectándonos con nuestra historia, orgullosas de ser vistas, orgullosos de quiénes somos, de lo que hacemos, de lo que decimos y de cómo vivimos un mundo que nos pertenece.

El orgullo que se celebra y que expresamos entonces, es el orgullo de existir y resistir.

Autor de la columna: Christian Spuler, académico de psicología de la Universidad Diego Portales (UDP)

Crédito de la foto: Agencia Uno